El martes se cumple el aniversario de la pintora e inagotable activista cultural, mientras se trabaja en una exposición de su vida y obra en Pamplona y se cataloga su extenso archivo personal.
Mañana, día 24 de agosto, se cumple un año del adiós de Ana Mari Marín, y todos, sus familiares, sus cientos de amigos y sus compañeros de fatigas en la organización de tantas que se le ocurrían, no pueden olvidarle. Sus pinceles, sus pinturas y alguna de sus obras, iniciadas y que no pudo terminar quedan huérfanos en la Casa Rectoral de Amaiur, en la que estableció su estudio, y ella descansa en la florida sepultura familiar del camposanto de Elizondo.
En Elizondo y Baztan se nota su ausencia, los más cercanos sobre todo. Activista cultural y pintora incansable, "poderosa camionera de paisajes", le decía el escultor Jorge Oteiza en su poesía Te miraré por el cristal, una muestra de cariño y amistad. Su hermana María José trabaja ahora en inventariar su archivo, cientos de cartas, recortes de prensa relacionados con ella y con el valle, fotografías, sus recuerdos con la Agrupación Coral de Elizondo, el trabajo en la Gestora Baztan familiar con los pastores a los que Ana Mari Marín con su inseparable Marisa Larríu gestionaba la emigración a Estados Unidos y su estrecha relación con la North American Basque Association que, presidió Joxe Mendiburu, baztandarra de Azpilkueta y allí les agrupaba, toda una vida recorrida con particular intensidad.
Primera concejal La gente mayor conserva en su memoria la insólita, atrevida para los tiempos que corrían, campaña electoral que le llevaría con su amigo Joaquín Azkarate, a conseguir un cargo de concejales en el Ayuntamiento de Baztan. En estas fechas recuerdan que, en plena dictadura franquista, a la vista de que se construían los dos edificios más altos, incluso ahora, de Elizondo, se empeñó en ser concejal para evitar ese urbanismo exagerado y acudió a Joaquín Azkarate a proponerle formar candidatura.
Azkarate, de la casa Jauregia de Aniz, era un hombre de reconocido prestigio y solvencia, y un reconocido nacionalista vasco, contaba con amistades numerosas en Baztan, entre otras la de Blas Marín, padre de Ana Mari, y no tuvo problema en aceptar. Concurrieron por el tercio familiar y Ana Mari tuvo que emanciparse para poder hacerlo ya que se requería ser cabeza de familia.
En todo contaron con ayuda de Miguel Javier Urmeneta, alcalde de Pamplona y a la sazón diputado foral de Navarra, amigo de Ana Mari. Todo Baztan vivió en aquellos días (1967) una efervescencia inusitada, la gente quería votar, se volcó con su candidatura y barrieron, resultando elegidos para siete años, hasta 1974, cuando cesó para pasar en 1975 a ser alcaldesa jurado de Elizondo.
dedicación Ayudados por Miguel Javier Urmeneta en la Diputación Foral de Navarra consiguieron modificar las normas urbanísticas y limitar las alturas de los nuevos edificios, Ana Mari promovió la conversión de la vieja y sucia cárcel que todavía existía en la Casa Consistorial por la primera biblioteca (a cuya inauguración no se le convocó) en colaboración con la Institución Príncipe de Viana, y animó a los vecinos de Almandoz y de Azpilkueta a mejorar sus casas y calles, por lo que lograron el Premio Nacional de Embellecimiento (1969) y el Premio de Navarra de 1970, respectivamente.
una vida plena Toda su vida se significó por su preocupación por Baztan y por la Cultura con mayúsculas, con una mentalidad abierta a todas sus formas y matices, contra la actual siempre conservadora y subsidiaria. Comenzaba temprano sus días y desde las siete de la mañana se dedicaba a recorrer las calles de Elizondo, fijándose y tomando nota de todo lo que encontraba en mal estado o se podía mejorar, para dejar nota en el Ayuntamiento de Baztan para que fuera reparado. En aquellos años sesenta, todavía Elizondo contaba con un guarda municipal en exclusiva, dado su mayor número de habitantes y su digamos condición de capitalidad, lo que en la actualidad no ocurre.
PROTAGONISTA Y TESTIGO Le acompañó la fortuna de formar parte del grupo fundacional de la Agrupación Coral de Elizondo, la obra genial del maestro Juan Eraso Olaetxea. Y cuando resultaba más que difícil salir al extranjero consiguieron acudir al Eisteddfod de Llangollen (Gales) para ganar dos primeros premios y volver a ganar en 1953 el primer y segundo premios en el Festivale Internazzionale di Polifonia de Roma, con una cuadrilla de adolescentes baztandarras que recorrieron Europa triunfantes, algo que no se podía ni soñar en la España franquista.
Fue protagonista y testigo de todo un siglo en Baztan, una época dorada que no será fácil que se repita. Todavía hoy, un año de su adiós, no se le olvida. Cuando exista una fecha disponible, Pamplona acogerá una exposición de su pintura y sus recuerdos, como ocurrió con la que tuvo lugar en la Ciudadela, una de las más visitadas de la historia, y dos de sus obras figurarán también en la muestra que para octubre preparan las Asociaciones de Amigos del Camino de Santiago. Gracias a ella y a la generosidad del artista, Elizondo cuenta con dos esculturas de Jorge Oteiza, lo que pocos lugares pueden decir, y se llevó una pena infinita tras el increíble cierre del Museo Etnográfico Jorge Oteiza de Elizondo, la que fue su última iniciativa.