Navarra

Un belén con historia en Etxarri Aranatz

Eusebio Marcotegui Razquin junto al belén de la iglesia de Etxarri Aranatz, del que se encarga desde el año 1940.

Por Navidad, a la izquierda del altar de la parroquia de Etxarri Aranatz, nunca falta un belén. De que así sea se encarga desde hace 81 años Eusebio Marcotegui Razquin, un etxarriarra de 94 magníficos años recién cumplidos. Y es que con una memoria prodigiosa y sin perder su sentido del humor, también conserva su porte de dandy. Sastre de profesión, la ropa ha sido una de sus grandes pasiones y cada día sale de casa hecho un pincel. "El café de la mañana no me lo quita nadie y por la tarde voy al club de jubilados. Soy el comodín cuando alguien falla, a la brisca, al parchís o a lo que sea", apunta.

Con buena mano y un gusto exquisito que traslada a todo lo que hace, en este caso al belén, Eusebio Marcotegui juega con los volúmenes, el agua, las luces y el fondo para representar el Nacimiento de Jesús en un pueblo de pastores en el que a lo lejos se vislumbra el santuario de San Miguel de Aralar pero también la Esfinge de Giza en el camino de los Reyes Magos hacia el portal, un mundo mágico en el que también se puede ver a un joven encendiendo el fuego, una lavandera o gente acarreando el agua que baja desde el monte para alimentar de fuerza al molino, un conjunto armónico que transmite alegría. También se encarga de las vestimentas de los Reyes Magos.

Este etxarriarra comenzó a montar el Nacimiento de la parroquia cuando tenía12 años, en su época de monaguillo de don José María Arbilla. "Hasta entonces eran dos mujeres del pueblo. Pero al cura no le gustaba que anduvieran subidas en aquella plataforma y me dijo que me encargara yo. Hasta ahora", resume. Y no pudo encontrar un belenista mejor y de largo recorrido. Lo cierto es que Eusebio cuida hasta el más mínimo detalle, como la huerta del molinero o el interior de la gruta, visible a través de un espejo, elemento que introdujo en los años 60. "Siempre me gusta aprender de los demás y coger ideas", observa. Así, desde la parroquia agradecen a Eusebio su dedicación y entrega. Pero Eusebio se quita méritos y comenta que estos últimos años cuenta con la ayuda de dos vecinos para montar la estructura.

Persona con inquietudes artísticas, le encanta dibujar. Al respecto, recuerda que cuando iba a la escuela realizó un dibujo que le debió de gustar tanto a su profesor, que lo presentó en un concurso de la Diputación y ganó el primer premio. "Me ofrecieron la posibilidad de estudiar en la Academia de San Fernando, en Madrid, pero mi madre dijo que los pintores se morían de hambre", apunta. No pudo ser pero no añora lo que no ha tenido, tal vez una de las claves de su estado físico y mental, una persona que ha vivido a su manera sin olvidar nunca sus orígenes.

"Desde 1975 suelo ir a Canarias. Un día una mujer me decía que no podía ser de pueblo, que tenía abolengo", cuenta. "Ya sabía lo que era, porque la había leído, pero menuda palabra. Sí, soy de la familia de los duques de Albanauke", bromea. Y tiene su gracia porque este título es si pudiera en el euskera de Etxarri. "Soy más de pueblo que las amapolas. Y orgulloso", destaca. "Me encanta Etxarri. La gente es muy agradable y respetuosa", asegura.

Además, en su opinión, en Etxarri siempre se ha vestido bien. "En la época en la que se trabajaba en el campo, los domingos y festivos la gente salía muy elegante", recuerda. Muchos de aquellos trajes que vestián los hombres salieron de la sastrería de los Marcotegui. "Con la llegada del prêt à porter el negocio bajó y decidí ir a Ufesa, dónde estuve 20 años hasta jubilarme", apunta.

Asimismo, siempre le ha gustado la hostelería, y trabajó de camarero en bares y discotecas de la zona. No obstante, nunca ha dejado de coser y tiene un gran fondo de armario, con prendas que a pesar del paso del tiempo, siempre tienen clase, y que combina de forma atrevida pero nunca estridente.

07/01/2022