Bizkaia

La antigua sede del Puerto en Bilbao, un bello inmueble que ha cumplido 125 años

El palacete de los Olabarri fue un punto de referencia en la sociedad adinerada bilbaina de la época.

Es el primer edificio, o el último, depende del sentido de la marcha, que el viandante observa cuando pasea por el Campo Volantín. Es uno de los pocos chalets que queda en esta precioso paseo ribereño y encima ha cumplido recientemente 125 años de historia.

Todo surgió cuando el matrimonio formado por José María de Olabarri y Massino, y Manuela Zubiria e Ybarra, una de las familias con más recursos de finales del siglo XIX de Bilbao, decidió salir del agobiante ambiente del Casco Viejo donde estaba su anterior residencia. Escogieron para ello un solar al final del paseo aledaño a la ría y en 1894, el arquitecto Julián de Zubizarreta proyectó la residencia de este "hotel", el término de origen francés con el que se conocía entonces estas grandes residencias de la burguesía.

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Después de tres cortos años de obras, el 2 de abril de 1897 el matrimonio Olabarri tomaba posesión de su nueva residencia con sus cinco hijos y una cohorte de empleados entre los que destacaban una institutriz inglesa, una nodriza, catorce criadas y un criado. Pocos años más tarde, en 1901, el propio Olabarri encargó al mismo arquitecto un proyecto de ampliación del sector de servicio en la zona zaguera de la vivienda.

Punto de referencia

La verdad es que el palacete de los Olabarri fue un punto de referencia en la sociedad adinerada bilbaina de la época. José María de Olabarri era un hombre muy culto que desplegó una gran actividad en instituciones de beneficencia y en organismos de tipo cultural y social.

Y también tenía gusto por la modernidad. El inmueble ejemplifica claramente los vientos dominantes en la arquitectura doméstica de aquella época y se convirtió en el más impresionante de la zona.

En ella está patente el peso de la tradición francesa y presenta un tratamiento fundamentalmente plástico, casi escultórico e incluso pictórico, del edificio, algo inherente a casi la totalidad de la producción europea de esta época. El arquitecto Julián de Zubizarreta previó un auténtico derroche ornamental de tipo clasicista en el apartado de los motivos, molduras y detalles decorativos del exterior del inmueble. Casi todos ellos se aún se mantienen.

Cinco níveles con gambara incluida

El acceso al palacio era por un lateral del edificio con el objetivo de guardar la intimidad de la familia en lugar de estar en la facha principal que mira a la ría.

De arriba a abajo, el palacete albergaba en el semisótano las despensas, una lavandería, el cuarto de la maquinaria de la calefacción y la carbonera. Por encima, la planta principal, a la que se accedía tras subir una decena de escalones desde la altura de la calle, destaca por su gran superficie y la calidad de la decoración.

Se divide en un vestíbulo, hall, despacho, tres salas, sala de billar, serre y comedor principal. También albergaba la cocina con un hogar central, el fregadero independiente de la cocina y el office cercano al comedor. Todo ello estaba junto a la escalera de servicio.

Las puertas de las dependencias principales armonizan con los empanelados y la decoración de las correspondientes habitaciones. Merece ser destacada la entrada principal al comedor, puesto que exhibe una impresionante puerta de dos hojas realizada con madera de caoba. La casa también cuenta con vidrieras de extraordinaria calidad en el ventanal de la escalera principal y en la capilla.

La primera planta se reservaba para los dormitorios principales, que contaban todos con su correspondiente chimenea y cuartos de baño. Eran ocho y se elevaban casi cinco metros hasta el techo. Y en un lugar central se hallaba la capilla de la familia donde tenían sus oficios religiosos bajo la luz que entraba por una espectacular vidriera que desgraciadamente destruyó un bomba durante la Guerra Civil.

El segundo piso, cuya altura era de 3,25 metros, contaba con otros ocho dormitorios, estos para el servicio.

y por encima a través de una escalera muy bien trabajada se extendía una gambara o desván bajo la inclianda techumbre. Destacar que para la época toda la casa presentaba un alto índice de confort ya que incluía calefacción central, instalación eléctrica, agua corriente e incluso teléfono.

07/06/2022