Las piedras de la cantera Sindika, de Mendaro, abandonada desde hace décadas, están sirviendo de marco a un curso de entrenamiento encaminado a mejorar la técnica para la práctica de la espeleología dirigido por Evaristo Rodríguez.
Zona de preparación
Rodríguez ha sentido una atracción irresistible por el mundo subterráneo desde que era un niño en Mendaro. Las cuevas fueron el patio de recreo de su infancia.
Ahora, con más de 50 años e infinidad de horas trepando y arrastrándose por cuevas y simas de todo tipo, mantiene viva esa ilusión. Una prueba de ello es el campo de entrenamiento para la práctica de la espeleología en el que va convertir la cantera Sindika a lo largo de las próximas semanas.
Más ilusión que preparación
El origen de este proyecto hay que buscarlo en el entusiasmo de un grupo de amigos por acompañar a Evaristo Rodríguez en una expedición espeleológica a la sima de Covanegra, en Burgos.
La ilusión que derrochaban no impidió a Evaristo ver que al grupo le sobraba entusiasmo pero faltaba preparación para encarar un reto de semejante calado, en el que hay que afrontar una caída de 30 metros antes de dar paso a un recorrido de dos kilómetros de galerías.
“Muchos llevaban más de diez años sin practicar espeleología, así que les dije que tendríamos que entrenar antes de entrar en la cueva. El caso es que la idea de este curso llegó a otras personas y el interés fue creciendo”, explicó el espeleólogo.
Diferentes niveles
De este modo, lo que comenzó como una preparación específica para afrontar el descenso a Covanegra ha terminado convirtiéndose en un curso abierto y gratuito en el que conviven espeleólogos de distintos niveles.
“Hay gente que sabe más espeleología que yo que ha mostrado interés por el curso, pero que busca mejorar. También hay quienes ya ni se acuerdan de las técnicas y quienes nunca han hecho nada parecido”, comentó Rodríguez en un alto del entrenamiento.
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El correcto uso del jumar, un elemento autoblocante fundamental para ascender por caídas verticales, es el objetivo principal del curso
Ascensos y descensos
La preparación pondrá el foco en la espeleología vertical, haciendo especial énfasis en el uso del jumar, un dispositivo autoblocante clave para ascender por paredes verticales.
De hecho, la cantera de Sindika, en desuso desde hace décadas, ofrece el entorno ideal para esta práctica tanto en sus paredes como en los grandes bloques de piedra arrancados a la montaña que aún permanecen en ella como mudos testigos de su pasado.
“La idea es que todos los participantes adquieran una técnica uniforme antes de pensar en aventurarnos en simas reales. Una vez que el grupo esté preparado, comenzaremos la exploración de simas pequeñas, como una que hemos descubierto hace unas semanas en Mendaro, antes de dar el paso de entrar en cavidades más grandes, como Pagatxa o Arrasto".
Fomentar la afición
Con esta iniciativa, Rodríguez busca preparar a su equipo para la expedición a Covanegra y también fomentar el interés por la espeleología en la zona, creando una comunidad de exploradores comprometidos con la conservación y el estudio del mundo subterráneo, reeditando de este modo el camino que él mismo recorrió cuando tan solo era un crío.
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La gran sala de Pagatxa, una de las joyas que guarda el subsuelo de Debabarrena
Espeleólogos prematuros
Rodríguez comenzó su andadura en la espeleología a finales de los 70, con tan solo 13 años.
La falta de equipamiento no fue un impedimento para lanzarse en busca de aventuras en algunas de las muchas cuevas que hay en Mendaro.
Con 15 años, un grupo de chavales formado por Javi Vargas, Juan Francisco Morales, José Ignacio González, Miguel Rubio y el propio Evaristo bajó a la sima de Aitzbeltz con un cuerda de esparto de 40 metros que habían comprado en Elgoibar.
Atrapado en Agarre
El éxito de Agarre les animó a seguir probando fortuna en otras cuevas, pese a su falta de medios. De hecho, no faltaron los sustos, como la vez que el propio Evaristo quedó atrapado en Agarre y pudo volver a exterior gracias a la ayuda de los chicos de su cuadrilla, que lo sacaron de la sima tirando todos juntos de la cuerda cuando ya se había organizado una operación de rescate.
Este susto les convenció de que debían de tomarse la espeleología en serio y así fue como entraron a formar parte del grupo espeleológico Leizarpe.
Aprendizaje
Con la ayuda de espeleólogos experimentados como Ángel Mari Tobajas, fueron adquiriendo conocimientos sobre la forma de manejarse en las cavidades subterráneas de forma segura.
También aprendieron que la espeleología tiene mucho de divulgación y, al espíritu de aventura inicial se le sumaron el interés por encontrar nuevas galerías y ríos subterráneos, llevar a cabo estudios topográficos y, en definitiva, poner en valor el mundo subterráneo que se esconde lejos del campo de visión del ser humano.
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Zona de estalactitas en una galería topografiada por los miembros de Morkaiko Leizarpe Espeleologia Taldea
Preservación y denuncia
Detrás de esta labor divulgadora hay también un declarado interés por denunciar y frenar aquellas actuaciones que poner en peligro algo tan preciado como la riqueza del patrimonio subterráneo y los acuíferos.
El hecho de que no se vean juega en contra de las cuevas y de los acuíferos, por eso una de las señas de identidad del grupo, que ahora responde al nombre Morkaiko Leizarpe, es sacar a la luz toda la información que obtiene de sus andanzas en el subsuelo en forma de planos, fotografías y estudios topográficos.
"Entre otras cosas, queremos que la gente tome conciencia del riesgo que actividades que se han llevado a cabo sin control en zonas sensibles como el polígono industrial de Itziar o la propia cantera de Ugarteberri, que se asiente sobre el acuífero de Tantorta, suponen para unas reservas de agua subterránea que bebemos buena parte de los vecinos de la comarca de Debabarrena”