A una hora de que el cohete estallara en el cielo de Lumbier, el salón de plenos del Ayuntamiento acogió a los txikis que nacieron entre 2019 y 2022 para obsequiarles con un pañuelo rojo con el escudo de la localidad bordado.
Era tantos los familiares que se habían animado a presenciar el momento que la sala quedó concurrida. Un hecho que no pilló de imprevisto a los concejales que no dudaron en utilizar el micrófono para hacer frente a la bulla que se había instalado en el salón de plenos.
Mientras los txikis agarrados como koalas a sus aitas recibían el pañuelo, la juventud de Lumbier esperaba con ansias uno de los momentazos del año: el chupinazo.
Algunos no paraban de simular el estallido del cohete metiendo petardos en el buzón, otros miraban el reloj del móvil cada quince minutos y había quienes preferían almorzar bien para afrontar un frenético día. “Llevo un par de días que no pegó ojo. Después de dos años, por fin volveremos a vivir las fiestas de San Ramón. Los vamos a disfrutar el triple”, comentó Unai Gil.
Los que por fin iban a mostrar sus dotes de baile e iban a sacar a pasear sus vergas eran los gigantes y cabezudos de Lumbier, que se colocaron en la entrada del Ayuntamiento con antelación.
A falta de cinco minutos, una ola de ikurriñas y de banderas de Navarra invadieron la calle principal de Lumbier. Un grupo de jóvenes con una caña de pescar en mano logró colar una ikurriña en el balcón del Ayuntamiento. Una acción que no gustó a todos. Alguno desde el salón de plenos sugirió que el año que viene la bandera española se colocase aún más alto.
Independientemente de colores y banderas, a las 12 horas Ignacio Ustárroz Córdoba, miembro de la concejalía de urbanismo desde hace ocho años, salió al balcón y tomó la palabra: “Bienvenidos, bienvenidas. ¡Viva San Ramón! ¡Gora San Ramón! Gora Ilunberri! ¡Viva Lumbier!”, exclamó.
“En los minutos previos al lanzamiento he estado muy nervioso hasta el punto de tener miedo a que me quedara sin palabras”, reconoció Ustárroz, que dejará su puesto de concejal a finales de este año.
Con la última palabra de Ustárroz explotó el cohete que dio comienzo a las esperadas fiestas. Con la primera nota de los gaiteros, los gigantes no dudaron en hacer volar la falda del traje y los kilikis en zarandear la verga. La charanga de Ilunberri no tardó en unirse a la fiesta. Con un repertorio de lo más animado, la juventud se dejó la voz y el suelo del zapato.
“Aunque el chupinazo haya caído con un martes hemos decidido bajar desde Pamplona, porque para nosotras las fiestas de Lumbier son sagradas”, reconoció Paula Jiménez. Una idea a la que se sumó su amiga Laura Ibáñez. “Nosotras nos sentimos de aquí. Llevamos más de siete años viniendo y cada año lo pasamos mejor. Una vez en la vida mínimo hay que venir a Lumbier”, concluyó. Invitados estáis.