El Baskonia cumplió su parte del guión triturando al Zalgiris, pero ello no sirvió de mucho porque las noticias que llegaron desde Baviera abortaron definitivamente el milagro del Top 8. Quedará para una mejor ocasión el billete para la aristocracia europea después de que el Bayern Munich impusiera su jerarquía ante el Estrella Roja y alcanzara las trece victorias en la Euroliga, un número inalcanzable ya para los hombres de Spahija.
Aunque era algo asumido por todo el mundo tras la derrota en el Principado de Mónaco, la competición más glamurosa del Viejo Continente ya es definitivamente historia para un Baskonia cuyo despertar en esta edición continental ha llegado demasiado tarde y que a partir de ahora deberá elevar la nota del curso en la Liga ACB. Las cinco victorias facturadas en los seis últimos encuentros no han compensado las incontables concesiones a lo largo de los meses anteriores.
El pasaporte hacia la zona noble se escurrió hace tiempo. Con el actual estado de forma no se hubiesen escapado, desde luego, muchas victorias ante rivales tan asequibles. El Zalgiris, precisamente uno de los verdugos alaveses, sufrió esta vez la ira de un Baskonia que no pudo batir su récord anotador de la temporada –los 101 puntos ante el Bilbao Basket en la ACB– y en el que Spahija pudo dosificar esfuerzos o repetir el experimento de Marinkovic como base con el choque bien avanzado. Lástima ese golpe involuntario de Enoch a Raieste que dejó malherido al estonio en su ceja izquierda y le envió alguno minutos a la enfermería.
El partido careció de historia, se convirtió en un banco de pruebas y el Baskonia dio continuidad en él a su dulce momento con una incontestable victoria ante el colista de la Euroliga, hecho trizas y aguijoneado desde que el mediático Lamonica lanzó el balón al aire. El apabullante 15-2 con que se inició el duelo ya hizo presagiar una velada exenta de obstáculos en el Buesa Arena.
La ausencia de última hora de Baldwin no supuso una merma de la voraz capacidad competitiva del equipo vitoriano, que se gustó ante un Zalgiris con los brazos caídos y sin excesivas ganas de oponer resistencia pese al orgullo acreditado por Lekavicius. El estadounidense fue reservado debido a unas molestias en el hombro derecho, pero el empacho fue de los gordos para una escuadra azulgrana que volvió a destapar su instinto más inmisericorde ante otro adversario de escasa enjundia.
Cuarto inicial de ensueño
porcentajes de acierto fueron por momentos espectacularesLa cancha de Zurbano asistió a un repertorio inagotable de contragolpes, triples, reversos, inversiones de balón de lado a lado, puertas atrás... Ningún ingrediente se echó de menos en un partido donde el Baskonia mostró un admirable grado de concentración y afrontó trámite con la profesionalidad anunciada un día antes por Spahija.
El balcánico pudo introducir a sus elementos de la segunda unidad antes de lo previsto ante lo aplastante de un marcador que tras los primeros diez minutos se dirigía hacia una proyección de 140 puntos. El ansia de reivindicación por parte de los hambrientos secundarios, especialmente Sedekerskis, permitió por momentos al Baskonia mantener el ritmo.
Spahija tan solo tuvo que arremangarse en el tercer cuarto cuando el Zalgiris, como consecuencia de los momentos de mayor laxitud defensiva de los alaveses, rebajó la diferencia hasta el 66-50. Sin embargo, ese soldado llamado Costello volvió a levantar al equipo con varios minutos portentosos que propiciaron una merecida ovación de la grada.
Un dos más uno, un posterior tapón a Lekavicius acompañado de un mate en el contragolpe, una canasta de pura calidad en el poste bajo y, para acabar, el enésimo gorro a Nebo frenaron el único conato de rebelión del Zalgiris durante la velada. En definitiva, una digna despedida de Euroliga por parte de un Baskonia que, con independencia de los entregados adversarios a los que se ha medido últimamente, desprende cada vez mejores sensaciones.