Un fallo ha condenado a Osasuna en Valencia en un encuentro espeso y tenso en el que la actuación arbitral lo ha elevado a la categoría de disparate. Dos tarjetas rojas anuladas por el VAR, un penalti concedido por el mismo artilugio -detenido por un colosal Sergio Herrera- y las decisiones del árbitro han dificultado el encuentro a los rojillos que, en su debe, dejan una actuación sin presencia ofensiva, sin remate entre los tres palos.
Un desafortunado resbalón de Lucas Torró en un pase de David García ha generado la mejor acción de ataque del Valencia, en la que hubo un buena maniobra ofensiva de Lino y el remate posterior certero de Kluivert ante la pasividad de la zaga rojilla. Fue lo más brillante que hizo el conjunto local, todo empuje y poca precisión, en un partido que no pasará a la historia de la Liga por su excelencia y sí por haber sido calamitoso para la seriedad del torneo.
Pero entre la intensidad de unos y la incomodidad de otros -Osasuna nunca se sintió a bordo del partido, molesto más que disfrutón-, emergió con un protagonismo nunca deseado el árbitro. Iglesias Villanueva puso un punto disparatado al partido cuando se vio obligado a anular dos tarjetas rojas, a Sergio Herrera y Aimar Oroz, por sendas entradas a dos rivales que la consideración del VAR cambió. También fue llamado a la pantalla para decidir acerca de un penalti que no vio en el terreno de juego y sí en la tele -hubo derribo a Thierry por parte de Darko-. Si a ello se une el rosario de amonestaciones que cayeron del lado de los rojillos y la más que sui generis interpretación de las faltas, de la ley de la ventaja, de la lógica del juego, queda una imagen muy poco edificante de la Liga, que depende de demasiados pequeños detalles que, sumados, hacen un muro. Un muro de dificultades.
Fue una buena noticia para Osasuna terminar el primer tiempo como empezó, es decir, sin que se moviera el marcador y con todo el mundo sobre el terreno de juego. En lo primero, hubo momentos de apuro por el lógico empuje de los locales, que apretaron con ganas y persiguieron cada balón. Sobre lo segundo, las decisiones del árbitro pintaron un escenario complicado, porque cada falta fue cobrada con tarjeta amarilla y en el colmo de la miopía arbitral, a Sergio Herrera le recetaron una roja que anuló el VAR en una jugada que no tenía duda alguna de por medio.
El Valencia empujó a base de centros y llegadas por las bandas, y en un córner estuvo a punto de marcar Diakhaby y en una pérdida de balón Hugo Duro dispuso de la oportunidad más clara evitada por una gran intervención de Herrera.
Osasuna no apareció casi por el otro lado del campo, aunque Abde se estaba mostrando como un argumento de peso cada vez que encaraba o bailaba entre los defensas. Más picante requería el juego de los rojillos, mejor que su oponente cuando tenía sosiego con la pelota, si quería que el partido pintase de otro modo, a pesar de asumir los apuros.
La segunda parte no mejoró a un Osasuna que no se acercó a las inmediaciones del área rival y que nunca probó las habilidades de su portero. Tampoco estaban sufriendo muchos los rojillos hasta que llegó la jugada definitiva. Un fallo en la conexión entre David García y Lucas Torró, con patinazo de por medio del centrocampista en una zona arriesgada para propiciar una pérdida de balón, hizo que el Valencia acertara a penetrar por un lado del área y marcar por el otro. Kluivert tuvo tiempo y metros para controlar y enviar al fondo de la portería.
La traca gorda se quedó para el final, cuando el árbitro volvió a tener que rectificar cuando se emborrachó de autoridad para expulsar a Aimar Oroz por una entrada sobre Gayá y que le avisaran después de que había metido la pata y no era para tanto. El bombazo final de su actuación fue cuando le recomendaron pitar penalti el derribo de Thierry cuando a pocos metros en directo no había decretado nada. Herrera salvó el lanzamiento de la pena máxima. A Osasuna nadie le pudo rescatar de un encuentro disparatado en el que no se le vio por el área contraria, pero en el que le marearon.