Todo el mundo sabía que Íñigo Onieva tiene más peligro que el rey Carlos III en una mesa repleta de bolis, pero nadie supo concienciar a la inocente Tamara Falcó de que, antes o después, se la jugaría. Tuvo la chavala que anunciar su compromiso (anillo de oro incluido) por redes sociales para emerger de la nada vídeos infieles como el que ha puesto punto y final a la relación más pija de España. Una grabación, supuestamente, de este pasado verano, en la que Onieva (como si no hubiese un mañana) intercambia fluidos bucales con una guapa morena. Todo ello, al parecer, durante la celebración hace apenas dos semanas del festival Burning Man en Estados Unidos. Que debe ser como un Viña Rock versión yanki, pero para gente guapa y rica.
El caso es que el inesperado vídeo, filtrado solo horas después de la anunciación matrimonial, ha supuesto la cancelación de la que iba a ser la boda del año. Hubo confusión y esperanza durante las primeras horas. Incluso la marquesa, ante el silencio del novio, apostó hasta el final por su fidelidad y candidez. Pero Íñigo no supo gestionar la presión mediática y emitió un comunicado que cortó la digestión hasta a la mismísima Isabel Preysler: “En los vídeos difundidos aparezco en una actitud inaceptable, de la cual estoy absolutamente arrepentido y destrozado por ello. Pido disculpas por no haber sido honesto y pido perdón a Tamara y a su familia públicamente”. Confesión tras la que Tamara abandonó el pisazo que pagan a medias en Madrid, acompañada solo de sus dos flamantes perros y de un bolso en el que no entra ni la tarjeta del transporte público.
Una terrible ruptura que no debe eclipsar la inesperada separación de Laura Escanes y Risto Mejide. Su incomprendido amor también ha llegado a su fin tras semanas de conjeturas y rumores. De hecho, Mejide ya dio pistas de la separación hace unas semanas en Cariño, ¿pero qué dices?, su podcast junto a Escanes en Podimo, en el que reflejó su opinión sin tapujos sobre el amor: “Todo lo que empieza tiene que acabar”. La reacción de Laura entonces fue de lo más natural: “Estoy súper triste. Estoy muy enfadada también”. Y ahora hemos visto las consecuencias.