“La laya se clava en la tierra y el premio es para los que estamos clavados en la tierra”. aseguró Pablo Alduán, uno de los administradores de la asociación Nafar Laiariak, organizadora de la 40ª Carrera de Layas, que ha entregado a Gares Energía la laya de oro.
La carrera ha contado con alrededor de 40 participantes, aunque el acto ha comenzado previamente con la entrega de la conmemoración. “Se trata de un premio que damos a las personas que han hecho algo bueno por el pueblo. No es algo que se otorgue a gente muy relevante” ha añadido.
Además, ha explicado los motivos por los que los miembros de Gares Energía han objetido el galardón: “Queremos reconocer el trabajo que se ha hecho en favor de un mundo más sostenible y respetuoso con el medioambiente. Ha combatido la lucha del cambio climático por medio de la pedagogía para que todos los vecinos estemos implicados como pueblo hacia una renovación energética”. Por otro lado, la asociación siempre ha tenido en cuenta a las personas con menos recursos: “Han propugnado un cambio de modelo que sea económico y han puesto en marcha talleres para leer y comprender las facturas eléctricas y redactado guías para el uso eficiente de la energía”, ha añadido.
La laya de oro ha sido entregada a Carlos Urra, presidente de Gares Energía, que ha recordado los inicios de la asociación: “Antes de que empezara la asociación ya había grupos que se preocupaban por el bienestar de los vecinos, pero nosotros comenzamos hace cinco años cuando, gracias al Ayuntamiento, conformamos un grupo y se nos trajo a gente con la que poder aprender sobre estos asuntos energéticos”.
Por otra parte, Nafar Laiariak, ha contado Pablo, “nació hace 12 años con motivo de aunar todos los esfuerzos de la gente de Gares y Artajona para sacar adelante estos proyectos. Nuestro fin último es que la laya no se pierda porque es el apero más antiguo de Navarra. Queremos que no solo permanezca en los txokos como decoración, sino también con una vida nueva, que ya no es el trabajo, sino la danza y el ocio”.
La laya es una herramienta medieval que ha llegado hasta nuestros días con unos objetivos muy distintos a los originarios: antes se utilizaba para airear y sembrar el campo, mientras que ahora funciona para las danzas y competiciones.
La carrera ha comenzado y el ruido metálico de las herramientas ha vuelto a transitar una vez más la Calle Mayor, aunque en esta ocasión faltaba una voz que siempre acompañaba al pueblo: la de Gloria Gaztelu, locutora de las carreras. Sin embargo, las palabras de Alduán han servido como homenaje: “No hemos esperado a que se olvide el estrépito que ha rodeado tu fallecimiento para honrarte desde la asociación. Hemos tenido el honor de disfrutar de tu compañía y de tu colaboración desinteresada. Sin ti esto no habría sido lo mismo. Tu voz, tu trabajo y tu corazón generoso siempre vivirán con nosotros”.
Herramienta ancestral
“Tenemos constancia de que las layas se utilizan desde, por lo menos, hace ocho siglos porque hay una representación en la portada de la Iglesia de Santa María La Real de Olite. Además, se ha utilizado casi exclusivamente en la zona de Navarra para trabajar y voltear la tierra. Era, en fin, un medio de subsistencia tan popular que se utilizaba hasta en las dotes matrimoniales”, explica Iñaki Moneo, el único artesano de layas que queda vivo.
Las layas se producían con un mango de madera y unas horquillas de hierro, aunque no se mantienen ninguno de los mangos originales. Iñaki recuerda cómo imitó a los antiguos fabricantes: de esta herramienta. “Empecé a hacer unas layas para que los críos pudieran andar y tenía que hacer los palos. Descubrí que en su día utilizaban un artilugio —en euskera se llama aztoa— que es un burro con un mecanismo muy sencillo de presión en los palos inferiores con los pies que permite sujetar y liberar muy fácilmente el palo con el que se trabaja”. Cae la laya sobre una tierra nueva; en esta ocasión para una vida de gozo.