laguardia – Una parte importante de la historia del vino del Rioja Alavesa, especialmente de Labastida, ha salido a la luz gracias a las investigaciones realizadas por Luis Vicente Elías, Salvador Velilla, Constantino Gil y Emilio Barco, que han quedado reflejadas en el libro El Rioja a la luz de un archivo familiar. Galo Lucas de Pobes, pionero del Rioja, impulsado por Pelayo de la Mata, XI marqués de Vargas y IX conde de San Cristóbal, además de presidente de Bodegas y Viñedos del Marqués de Vargas. Se trata de un trabajo científico que analiza por primera vez el archivo histórico del marqués de Vargas desde el siglo XVII, aportando nuevos datos y profundizando en la historia del vino de Rioja a partir de documentos de una de las familias a la que pertenecen algunas de las personalidades más importantes en el sector del vino.
Unas familias que parten de De la Mata y de Pobes Quintano, a quienes se les atribuye y con razón, ser creadores de los vinos finos de Rioja, los de estilo Medoc. Y el trabajo de investigación ha permitido conocer al detalle las principales familias de la rama materna de Pelayo de la Mata –Cañedo, De Pobes, Quintano y Gómez de Gayangos–, permitiendo entender sus profundas raíces agrarias. Según los investigadores, todo ellos tenían una gran capacidad de producción desde el siglo XVIII y el vino fue el eje principal sobre el que se basaba su actividad. Además, por la rama paterna, los De la Mata cultivaron viñas y elaboraron vino desde el siglo XVIII en Logroño y Valle de Ocón.
Especial relevancia tienen en la documentación publicada la familia de los Quintano, a quien se califica de cosecheros innovadores. Y es que, el renombre alcanzado por Manuel Esteban Quintano como impulsor de la novedosa elaboración del Rioja según los métodos franceses ya venía de tradición familiar. Originarios de un pueblo burgalés, Quintanomace, en el que actualmente solo vive una persona. Tras varias generaciones, en el siglo XVII se asientan en Labastida.
Éstas y las anteriores generaciones se fueron dedicando a las viñas y el vino y a la muerte de Diego Quintana dejó más de 11 hectáreas de viñedos, casas, un trujal y otros bienes, básicamente en Labastida, cifra que se triplicó a principios de 1700. Unas tierras que siguieron creciendo con el tiempo, algunas de ellas compradas al Ayuntamiento de Labastida en un momento de gran penuria municipal por las exigencias reales para que ese ayuntamiento y otros alimentasen a las tropas, aún a costa de liquidar su patrimonio, como le pasó a la villa bastidarra. Todos los datos de compraventas, incidencias, alianzas y casamientos están perfectamente documentados y narrados en el libro, que dedica una minuciosa descripción de las razones que llevaron a Manuel Esteban Quintano, que era clérigo, a plantearse los tres grandes retos que tenían sin resolver los vinicultores: la abundancia de vino de algunas campañas, los malos caminos para trasladarlo a otras regiones y la facilidad con la que al vino le entran los sabios alrededor del mes de mayo, pierde fuerza y se avinagra.
Por ello, Manuel Esteban y su hermano José marchan a Burdeos para aprender su técnica y comienzan a elaborar el vino al estilo Medoc, sumándose a ellos unos pocos vitivinicultores de Labastida. Pero aquello no fue un camino de rosas.
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Autores. Elías es licenciado en Filosofía y Letras, doctor en Antropología y, además, especialista en Etnografía y estudios de cultura tradicional. Velilla es diplomado en Magisterio y ha publicado obras y artículos centrados en Rioja Alavesa y Ayala. Gil es consultor y analista especializado en temas vitivinícolas y ha desarrollado trabajos de investigación. Y Barco es docente en la Facultad de Economía de la Universidad de La Rioja y académico del aula Pedro Vivanco de Cultura del Vino.