Paradójicamente, uno de los síntomas de que algo sigue vivo más allá de su existencia es la ausencia que deja. Ese sentimiento de nostalgia es una manera de que siga vivo Altos Hornos de Vizcaya un cuarto de siglo después de su cierre. Esas ausencias y, a la vez, vivencias las han recopilado Javier Rodríguez y Mario Montenegro en el libro Ausencias, una obra que, a través de fotografías y textos, narra historias de los trabajadores de la emblemática empresa de Ezkerraldea. "Hace treinta años me di cuenta de que merecía la pena recoger en fotos todo lo que ocurría en Altos Hornos de Vizcaya", recuerda Javier Rodríguez. Comenzó a hacer y recopilar instantáneas y de dicha tarea surgió un libro. "En aquel momento sentí que había hecho algo grande", rememora Rodríguez.
Pero el peso específico, la ascendencia de esa recopilación y ese libro se han ido enriqueciendo con el paso de los años. Se reeditó la publicación, se organizaron exposiciones con esas fotografías... Hasta que Javier buscó la vía para tratar de hacer crecer eso que había creado, darle otra dimensión. Así, al jubilarse decidió comenzar a trabajar en una reedición de aquel libro que elaboró hace tres décadas y así nació Ausencias. "Las fotografías estaban bien, pero nos faltaba contar las historias que sucedían en Altos Hornos, las vivencias de los trabajadores", asegura Rodríguez. En ese camino de perseguir historias, poner negro sobre blanco aquello que sucedía en la que, quizá, haya sido la empresa más importante de todo Ezkerraldea, Orlando Sáiz presentó a Javier Rodríguez y Mario Montenegro. Sin saberlo, estaban dando los primeros pasos de un proyecto que hoy ya es una sólida realidad. "Llegué a Barakaldo hace tan solo cinco años y a través de los relatos que me han contado los propios trabajadores de Altos Hornos he ido creando cuentos, historias en las que he buscado plasmar todo aquello que me han ido detallando y transmitiendo quienes formaron parte de la fábrica", explica Mario Montenegro.
Historias que son un legado que hay que ceder a los más jóvenes para que no se pierda la profunda huella que Altos Hornos ha dejado en Barakaldo. "Leer este libro es recordar aquellas historias anónimas de personas que fueron parte del relato de Altos Hornos. Porque no podemos olvidar lo que fuimos para recordar bien qué somos, por eso quiero agradecer a Javi y Mario que hayan dado el paso de recuperar esta parte de nuestra historia en un libro tan emotivo y sorprendente", indica Amaia del Campo, alcaldesa de Barakaldo.
Por desgracia, esas historias tienen un final triste, ya que el cierre de hace un cuarto de siglo marcó el punto y final de Altos Hornos. Pero los trabajadores de la empresa dieron muchas lecciones como, por ejemplo, la defensa de sus puestos de trabajo con la conocida como Marcha de Hierro. Perder Altos Hornos asestó un duro golpe a Barakaldo, algo a lo que tuvo que ir sobreponiéndose poco a poco. "Como ciudad sufrimos mucho, pero resistimos. Porque la historia de Barakaldo es una historia de trabajo, de lucha, de solidaridad, de esfuerzo. Ese carácter forjado en el hierro de Altos Hornos de Vizcaya nos hizo apretar los dientes y salir adelante", apunta Del Campo.
"la casa de todos"
Ángel Bosque fue uno de esos trabajadores que vivió los últimos días de Altos Hornos de Vizcaya. Al recordar lo que significaba la empresa, Bosque no lo duda y asegura que "Altos Hornos era la casa de todos y la aspiración de muchas personas", explica este hombre que trabajaba en el departamento comercial. Él entró en la empresa en 1977 con tan sólo 23 años, por lo que para Ángel Altos Hornos supone más de media vida. "Fue muy duro ver cómo Altos Hornos se iba desmoronando. Cuando la Marcha de Hierro ya se intuía que había muchas posibilidades de que aquello no acabara bien. Por fortuna, tras el cierre no tuve el porvenir incierto que esperaba a muchos compañeros. Ver a compañeros sin un futuro definido fue algo muy duro para todos", indica Ángel. Llegaron las prejubilaciones para unos, las recolocaciones y traslados para otros... Había que adaptarse a la situación, empezar a vivir, seguir adelante sin Altos Hornos.
Altos Hornos cerró hace 25 años, pero su espíritu sigue muy presente. Esa llama se reaviva, por ejemplo, con las reuniones que cada año convocaban los trabajadores, encuentros que confían en retomar cuando la pandemia remita. Encuentros en los que se narrarán historias como las que cuenta Ausencias, una obra que pone palabras e imagen al final de Altos Hornos.