Así lo recuerda Natalia Rojo, directora gerente de la asociación Autismo Araba, quien pone también el foco en la extendida incomprensión social hacia las necesidades específicas de las personas con autismo, una realidad que afloró especialmente durante aquel encierro domiciliario de hace año y medio.
"Muy duro"
"Fue muy duro", reconoce Solana en declaraciones a este periódico. Basta con recordar que en aquella época los insultos a las personas con TEA que salían a pasear, bien solas o bien acompañadas por algún allegado, se hicieron tristemente habituales pese a tener reconocido ese derecho.
Por fortuna, la mejora de la pandemia ha ido normalizando también poco a poco la actividad en el seno de Autismo Araba, que cuenta con alrededor de 200 familias asociadas –aunque el año pasado atendió a 300–. La población infantil con TEA tiene un peso muy importante y cada vez más grande en las rutinas de la asociación, en consonancia con el aumento de los diagnósticos.
"Tenemos un boom de niños. Hay un incremento muy grande, como también lo hay de esos diagnósticos", certifica la gerente de la asociación, quien reconoce sin embargo lo "positivo" que supone abordar el TEA de forma precoz y en edades tempranas. Nada menos que 180 menores han comenzado este curso alguna actividad adaptada de las muchas que oferta Autismo Araba.