Cuánto se le echa en falta en Olazti a Martín Mazquiarán Mendía (Altsasu, 1954), el médico que ha acompañado durante casi cuatro décadas a generaciones de olaztiarras; una persona que ha dejado huella en este pueblo de Sakana. Y es que en su consulta siempre encontraban una palabra amable; una actitud dispuesta y una profesionalidad que inspiraba confianza. Para reconocer y agradecer su trabajo así como visibilizar la importancia de la Atención Primaria, el Ayuntamiento de Olazti le cedió el honor de lanzar el cohete con el que arrancaron las fiestas de la localidad tras dos años de parón.
Lo cierto es que la situación ha cambiado desde su jubilación, con consulta tres días a la semana porque no se puede cubrir media plaza. Peor están en Altsasu y Ziordia, dónde la precariedad se ha vuelto norma estos últimos años, sobre todo a raíz de la pandemia. Frente la interinidad en la Zona Básica de Altsasu, con continúa rotación de profesionales que a los pacientes, sobre todo personas mayores y con enfermedades crónicas, les genera incertidumbre, estaba Martín Mazquiarán, que desde que llegó a Olazti en 1981, no se movió de esta plaza; una suerte que tuvieron en este pueblo de Sakana, y también durante un tiempo en la vecina Ziordia.
Cuenta que le costó elegir entre Magisterio y Medicina. Medio siglo después, se muestra encantado de haber tomado aquella decisión. “Si volviera a nacer, me gustaría ser médico de Olazti. Han sido años maravillosos”, asegura. Así, llegada la hora de la jubilación, decidió continuar unos años más. El plan se truncó cuando se contagió de covid, al principio de la pandemia, con un brote que llegó a Sakana de un grupo de personas mayores que había viajado a Benidorm. “Fue muy duro”, recuerda. Candidato a ingresar en UCI, estuvo hospitalizado 18 días, en absoluta soledad, cuando el personal sanitario tuvo que enfrentarse a una enfermedad desconocida y muy contagiosa. Después fueron ocho meses de baja, mucho tiempo para pensar y que le llevó a tomar la decisión de a jubilarse y vivir una nueva etapa, con 67 años.
Finalizada la mili y recién casado con Mª Dolores Garciandía, Martín Mazquiarán llegó a Olazti en diciembre de 1981, sin apenas experiencia. “Tuve mucha suerte con el practicante, Pepe Cardoso, una persona muy competente que me daba mucha tranquilidad”, destaca. Entonces el consultorio estaba en la parte alta del pueblo, cerca de la antigua N-1. Después se pasó a las antiguas escuelas y desde finales de los años 90 está en su ubicación actual, en la calle Iturritxo. Al principio se trabajaba las 24 horas, lo que obligaba a vivir en la misma localidad. “Estuvimos dos años viviendo de pupilos con José Oraá y Pepita Dorronsoro, que también me ayudaron mucho. Cogían el teléfono y me decían dónde estaban las casas”, recuerda, al tiempo que tiene palabras de agradecimiento para este matrimonio, ya fallecido. Lo cierto es que el sentimiento de gratitud aflora durante toda la conversación, especialmente dirigido a los y las olaztiarras “es gente muy maja”, asegura.
No obstante, reconoce que siempre hay algún paciente complicado. “Veía la lista y ya sabía que me iba a encontrar. Hay que tener psicología, seguirles la corriente”, observa, al tiempo que asegura que nunca ha tenido ningún problema con nadie. “Lo peor era en las guardias, te encontrabas con gente nerviosa y a veces tenía que oír de todo. Pero yo hacía mi trabajo”. Si bien en un principio hacía las urgencias de fin de semana con el practicante de Araia, y a la semana siguiente se invertía el orden, médico de Araia y practicante de Olazti. A mediados de los 80 se creó la Zona Básica de Altsasu, que incluía Olazti y Ziordia, con guardias compartidas. Posteriormente, en 2008, se puso en marcha el Servicio de Urgencia Rurales, con profesionales propios.
Un médico cercano en el que confiar
De talante campechano, desde el principio quiso ser Martín, sin el don. “La gente mayor se quitaba la boina y me llamaba don Martín. No me gustaba”, observa. Al respecto, señala que las personas mayores son las más resilientes. “Se quejan menos de los que se tienen que quejar. La gente de ahora demanda más”, apunta. Al respecto, comenta lo perjudicial que puede ser mirar en internet. “Siempre ha habido personas que leían en enciclopedias, pero ahora se mira más y se asustan”. En relación a los cambios en la Atención Primaria, señala que se ha avanzado mucho. “Cuando comencé solo tenía un fonendo y un tensiómetro. Ahora hay más medios y es una gozada. Antes, para hacer análisis de sangre, había que ir a Pamplona y te mandaban los resultados a los 4-5 días. Desde hace un tiempo, se hace en el pueblo y a las horas ya están los resultados. Por el contrario, ahora hay más listas de espera”, observa al tiempo que reivindica la importancia de la Atención Primaria.
La muerte forma parte de la vida de un médico, una etapa de la vida pero que a veces llega de forma trágica. “Lo peor de mi experiencia como médico fue un accidente con cinco muertos, una familia de portugueses, en Ziordia, antes de la autovía También recuerdo con mucha pena a una pareja joven que venía de Zurich, sin parar, y se mataron en la curva del Clinker”, lamenta