Se quedó a las puertas del premio del año habiéndolo ganado todo. El pasado sábado lució txapela tras la final de pala corta por parejas junto a Aketza Herrero. Dos semanas antes la había ganado en el mano a mano. Doblete en toda regla en la 80ª edición del Provincial El Corte Inglés de pelota y nueve txapelas regionales desde que sumara la primera en 2009. Esas dos buenas victorias, le hubieran bastado para ganar el Premio Ogueta si al navarro Iribarren, no se le hubiera ocurrido ganarlo todo en la modalidad de mano: el individual, el cuatro y medio y la final por parejas.
Oier Sáez de Cámara tiene 36 años pero parece un juvenil. “Con 15 kilos más estaría hecho un toro”, opina Sergio Martínez, con quien consiguiera dos títulos de Euskadi en 2011 y 2013; “parece más un modelo que pelotari”, suelta Martínez, “modelo de pasarela”, insiste. Las dos victorias en la Liga Vasca son “mis dos mejores triunfos”, resalta, “y la gran pena, la final perdida en el GRABNI, también con Sergio, contra los guipuzcoanos Eskisabel y Tibur”. Por aquel entonces, con 25 años cumplidos, “empecé a verme con un nivel más que aceptable”. La semifinal contra Bizkaia –se ganó el puesto en las eliminatorias frente a Rioja y Navarra– “quizá haya sido el partido más duro de todos los que he disputado”. Arrieta a quien sustituyera antes de aquella semifinal, Lacalle, Temprano y Sergio, “han sido mis referentes”.
Deportista “escrito con mayúsculas”, aporta Martínez, “porque además de pelotari –le viene de raza, su padre le llevó antes al frontón que a ningún otro sitio– Oier es un atleta que anda como un tiro en la montaña, con la bici y con los esquís... hasta los cubiletes se le dan bien”.
Hombre de club, buen compañero y de mucho carácter; “quizá debiera respirar dos veces antes de…”, pero nadie es perfecto. Miguel Ángel, el padre, dice del chaval que es “un buen tipo, algo callado, que le cuesta expresarse. Hay que ser más abierto, le digo yo”, reconoce. Oier, sin embargo, ha elegido otro perfil. De pocas palabras, sí, pero de decirlas “cuando toque”.
Oier y Temprano, jugarán una de las semifinales de cuero de la XL edición del Torneo de Navidad de Adurtza. Dieron la sorpresa en la previa, al derrotar a Beunza y Ramos de manera inesperada y habrán de vérselas con Mariñalena y Berrogi, pareja de navarros del Oberena, cuna de la herramienta de primer nivel, el viernes día 30, un día antes de la gran final. Antes, el 24, se jugará la primera semifinal con cuatro paletistas de renombre: Barón y Ziaurriz por un lado y los franceses Gavillet y Hourmat. “Este torneo”, dice Oier, “es una referencia para los aficionados con paladar exquisito”. Imanol y Baeza, los últimos campeones del mundo de pala corta, dos estrellas, estarán entre los participantes. “Baeza es, sin duda, el gran pelotari del momento”, reconoce Oier, “un rival y compañero excelente, un pelotari ejemplar, con dos manos imposibles de imitar, y nunca tiene un mal gesto”.
Cámara es, lo reconoce, “un pelotari caliente”, que necesita al lado alguien que “me sepa llevar”; Sergio Martínez es el compañero ideal, “con él juego tranquilo”. Calentura y afición le vienen por el padre, veterano percherón, con más pierna que Juanito Oiarzabal, habitual del trinquete que “de chaval, me apretaba lo suyo”. Miguel Ángel y Arantza, los padres, siempre estuvieron al lado, desde que “me metí en este mundo con siete u ocho años, cuando entré en la escuela de Mendizorrotza con Baltazar Otxoa”.
Íñigo Vigalondo sería uno de sus primeros compañeros en el escolar y en los Juegos de Euskadi. Lacalle y Olano moldearían una figura en ciernes, un cuerpo fibroso, un volcán incontenible que también echó mano de los sabios consejos de Otero y Valera en Errekaleor; “pero Adurtza es mi casa”. Con 16 años estaba hecho, “tenía un físico parecido al de hoy, era fino pero fuerte, con buena derecha… pero necesitaba mejorar muchas cosas”, entre ellas, jugar con la zurda a buen nivel. Era, ha sido, el siguiente eslabón, el relevo natural. En este sentido, afirma con cierto pesar, “no he terminado de asentarme entre los buenos de verdad”, y pone como ejemplo los años que jugó el estatal con el Puertas Bamar de Valladolid, el club de Pedro Martínez, dueño de la empresa, “donde nunca jugué suelto, con confianza”, debió ser la presión de hacerlo junto a los mejores, y “con tanta expectación alrededor”. El campeonato de España lo juega ahora con su club –“que bien nos viene su furgoneta” cuenta Sergio, “aún recuerdo como atravesamos Madrid cuando la Filomena aquella”–, mucho más tranquilo, “con la misma responsabilidad pero sin presión”.
Su compañera Leire y, sobre todo la hija de ambos, Libe le han traído “el gran cambio a su vida”, a sus hábitos, al ritmo del día a día; “aunque no he dejado de entrenar ni de jugar”. Tendríais que ver cómo mira Libe a su padre cuando juega. No pierde detalle, a pesar de sus pocos meses de vida.
Quizá haya perdido algo de golpe con el paso de los años, pero ha ganado tablas con la edad, y le toca ahora marcar un poco el camino de quienes vienen por detrás. “Hubo un parón, 10 años casi sin nadie a la estela de los grandes… pero, así, de pronto –suelta con optimismo– vienen chavales que me hacen ser optimista”. Y nombra a Aketza, a Xabi, a Julen Vacas.
Pelotari –“me quedan 4 o 5 años en la élite”– sobre todas las cosas y deportista de vocación, que lo mismo coge la bici, los esquís, o se calza las botas para subir un cinco mil. “Hace unos años”, cuenta el padre, “fue elegido para subir el Kilimanjaro en un proyecto de Escuela Deportiva durante el gobierno de Aznar, y hasta fue recibido por la ministra”. En la montaña aprendió a sacrificarse, a trabajar con constancia… “y es cabezón además”, concluye Miguel Ángel, virtudes que suelen y deben acompañar al deportista cuando busca cumplir un objetivo.
2022 ha sido un año excelente en lo deportivo y aún mejor en lo personal; “el curso acelerado de paternidad” que dice Martínez, le ha aportado reposo, sosiego, preocupaciones, sacrificios, alguna renuncia “pero muchas satisfacciones”.