La relación entre los padres y los profesores se ha ido transformando con el paso de los años, o más bien de las décadas. De apenas tener contacto directo entre ellos ha pasado a que, gracias a los correos electrónicos o los mensajes por WhatsApp, se puedan comunicar con más frecuencia. Y eso ha llevado también a que, entre interacciones más o menos sensatas, se cuelen también indicaciones o instrucciones de lo más absurdo que tratan de darles los padres en beneficio de sus hijos.
E-mails de padres
Así lo ha mostrado Gerard Alarcón, un profesor de Barcelona que triunfa con su cuenta @maestrodecolegio, con la que triunfa en Instagram (445.000 seguidores) y sobre todo en TikTok (1,5 millones de followers), donde muestra diferentes situaciones que se viven dando clases a adolescentes.
“Vais a alucinar con los mensajes que nos han mandado. Atención”, dice en un vídeo que en apenas dos días ha superado el millón de visualizaciones en la red social china. Lo que hace es leer tres correos electrónicos que le han llegado por parte de padres de sus alumnos, todos tratando de que sea el profesor el que cambie en lugar de que lo hagan sus hijos.
Adelantar el recreo
“Hola profesor, mi hijo siempre tiene hambre a las 10:30 y el recreo es a las 11:00. ¿Podría adelantar el recreo? No quiero que pase hambre, gracias”, dice el primero de los e-mails. Alarcón responde (en el vídeo, no al correo) con ironía. “Bueno, pues claro, y si hace falta le montamos una mesa con el mantel y unas velas para que coma…, bueno, fantástico”.
El color del boli
El segundo e-mail intenta que el docente cambie de color al hacer correcciones a su hijo, e incluso le sugiere cuáles podría utilizar, que no son precisamente tonos habituales en bolígrafos. “Le agradecería que no use bolígrafos rojos al corregir los exámenes de mi hijo. El rojo es un color muy agresivo y le genera ansiedad. ¿Podría corregir en rosa pastel o verde agua?”, le pide. “Claro, y con purpurina, no vaya a ser que el examen ataque”, contesta el docente.
Subir la nota
En el último caso directamente le solicitan que suba la nota a su hija, pero no porque no merezca la calificación recibida, sino por otro motivo más personal. “Ayer mi hija llegó triste porque le puso un 5 en un trabajo. Como su felicidad es lo más importante para mí, le pido que le suba la nota. Gracias”. Ante semejante mensaje, Alarcón hace el gesto de cerrarse la boca con cremallera y finalmente suelta un simple “vale”.