El equipo de La jaula de las locas se deja la piel cada noche para que el musical que interpretan estos días en el Teatro Arriaga despierte emociones a la altura de un espectáculo catártico. Desde su estreno en 2018, en el Teatro Tívoli de Barcelona, el equipo ha realizado más de 400 funciones. El reto al que se encomiendan cada día es mantener la tensión. Y no les resulta complicado. Aunque toda la maquinaria está engrasada para que todo salga a la perfección, el directo no da tregua a las equivocaciones humanas cuando el ritmo es frenético. “Lo que ves en el escenario es un tercio del trabajo que hay detrás. Están todos los técnicos alerta para los cambios”, asegura Ricky Mata, uno de los actores que vive en primera persona el caos del backstage, donde se ejecuta una segunda función.
Tras un estreno sin incidentes, los miembros de La jaula de las locas, dirigida por el carismático Àngel Llàcer, se han adaptado a la perfección al Arriaga, donde permanecerán hasta el 11 de septiembre. “Este teatro es uno de los mejores del Estado, los más cracks están aquí”, considera Ariadna Castedo, regidora titular del musical que ha conseguido amoldarse a la especificidad del edificio neobarroco sin dificultad. En sus camerinos han desplegado kilos de maquillaje, decenas de pelucas, tacones y vestuario a medida que requiere este colorido y exuberante musical, todo un clásico del género.
Ariadna Castedo, regidora titular
La memoria del ‘show’
A caballo entre lo artístico y lo técnico está la función de Ariadna Castedo. “El regidor es la memoria del espectáculo, es la persona que conoce todos los aspectos técnicos a nivel de función. Sabe cuándo se sube el telón, en qué momento entra un sofá o hay un cambio de vestuario. Y fundamentalmente da las órdenes al equipo de maquinaria y al de luces”, relata la regidora titular de La jaula de las locas, que lleva a sus espaldas más de 430 funciones. Es una de las responsables de controlar que todo está en orden y funciona como un reloj, una labor que requiere una atención exclusiva desde su centro de operaciones. “El estreno es el día más complicado, sobre todo en gira, porque las dimensiones de cada teatro son distintas”, admite Castedo, quien afirma que aunque después todo vaya “más rodado”, la tensión no disminuye porque siempre hay posibilidad de que se cometan errores o complicaciones propias del directo. “El otro día tuve que parar la función porque Àngel (Llàcer) se mareó”, revela la regidora con más de dos décadas de experiencia en su labor. “Los musicales están mucho tiempo en cartelera, son espectáculos que duran tres horas y el elenco ha de bailar, cantar y actuar. Pasan cosas. En todo ese tiempo la gente se pone enferma y se lesiona”, justifica la regidora, que tiene recursos para solucionar muchos de estos contratiempos.
Ricky Mata, actor
Sombra aquí y allá
El ritual del actor que interpreta a Jacob comienza una hora antes del espectáculo. “Empiezo a maquillarme y luego me pongo música para venirme arriba”, relata Ricky Mata, quien no requiere ayuda del equipo de caracterización para su particular metamorfosis. “Los camerinos son como Jumanji durante el espectáculo. Hay 140 cambios de vestuario. No soy el que más cambios tiene, pero los tengo que hacer muy rápido. De un maquillaje más femenino paso a uno masculino, y luego me estalla un horno en la cara y salgo con la cara negra”, explica el actor, quien confiesa que el otro día se le salió un tacón a un compañero y lo metieron en el número. “Todas gritaron: ‘¡El tacón!’. Improvisamos y el público aplaudió. Trabajar con Àngel (Llàcer) es así, es un terrorista escénico. Es como un niño con un juguete muy grande, no sabes por dónde va a salir”, asegura, antes de reconocer que es lo que hace se mantengan en vilo. “Si no esto sería el día de la marmota. Lo tenemos tan mecanizado que hay veces que estoy en el escenario pensando: Se me ha olvidado comprar macarrones. Relajarse hasta ese punto no mola”, reconoce el actor mientras sostiene una brocha. “El otro día no salieron unos zapatos míos a escena y esa cosa me hizo despertarme un poco”, reconoce.
Jordi García, dance captain
Velando el movimiento
“Conozco las coreografías de todos los bailarines y actores”, afirma el dance captain, quien se encarga de que el trabajo realizado por el coreógrafo se mantenga y se respete para que el público pueda ver exactamente lo que ha diseñado. Para ello es necesario mantener a los bailarines a rajatabla. “Veo unas tres funciones semanales desde fuera para ver que todas las coreografías están limpias de movimiento, de rítmica, que a nivel de posiciones esté todo colocado y no se choquen”, explica Jordi García, quien considera que, a veces, las repeticiones diarias hacen que cada uno amolde los pasos a su cuerpo. “Cada día hacemos un calentamiento obligatorio de 30 minutos para todos los actores y bailarines. Hay algunos momentos en los que se autoriza que pueda haber un mínimo de improvisación. Es un show que tiene que estar vivo. A veces hay que buscar una rigidez dentro de la coreografía pero sin olvidarnos de que estamos haciendo un cabaret y eso tiene que estar vivo. No es un ballet clásico”, reconoce el dance captain, una figura habitual de los musicales, antes de indicar que el Arriaga les permite acercarse mucho al público, lo que supone una ventaja.
“ Aunque la maquinaria está engrasada para que todo salga a la perfección, el directo no da tregua a las equivocaciones humanas ”
Andreu Gallén, director musical
Como la primera vez
“Es verdad que el primer día pensamos: Uy, no se han levantado al final. Pero más allá de eso el público se ríe y aplaude un montón”, expone el director musical sobre los espectadores bilbainos. Y es que Andreu Gallén debe medir si un aplauso necesita más o menos tiempo, o si hay que “apretar” más con una canción porque el público se está aburriendo. “Hay algo muy bonito de esto que es estar vivo. Y también transmitir la energía a los músicos o a la compañía”, explica Gallén, quien considera que “la repetición se afronta empezando cada día como si fuera la función cero”. En el Arriaga han desembarcado con los ocho músicos de la producción, algo que no es habitual durante las giras. “En este caso la música es muy importante porque estamos en el escenario. La potencia del directo se nota, es un plus de calidad”, afirma el director, que también toca el piano. “Hay otro al teclado. También tenemos cuatro vientos, una trompeta, un trombón y dos viento-madera que tocan varios instrumentos: flauta, clarinete y saxofón. Luego tenemos batería y contrabajo. Es una banda potente”, concluye.