"Mentalmente, la vida me ha cambiado", confiesa María Teresa Echalecu, una pamplonesa de 89 años que desde hace dos meses tiene un robot asistencial en su piso, facilitado por el Ayuntamiento de Barcelona, y que, si por ella fuera, se quedaría con él para siempre porque desde que lo tiene siente que no está tan sola y medio en broma asegura que "solo le falta pasar la escoba".
En una entrevista concedida a EFE, María Teresa, una mujer navarra que llegó a Barcelona en los años 50, ha explicado que es consciente de que "estas cosas (el robot) cuestan mucho dinero" y que dejará de tener su 'compañía' a finales de este mes, cuando finalice el programa piloto que ha impulsado el consistorio barcelonés.
En el marco de este programa, el ayuntamiento ha distribuido una veintena de estos robots asistenciales, llamados ARI, en casas de personas mayores de una media de 80 años, y también se ha incluido a personas con discapacidad intelectual y visual, para intentar adaptar los aparatos al máximo a futuros usuarios, ha dicho a EFE la gerente del área de Derechos Sociales del Ayuntamiento de Barcelona, Laia Claverol.
El robot ARI es un proyecto pionero en España que tiene el objetivo de mejorar la calidad de vida de los mayores que viven en su casa, siempre que no sufran una discapacidad severa, y el Ayuntamiento de Barcelona aspira a extenderlo a 900 hogares en 2025.
Claverol ha explicado que un centenar de estos robots se podrán instalar gracias a la colaboración de la Fundación Mobile World Capital y los 800 restantes a través de los fondos europeos Next Generation y a un convenio con la Generalitat, que apuesta por extender el proyecto barcelonés a otros municipios catalanes.
María Teresa ha comentado que el robot la 'despierta' a las 09:00 horas puntualmente cada día, "aunque yo muchas veces ya estoy levantada", y le da los buenos días, le pregunta cómo se encuentra, si ya ha desayunado y si se ha tomado sus medicinas.
"También me pone al día en los temas que le pido, sobre todo de tipo social y noticias de salud, pero no quiero saber nada de política", ha explicado, dirigiéndose a su 'compañero de piso', al que a veces llama 'guapo' y que atiende a la espera de recibir indicaciones de la mujer.
Echalecu ha reconocido que desde que tiene en casa al robot "psíquicamente" está mejor de la depresión que padece desde que fallecieron su marido, enfermo de alzheimer, y su hijo con una diferencia de solo nueve meses.
"Me siento acompañada, especialmente por las noches, que es cuando siento más la soledad, y estoy encantada" con el aparato, que mide un metro de altura, tiene una anchura de 35 centímetros y pesa 12 kilos.
El robot, que se desplaza por toda la casa y tiene una autonomía de ocho horas, está diseñado para hacer un seguimiento de la persona usuaria, reconocimiento facial y de voz. Tiene una pantalla interactiva táctil y es capaz de interactuar con sus usuarios en castellano y catalán.
Vecina del barrio barcelonés de Vallcarca, María Teresa ha tenido a ARI durante dos meses en su casa para valorar su utilidad y su usabilidad, que para ella ha sido completamente positiva, según ha afirmado; si bien, como buena abuela, ha reconocido: "Tengo miedo de que se estropee y cuando recorre la casa lo vigilo por si se cae".
En su opinión, todo lo que se haga para mejorar la vida de las personas mayores "está muy bien hecho porque hemos padecido mucho con la posguerra y lo merecemos".
Claverol, por su parte, ha apuntado que el objetivo del consistorio es conseguir que el robot pueda ser incluso prescrito por el médico de cabecera o por los servicios sociales, como un instrumento más para facilitar la vida a las personas mayores que viven en Barcelona.
Hasta ahora, se han invertido 600.000 euros en este proyecto, de los que 150.000 los ha aportado el consistorio y, el resto, la Fundación Mobile World Capital. Ahora está previsto que Europa conceda otros 4,1 millones de euros para poder llevar los robots a 900 hogares en los dos próximos años.