Vitoria despierta mientras muchos noctámbulos apuran sus últimas horas de juerga en una ciudad todavía extasiada por el reencuentro festivo.
Son casi las 7.00 horas y numerosos gasteiztarras más, madrugadores y mucho más serenos, incluidos los primeros blusas y neskas, se dirigen hacia la plaza de la Virgen Blanca para revivir uno de los actos que hacen de estas fiestas un acontecimiento único.
Un Rosario de la Aurora en recuerdo "a los que por las circunstancias nos faltan", según se escucha a través de la megafonía instalada en el corazón de la ciudad, que este 5 de agosto ha recuperado toda su esencia tras dos años de parón obligado. Sentido y multitudinario.
Himno de la Virgen Blanca
Las campanas del reloj marcan las 7.00 horas, suena el himno de la Virgen Blanca y la procesión, encabezada por la figura de la patrona, parte desde la calle Mateo Moraza, enfila la cuesta de San Francisco y gira después, cada vez más numerosa, hacia la de San Vicente.
Amanece y, en medio de un silencio apenas roto por el tránsito de las furgonetas de limpieza y el ruido de los vidrios rotos esparcidos por el suelo de la plaza del Machete, las lecturas de los misterios del Rosario se suceden y la creciente multitud reza los sucesivos Padre Nuestro y Ave María.
La comitiva recorre la calle Santa María, baja por Txikita, se detiene y los rezos adquieren más intensidad, antes de bajar por el tramo final de Correría, girar a Herrería y después a Diputación con destino final a la Virgen Blanca. Una plaza ya impoluta y lista para acoger la posterior Misa de la Aurora.