Al escuchar el nombre de Juan Antonio Señor, lo habitual es relacionarlo con su paso por el Real Zaragoza, donde se convirtió en una auténtica leyenda, o recordar sus andaduras con la selección española –aún resuena en la cabeza de muchos aficionados su tanto en la histórica goleada frente a Malta–. Sin embargo, nada de esto habría sido posible, o no de la misma manera, si años antes no hubiera vestido la zamarra del Deportivo Alavés.
Señor (Madrid, 1958) fichó por el conjunto babazorro en 1978, cuando aún tenía solo 20 años, y previamente pasó por la cantera del Real Madrid y el Ciempozuelos, en el que irrumpió como una de las sensaciones de la Tercera madrileña. Su golpeo de balón al sur de la capital llamó la atención de muchos ojeadores y fue Txema Zárraga, histórico gerente albiazul, quien consiguió cerrar su incorporación antes que los demás pretendientes.
Ya en Vitoria-Gasteiz, donde fue “muy feliz” durante tres campañas, comenzó a fraguar su leyenda en el mundo del balompié, y así lo rememora el propio exjugador alavesista en su conversación con este periódico: “Mi recuerdo del Glorioso es fantástico. Llegué siendo el chavalín del grupo, compaginando el servicio militar en Gamarra con el fútbol, y disfruté de un crecimiento paulatino, pero muy enriquecedor y productivo”.
En su primera temporada en el Alavés no pudo jugar todo lo que le hubiera gustado, pues, como él mismo menciona, la ‘mili’ le restó bastante tiempo, sin embargo, poco a poco fue haciéndose un nombre en la plantilla. “Aunque no conseguimos ascender ninguno de los tres años, el segundo y tercer curso fueron fundamentales para mí. Me sentí muy ávido y eso me permitió aprender mucho de los compañeros que me rodeaban”, admite Señor.
El exjugador madrileño coincidió con babazorros históricos como Basauri, Bea, Quiles, Salamanca o Valdano y centró su atención, entre otros, en Astarbe e Igartua, con el que compartió multitud de minutos en la medular gasteiztarra. “Me fijaba en sus detalles, en cómo funcionaba lo que hacían. Sinceramente, me resulta muy difícil quedarme con uno o dos nombres, pero tengo claro que fueron importantísimos en mi crecimiento”, explica.
En relación con esto último, Señor recuerda con cariño una de sus primeras experiencias de grupo en el Glorioso: “Por aquella época, los veteranos nos animaban a los jóvenes a salir a tomar algo todos juntos. «Vente a la cuesta», me decían. Y parece una tontería, pero eventos así son muy positivos para hacer vestuario. Además, es algo que extrapolas e intentas aplicar años más tarde, como hice cuando fui capitán del Zaragoza”.
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Si se echa un vistazo a sus registros con el Alavés, uno puede observar que su mejor ejercicio fue el último. Tras dos campañas a las órdenes de Txutxi Aranguren, con el que se estuvo muy cerca de ascender a Primera, García de Andoain se puso al frente del banquillo y, pese a que terminaron octavos, los babazorros estuvieron muchas jornadas peleando por las tres primeras plazas gracias, en parte, a los más de diez goles que marcó el madrileño.
“Fue una temporada preciosa. Jugábamos bien al fútbol y, con un poco más de regularidad, podríamos haber terminado arriba. Aquel año destapé un poco mi esencia de centrocampista con llegada y gol y asumí la responsabilidad de lanzar los penaltis. La pena es esa, que me marché de Vitoria con el Glorioso en Segunda”, manifiesta Señor, quien se reencontró en Zaragoza con otros exalbiazules como Morgado, Valdano o Badiola.
LA AFICIÓN ALBIAZUL, EN LA MEMORIA
Ahora bien, si hay algo que Juan Señor nunca va a olvidar de su etapa en el Paseo de Cervantes, es lo mucho que le marcó la hinchada del Alavés. “Es una afición muy diferente a la de otros sitios. Es agradecida, fiel y te alienta continuamente, sin importar las circunstancias. Eso, aunque muchos digan que no, lo notas en el campo; sobre todo, si vives el fútbol con la misma pasión que yo”, cuenta.
Y ese recuerdo, aún presente a día de hoy, es el que le acompañó en su longeva y flamante etapa en el Real Zaragoza. Allí, en La Romareda, jugó nueve temporadas y levantó una Copa del Rey, siendo siempre titular. En consecuencia, recibió la llamada de la selección española (41 veces internacional) y tuvo la oportunidad, aparte de participar en la goleada a Malta y la Eurocopa de 1984 en Francia, de disputar el Mundial de 1986 en México.
A las órdenes de Miguel Muñoz, y con Andoni Zubizarreta, con el que coincidió en su etapa babazorra, en la portería, salió como revulsivo en los partidos de fase de grupos frente a Brasil, Irlanda del Norte y Argelia y, pese a que no pudo actuar en octavos, sí fue decisivo en cuartos, cuando marcó el gol del empate frente a Bélgica. España terminó cayendo en penaltis, pero con acierto de Señor, que engañó al histórico guardameta Jean-Marie Pfaff.