"Yo soy pasión. No concibo la vida sin belleza", afirma Fernando Botanz sentado sobre un sofá cubierto por una funda blanca delicadamente bordada. Por eso, precisamente, quiere vivir rodeado de objetos que él considera bellos. Sombreros y vestidos de la Belle Epoque, fotografías antiguas, libros, muchísimos volúmenes cubiertos por ajadas tapas rojas, verdes o azules y decorados por ribetes dorados. Y es que Botanz viaja al pasado - al periodo comprendido entre 1880 y 1920, concretamente - todos los días de su vida. Para este guipuzcoano asentado en Bizkaia, incluso algo tan cotidiano como comer o cenar es un retorno al pasado, ya que lo hace con "cubiertos que tienen 120 años" en platos de porcelana de Limoges. Aún así, hay un día en el que ese viaje se intensifica, se corporiza en todo su esplendor: el último fin de semana de junio, cuando se celebra el desfile 1900.
UNA VUELTA A LA VIDA
Mañana sábado, 25 de junio, Fernando Botanz presentará la undécima edición del Desfile 1900. Las calles más emblemáticas de la villa volverán a ser testigo del vaivén de individuos caracterizados como miembros de la alta burguesía bilbaina de principios de siglo. Para Botanz, éste no es solo un desfile. También es una fiesta popular porque "está abierta a la participación de todo el mundo". Define esta edición como una "vuelta a la vida" después de dos años que han estado inevitablemente marcadas por la pandemia y en los que, por suerte, no ha tenido que anular la cita. "Parece que desde el cielo me estaban ayudando mis seres queridos. Según se iba acercando la fecha, las cifras - de contagios - mejoraraban", afirma satisfecho.
Esta particular cita de la agenda cultural de la villa, que tiene una duración aproximada de tres horas, requiere de una preparación de la que se encarga única y exclusivamente Botanz. Él solo, sin ayuda, reparte más de 1.000 carteles por la villa para promocionar el evento y organiza al milímetro cada detalle. Por ejemplo, el recorrido que sigue con los participantes está "minuciosamente estudiado".
UN RECORRIDO HISTÓRICO
Botanz y los suyos parten, a las 12.00 horas, de la plazuela de Santiago, donde se encuentra la catedral del mismo nombre. "A esa hora, hace 100 años, se rezaba el ángelus. Todo el mundo dejaba lo que estaba haciendo para orar", explica. El desfile, "al ser una evocación al año 1900", tiene que empezar ahí y así, según el artista. Desde allí, continúan el recorrido por la calle Bidebarrieta para dirigirse al Ensanche y a la Gran Vía. "Nos metemos por la calle de Ledesma y, directamente, vamos a la iglesia de San Vicente." - donde se realiza una pequeña parada - " Y, de ahí, otra vez a la Gran Vía para terminar, a las 15.00 horas, en el Palacio de la Diputación", detalla Botanz.
Las calles que se recorren no han sido elegidas aleatoriamente, tienen un sentido y cuentan una historia. "Es una forma de enseñar al mundo que el recorrido tiene un sentido; de la villa medieval avanzamos hacia el ensanche y la Gran Vía porque eso fue el despegar de Bilbao", afirma el coleccionista.
Enseñar es, además, una de las razones por las que Fernando Botanz decidió invertir su tiempo en organizar este peculiar pasacalles. "Lo organizo para enseñarles a los niños y a los niñas de Bilbao que ocurrió en el Bilbao de sus bisabuelos o tatarabuelos", afirma Fernado. También lo hace por las personas mayores cuyas sonrisas al ver el despliegue, según Botanz, indican que "les trae recuerdos".
UNA "ÉPOQUE" NO TAN "BELLE"
La Belle Epoque es, en definitiva, el periodo histórico por el que vive el artista. Aún así reconoce que ésta solo fue, en efecto, belle para los que "vivían muy bien". "El resto de los mortales - los mineros, por ejemplo - "morían de silicosis con cuarenta años", reconoce el artista, que es muy consciente de la desigualdad social que imperaba en la villa de principios de siglo. "La pasionaria se levantó porque, mientras los obreros vivían en la miseria, los dueños de las fábricas lo hacían en suntuosos palacios", añade. Aunque, eso sí, confiesa que él, como buen amante de la belleza es exquisito, y confiesa que "le gustaría estar" en uno de esos palacios.
UN PRESENTE DESALENTADOR
Botanz, pues, sabe que ningún tiempo pasado fue necesariamente mejor. Aunque, eso sí, cree que en el tiempo presente, en el, aquí y el ahora, existen muchos conflictos. "Lo veo en las clínicas de salud mental, que están a rebosar, en las consultas de psicólogos y psiquiatras, en el índice de suicidios€", asegura. Además, también le parece preocupante que un viaje en tren no pueda tener una conversación con nadie porque "todo el mundo" está más pendiente de la pantalla del teléfono móvil que de lo que ocurre a su alrededor. "Me parece insano. Algo no va bien en esta sociedad", dice.
Todas estas cosas, que le hacen rabiar, no importarán este 25 de junio. Ya desde su casa, mientras se viste, irá transformándose. Ese día Fernado Botanz no será él mismo, sino alguien que vivió muchos años atrás. En Bilbao, sí, pero en una ciudad muy distinta a la que conocemos, y de la que sólo quedan las paredes de los edificios que se construyeron en la época. Cuando el reloj de la torre de la catedral marque las 12.00., Botanz será feliz. El desfile 1900 habrá comenzado.