Nada más llegar a la exposición que ha montado en la Casa de Cultura de Sangüesa, Jenaro Laborra se sincera: "En Navarra debería haber un museo para estas cosas". A penas pasan unos minutos de las siete de la tarde y recién abiertas las puertas de la muestra en el palacio Vallesantoro, van llegando a la sala las primeras personas. "Vengo todos los días para explicar cada cosa a quien lo pida", adelanta Laborra, mientras observa su recreación de una escuela de las primeras décadas del siglo pasado, en las que transcurrió su infancia y la de su generación.
A sus 73 años esta es la quinta exposición que inaugura en este espacio, en el que ha organizado exposiciones de cartelería de los años 30 y 40, latas de hojalata o cromos culturales desde 1900 a 1940. Su origen radica en la casa que Laborra adquirió en Sangüesa y que desde 2014 acoge su museo, el museo Casa Jenaro. "Mis hijos Gonzalo, Isabel y Eduardo tienen afición por esto y me ayudan mucho", relata Laborra.
La muestra de este año le ha costado una semana de montaje. Al frente, una gran pizarra verde y una mesa de maestro con plumas, tintero y reglas , encabezan una línea con cuatro pupitres. En este espacio se evoca la escuela de antaño. Y aunque no se puedan sentar, porque ni el mobiliario ni los objetos se pueden tocar, los mapas, fotos, plumas, lapiceros y otros muchos juguetes permiten a antiguos alumnos hacer un viaje en el tiempo. A una escuela de la que guardan recuerdos felices combinados con otros sombríos de aquellas escuelas nacionales austeras y duras de la posguerra en las que imperaba la norma de "la letra con sangre entra".
Desde que está abierta la exposición, ha pasado por ella alumnado de entre 9 y 13 años de edad. Cuenta Laborra que en estas visitas les explica para qué se utilizaba cada cosa, algunas tan lejanas como las pizarras individuales con borrador de trapo.
Sueños de infancia
Entre todo lo que se exhibe, el autor explica con especial interés un grupo de recortes de papel donde alumnos de la década de los 40 respondían a una pregunta sobre qué deseaban hacer en el futuro. A lápiz los niños de la posguerra expresaban sus sueños como que ante una invasión de España "daría la vida por defender la patria", u otros más prosaicos, que Laborra lee entre risas, como que el mayor deseo de un joven fuera "ser molinero" y el de otro, "dedicarse al placer". Jenaro Laborra barajó otras ideas para la muestra de este año. Una de ellas giraba en torno al mundo del vino y de las viñas. "Pero eso será para otro año", declara.
Un museo como legado
Tras una vida de trabajo en Elizondo, Laborra volvió a Sangüesa, donde están los orígenes de su familia. Compró a unas primas el inmueble nº 16 de la calle Isidoro Gil de Jaz y construyó una pequeña vivienda y el museo. "Ahora mismo tengo que decir que no a muchas cosas que me ofrecen porque ya no tengo espacio ", explica. Prácticamente completo, en el último tiempo en el museo Casa Jenaro han entrado una radio antigua y un gran paragüero.
Opina Laborra que en Navarra hay necesidad de crear un gran museo que agrupe objetos de décadas pasadas como los que hay en el suyo. Y para ello mira a la Administración. "En este tiempo he tenido el apoyo de muchas personas, de las instituciones no tanto", lamenta. En su horizonte está lograr la consideración oficial de museo. "Quiero que alguien me diga los requisitos para que se considere Casa Jenaro como un Museo. Eso es lo que quiero dejar a mis hijos", concluye.