Lo que se preveía como un vuelo tranquilo de algo más de dos horas hasta una de las ciudades más visitadas del mundo acabó convirtiéndose en una mala experiencia para un vitoriano que la semana pasada aprovechó el puente de San Prudencio para irse de vacaciones.
Coger un vuelo low cost conlleva algunos 'sacrificios' para que el verdadero ahorro se note en el bolsillo. Y eso lo saben los viajeros como Luis R., un vitoriano de 45 años que voló de Santander hasta Roma para pasar cuatro días en la capital italiana.
Por ejemplo, viajar con poco equipaje y con la mochila a cuestas es importante para no tener que facturar una maleta, de tal manera que no haya que pagar en ningún avión.
Otro truco es que si vas en pareja, viajar en asientos separados es más barato que intentar coger los asientos juntos.
De hecho, muchas aerolíneas separan habitualmente los asientos de parejas, familias y grupos y obligan a un pago extra si se desea estar juntos.
En el caso de Luis, todas estas prácticas las tenía claras: viajaba con su mochila y en el asiento de ventanilla, pero separado 20 filas de su pareja.
Otra cosa que encarece el vuelo llega en el momento en el que el viajero se plantea comprar una bebida o un bocadillo a bordo. Realmente nadie entiende por qué cuesta tanto la comida y la bebida que sirven en los aviones.
Una hora para aterrizar
A falta todavía de una hora para que el avión aterrizase en Roma, Luis llamó a una azafata para pedir un vaso de agua.
"Como iba sentado en ventanilla, no me parecía bien hacer levantar a los otros dos pasajeros para coger un poco de agua en el baño", ha contado este vitoriano a DNA.
Su sorpresa fue mayúscula cuando la azafata le dijo que no iba a llevarle un vaso de agua.
"Me explicó que si quería agua me tenía que comprar la botella. Yo le dije que solo necesitaba un poco de agua en un vaso, nada más. Que solo era un favor para no tener que levantar a los demás pasajeros y beber en el baño".
A pesar de la insistencia de Luis, la azafata se negó y provocó que otros pasajeros se posicionaran a favor del turista vitoriano.
"Varias personas que viajaban a mi alrededor me dieron la razón. No entendíamos por qué si tenemos sed y queremos un poco de agua, no nos pueden traer un vaso, aunque viajemos en clase turista y con una aerolínea de bajo coste. No hace falta gastar dinero en una botella en ese caso", explicaba Luis a DNA muy convencido de sus derechos.