La pretemporada no ha hecho más que arrancar y el remozado Baskonia se encuentra por razones obvias en un fase embrionaria, pero algunas pistas del nuevo proyecto ya pueden intuirse tras la disputa de los tres primeros partidos ante el Zaragoza, el Murcia y el Manresa. El resultado es lo de menos a estas alturas porque se trata de llenar el tanque de combustible, adquirir los automatismos necesarios y buscar una química ideal para afrontar con garantías una de las temporadas más complicadas que se recuerdan.
Sin embargo, queda claro que, por la configuración de la plantilla y a la espera de ese último refuerzo que todavía no ha aterrizado en el Buesa Arena, gran parte de la suerte azulgrana dependerá del papel de la pareja de bases reclutada este verano. Después de que el Baskonia recibiera un jarro de agua fría con la negativa de Wade Baldwin a renovar y tras desestimar la posibilidad de que Jayson Granger cumpliera su segundo año de contrato debido al bajo rendimiento del uruguayo durante el pasado curso, el club necesitaba dos primeros espada para brindar consistencia al timón.
El baloncesto se ha convertido de un tiempo a esta parte en un juego donde los pequeños resuelven la identidad del ganador en los partidos con su pegada desde la larga distancia. Pues bien, disponer en este sentido de jugadores desequilibrantes y de gatillo fácil constituye un filón que el Baskonia no podía permitirse el lujo de desaprovechar.
De momento, las mejores sensaciones llevan la firma de Thompson, algo que tampoco resulta extraño teniendo en cuenta su conocimiento del baloncesto europeo tras haber competido con anterioridad en Italia y Rusia. El base con pasaporte transalpino ha entrado con muy buen pie en Vitoria y en poco tiempo ya ha dejado muestras de que es un jugador con un buen equilibrio a la hora de anotar y repartir juego. Ya dijo en su presentación que uno de sus objetivos radicaba en hacer mejores a sus compañeros y lo está llevando a la práctica con un baloncesto de un marcado sentido coral.
El deseo de Thompson de brindar rigor, aportar la pausa necesaria o alimentar a Kotsar mediante el pick and roll ya es una realidad mientras avanza en su conocimiento de otros jugadores a la hora de buscar nuevos socios. Todo hace indicar que la infinita paciencia acreditada por el Baskonia para que se desvinculara semanas atrás del Lokomotiv Kuban ruso estaba justificada, si bien el de Tennessee –como el resto– aún tiene un pronunciado margen de mejora.
Paciencia con Howard
La adaptación de Howard a una nueva realidad baloncestística, en cambio, está siendo algo más laboriosa, aunque eso tampoco debe sorprender a nadie. No cabe duda de que responde a otro prototipo de base más imprevisible y con algo de manga ancha para saltarse a la torera algunos sistemas ante su facilidad para desenfundar desde la larga distancia.
En la derrota ante el UCAM Murcia gastó munición a mansalva, pero sus tiros no siempre vinieron precedidos de una buena selección. Algo hasta cierto punto esperado por el club y el propio Howard, ante el titánico reto de verse catapultado a la fama en Vitoria tras un discreto protagonismo en la NBA.
Predestinado a actuar durante muchos minutos como escolta –en su presentación aseguró sentirse cómodo en esa posición–, Howard aún busca su progresiva puesta a punto para responder a las ambiciosas expectativas del Baskonia. En ataque tendrá mucho que decir, mientras que sus escasos 178 centímetros pueden propiciar atrás serios quebraderos de cabeza a Peñarroya.
De lo que no hay duda es que, con sus virtudes y sus defectos, Howard y Thompson están llamados a capitanear un proyecto que, en un contexto de máximas dificultades, no renuncia a convertirse en una alternativa al poder establecido tanto en la ACB como la Euroliga. Ambos deberán hacerse con las llaves de un equipo que deberá comportarse más que nunca como tal para compensar la inferioridad azulgrana en cuanto a talento y físico respecto a otras interminables plantillas del Viejo Continente.