Desde que participan en el programa Kideak, Halim aprende euskera con Elur, Orreaga tiene que defenderse de la ironía que ella misma ha enseñado a Abde, Lola ve el futuro personificado en Tawfiq y Loubna ha encontrado en Marina a alguien con quien hablar y un sitio al que volver: un hogar. Todas estas personas han enlazado sus vidas gracias a la mentoría, una metodología social por la que personas voluntarias acompañan, comparten tiempo y aconsejan a jóvenes sin acompañamiento familiar en Navarra.
Estos voluntarios se convierten en sus figuras de referencia y favorecen su desarrollo personal y una sociedad más inclusiva. Desde que se puso en marcha en verano de 2021, el programa Kideak del Gobierno foral ha brindado apoyo a 90 jóvenes (85 chicos y 5 chicas de entre 18 y 23 años) procedentes de Marruecos, Argelia, Ghana, Gambia, Senegal, Guinea Conakri y Perú.
Abde y Orreaga: pasos hacia la vida adulta
En la actualidad, Kideak cuenta con 42 parejas de mentoría aunque la mayoría extienden su relación voluntariamente más allá de la duración establecida en el programa, y crean relaciones de amistad duraderas. Ese es el caso de Orreaga Ibarra y Abdessamad Ait Bah, que se ven una vez a la semana y chatean por whatsapp casi todos los días.
Abde, marroquí y estudiante de mecánica en CIP Virgen del Camino, no se me imaginaba hasta dónde iba a llegar su relación el día que se conocieron. “Mis educadores me habían explicado que la mentoría era una persona con la que juntarse, conocerse y con quien compartir conocimiento y experiencias”, explica.
Aunque las parejas se hacen tras un pequeño análisis psicológico de ambas partes, estas no saben quién será su par hasta el día en que se conocen. “Yo ni siquiera sabía si era chico o chica”, recuerda Orreaga. En su caso, esta orientación también ha ido dirigida a facilitar la búsqueda de una habitación donde vivir. “A mí se me haría muy duro que un hijo mío estuviera solo viviendo en una habitación y que nadie se preocupara por él o le preguntara qué tal está. Me gustaría que no comiese solo, porque a veces ha tenido que compartir piso con personas que ni le miran a la cara, pero encontrar una habitación es muy difícil por mucho que vaya con referencias”, confiesa esta madre de dos hijos.
Halim y Elur: amistades que rompen prejuicios
Elur Ulibarrena conoció la mentoría social a través de su trabajo en la red Civivox. En su caso, Halim le ha enseñado muchas cosas que “igual él ni sabe”. Por ejemplo, aspectos relacionados con su cultura, la marroquí, con su forma de pensar y con su espiritualidad. “Tenemos muchos prejuicios y cuando conoces una historia de primera mano, desmontas muchos mitos”, declara.
En esa reciprocidad, Halim ha hecho amistad con el hijo de Elur y ha aprendido mucho de ella y de su marido. “Me explican la historia de Navarra y eso me anima a estudiar. También me ayudan cuando tengo exámenes porque hay muchas palabras técnicas que no entiendo”, dice refiriéndose al curso de fabricación mecánica. Además, Halim también aprovecha para aprender algo de euskera con Elur.
Loubna y Marina: apoyo imprescindible
Un matiz importante de Kideak es que está dirigido a jóvenes sin apoyo familiar en Navarra, lo que en algunos casos no quiere decir que no tengan familia, sino que a menudo, por diversas circunstancias de la vida, esas personas adultas no están presentes en su vida o no pueden ejercer como adultos de referencia. Este es el caso de Loubna Bellit, que también ha podido formar parte de este proyecto y así mejorar su autoestima, verse respaldada y salir de una situación emocionalmente difícil. Para eso, tuvo que trasladarse de Tudela a Pamplona. “Mi salud mental no estaba bien y necesitaba desconectar, airearme. Por eso, cuando me preguntaron que me gustaría hacer con mi mentora, respondí que andar”.
Tras muchos paseos, la situación vital de esta joven de 20 años es diferente. Vive sola en Pamplona, está a punto de terminar un grado medio en atención a personas en situación de dependencia, es voluntaria en Anfas y trabaja cuidando a dos niños y en otros trabajos esporádicos.
Tawfi y Lola: un colchón de responsabilidad afectiva
Tawfiq Salif llegó a Pamplona poco antes de la pandemia y reconoce que fue una época muy complicada, en la que apenas pudo conocer la ciudad, ni relacionarse con otros chavales. Ha sido ahora gracias a Lola Vicente, su mentora, cuando ha encontrado alguien con quien socializar y sentirse arropado. Está terminando un curso de soldadura y cuenta con orgullo cómo han reparado una de las lámparas ornamentales del consistorio pamplonés.
El acompañamiento que ofrece una mentoría va mucho más allá de la formación, los aspectos culturales o el apoyo habitacional. Apela, sobre todo, al ámbito emocional. Lola explica que Tawfiq, que dejó Ghana siendo menor de edad, es una persona muy independiente y valiente, pero que no tiene mucha autoestima.