Hay frases que están grabadas en la memoria del osasunismo. Acuden a la mente como ecos del pasado en momentos que el equipo necesita una ayuda extra, un camino que seguir, un empujón moral. Podría escribirse un libro con todas ellas. Ayer recordé unas declaraciones de Patxi Puñal tras la final de Copa de 2005. Si digo la verdad, las he tenido todos estos años en la cabeza cada vez que Osasuna quedaba eliminado de la Copa. “Ojalá no tengamos que esperar otros 85 años para celebrar una cosa de estas”, dijo el 10 eterno. Desde ese día sigo descontando años con la esperanza siempre de que no lleguen a los 85; y así se van consumiendo desde entones torneo tras torneo. Diecisiete han pasado desde la última vez, que también es la primera. ¿Tendrán que transcurrir los 68 años que faltan para estar en otra final? ¿Y si la cuenta terminara en 2023?
El partido de ayer es un presagio y también la constatación de que esta vez se puede llegar lejos y cuando digo lejos no me detengo en esa semifinal que pidió como deseo el presidente Luis Sabalza. Aquí somos muy dados a lanzar las campanas al vuelo cuando al menor chispazo intuimos que se acerca el fuego. Pero el equipo de Jagoba Arrasate viene dando motivos para creer en sus posibilidades. Porque de lo que no queda duda es de que compite hasta el final. El otro día leí un tuit en el que un aragonés reclamaba para su tierra la propiedad del “nunca se rinde” que ahora lleva pegado a su piel Osasuna. Recordaba que esa atribución la hizo Benito Pérez Galdós en su Episodios Nacionales cuando glosaba la resistencia de Zaragoza a las tropas francesas. Aquí no se trata de quitar lemas a nadie, pero tampoco de negar lo evidente. Los rojillos lucharon ayer hasta el último segundo por seguir persiguiendo este viejo sueño. Reaccionaron las dos veces que el Betis tomó ventaja en el marcador y en la prórroga porfiaron todavía por un tercer gol. No recuerdo ahora mismo un partido reciente en el que los jugadores se entregaran con tanto esfuerzo, que no dieran síntomas de resignación, que le pelearan cara a cara al Betis, que no les temblaran las piernas en la ruleta rusa de los penaltis. La forma como Osasuna ha superado esta ronda todavía de octavos de final ha sido la propia de un equipo ambicioso y también de una plantilla comprometida.
Aimar Oroz, que en principio no iba a ser titular, se echó el equipo a la espalda y dio un recital de manejo del juego. Rubén García desplegó el aroma de gran futbolista de sus dos primeros años. Kike Barja, sin oportunidades ni minutos en los últimos compromisos de Liga, fue un estilete en la banda izquierda sembrando el pánico en la defensa verdiblanca desde que entró en el minuto 70. Y qué decir de Sergio Herrera, ahora inmerso en esa diatriba que sufren los porteros cuando los domingos ven los partidos desde el banquillo: yo creo que todo el mundo rojillo sabía que su guardameta iba, al menos, a parar un penalti. Tengo la impresión de que la clasificación la celebró el equipo más que en su día el pase a la final cuando eliminó al Atlético de Madrid. Osasuna ha dado un gran paso, pero de momento tiene que pasar el examen de cuartos. La confianza es infinita. Ojalá no haya que esperar...
Confidencial
Osasuna quiere mejorar el contrato de Aimar Oroz. Cuando el pasado mes de junio Osasuna amplió hasta 2026 el contrato de Aimar Oroz, ninguna de las partes podía prever el impacto mediático posterior. Ahora, el club quiere mejorarle el contrato, lo que implicaría también un aumento de la cláusula de rescisión, fijada actualmente en 28 millones.