El afilador Maximino Arias abrió el negocio en el 18 de la calle Mañueta. Entonces era 1903, y a estos menesteres se dedicaron los Arias hasta que el salmantino Ramón Caneda “en 1938, todavía en pleno golpe de estado fascista, asumió en traspaso esta cuchillería”. En una calle como la de la Mañueta, con comercios tan famosos como la churrería o la tienda de zapatillas, la cuchillería Caneda es desconocida. Y eso que su fachada es para pararte seguro. “Fíjense bien en esas dos puertas armadas hasta los dientes. Parecen el cinturón de un suicida”, describe Paco Roda.
Es de esos comercios “que te atrapan y no sabes muy bien por qué”. Hoy sigue afilando, de la mano de la tercera generación de los Caneda.