Tan inesperado como real fue el desplome de la selección española en Zaragoza en un regreso que le hizo alejarse, tres meses después, de sus señas de identidad, recuperando la inestabilidad defensiva y la falta de colmillo en área rival, así como la imprecisión con el balón debido a la ausencia de sus habituales referentes, especialmente Pedri y Ferran Torres, en una derrota ante Suiza que obliga a ganar a Portugal en su casa.
Seguro que fue algo pasajero, fruto de una mala noche, pero la selección española se alejó más que nunca del patrón que impone Luis Enrique Martínez como seleccionador. No mostró sus cualidades técnicas en la abrumadora posesión (74%), siempre una de sus principales virtudes, especialmente imprecisa en el primer acto con pérdidas continuas de balón. De 803 pases intentados, completó con éxito 719, un dato difícil de encontrar en sus partidos.
No ejerció su habitual presión asfixiante sobre el rival. Al no morder arriba, la recuperación llegaba lejos del área rival y rebajó su eficacia en fase ofensiva, traduciéndose en ataques previsibles con centros sin rematador (de trece solamente uno acabó en remate). Fue una de las consecuencias de la apuesta de Luis Enrique por una prueba que no funcionó, jugar sin un 9 puro disponiendo de Álvaro Morata y Borja Iglesias.
La idea de Luis Enrique fue premiar a Marco Asensio por su gran labor en los entrenamientos y, de paso, buscar una variante inesperada por los potentes centrales suizos. “Pensé en un nueve diferente que nos da más asociación”, reconoció el seleccionador. En lugar de buscar el pulso físico del uno contra uno, la pelea en el juego aéreo, los quiso sacar de zona para que jugadores de ataque y de segunda línea encontrasen espacios por los que sorprender.
No ocurrió y la realidad es que quedó demostrado que Asensio no está cómodo jugando en punta, alejado de la banda donde siempre puede encarar o ir hacia dentro para soltar su disparo lejano. De espaldas a portería estuvo incómodo y para mostrar sus ganas de devolver a Luis Enrique la confianza que ha depositado en él en los últimos partidos, pese a sus pocos minutos en el Real Madrid, tuvo que retrasar en exceso su posición, desapareciendo de la zona de remate para poder tener contacto con el balón. Así inventó el gol, fruto de una acción individualidad de alta calidad, que metió a España por momentos en el partido.
El relevo de Sergio Ramos en el centro de la defensa lo asumió con naturalidad Aymeric Laporte. Su rendimiento fue inmediato y sus ausencias las paga caras la selección. Eric García y Pau Torres mostraron la debilidad habitual como pareja, junto a la falta de contundencia y los excesivos nervios ante cualquier ataque de Suiza. Cada llegada del rival dejaba peligro por la mala actitud defensiva del bloque. El centro del campo no encontró forma de taponar a los rivales y tanto Shaqiri como Embolo jugaron con comodidad.
21 ataques suizos, por 52 de España, les sirvieron a los visitantes para disparar en más ocasiones a la puerta defendida por Unai Simón (5) que a España en la de Sommer (4). Esto refleja la fragilidad defensiva que quedó patente en los dos saques de esquina que costaron los goles. Errores de marcaje que permitieron a Suiza explotar su superioridad en acciones a balón parado y castigar a una selección insuficiente.