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Una lección valiosa para el Athletic de cara a la vuelta

Iñaki Williams dispara y Giorgi Mamardashvili detiene el balón en el partido de ida de las semifinales de la Copa disputado en San Mamés.
Iñaki Williams dispara y Giorgi Mamardashvili detiene el balón en el partido de ida de las semifinales de la Copa disputado en San Mamés.

El poso de frustración que deja el primer asalto de la semifinal de Copa es consecuencia directa de la distancia que hubo entre la expectativa y la realidad. Cómo no va a sentar mal que al amparo de San Mamés y con el momento de juego del equipo, generosamente reflejado en las dos peliagudas rondas previas, el desenlace acabe favoreciendo al Valencia. Es lógico que en la estimación previa de lo que sería el partido influyese ese punto de euforia que el Athletic alentó con su rendimiento y los seguidores magnificaron, sin reparar demasiado en la talla competitiva del rival. Tan lógico como lo fue, y conviene subrayarlo, que Marcelino advirtiese de antemano de que costaría mucho doblegar al cuadro de Bordalás y se remitiese al encuentro de vuelta para conocer el signo del emparejamiento. Después del partido, el técnico rojiblanco, en tono resignado, volvía sobre esas palabras y no tenía inconveniente en admitir que el 1-1 refleja con fidelidad la igualdad que existió.

A veces, de forma inconsciente, se olvida que la ilusión que produce el título de Copa no es algo exclusivo del Athletic y su entorno. El torneo posee idéntico o similar aliciente para el resto de los conjuntos que accede a la antesala de una final. El ambiente que se palpa en Bizkaia no difiere del que inunda la provincia levantina. De ahí que se asista a batallas tan feroces como la recién vivida en La Catedral. No será menos intensa la que en febrero acogerá Mestalla. El Athletic persigue con ahínco un título que se le niega con reiteración en los últimos tiempos. El Valencia suspira por reeditar el conquistado en 2019, precisamente con Marcelino en el timón. Lo tiene fresco en la memoria y es fácil imaginar la trascendencia que en el plano personal tendrá para Bordalás, que en su dilatada carrera no se ha visto en otra igual.

Ahora, ambos clubes se la juegan a una sola carta. Sin duda no será con los condicionantes que el Athletic pretendía. No obstante, el marcador no supone un perjuicio grave una vez anulado el valor doble del gol en campo ajeno en caso de empate. Es una pena haber desaprovechado el factor campo, baza que ahora pasa a ser propiedad del Valencia, pero tampoco se trata de algo determinante, de hecho así se demostró el jueves. Marcelino no minusvaloraba el potencial del oponente y seguro que sus hombres estaban aleccionados en este sentido, sin embargo se vieron impotentes para desplegar su repertorio.

La vuelta está abierta. Hay que hacer un gol más que el contrario y punto. Una meta que va a exigir una mejora respecto al nivel ofrecido en Bilbao. Marcelino estuvo correcto, atinado, en su análisis. Echó de menos una versión más inteligente de sus futbolistas. A su juicio no interpretaron correctamente lo que el duelo reclamaba y llegó a apuntar un déficit de ambición. Especialmente a partir del descanso, que se alcanzó con ventaja. El equipo no supo apretar para ampliar la cuenta, mientras que el Valencia fue creciendo más y más, lo que le sirvió para hacer su gol y controlar la situación. Basta con reparar en la incidencia ofensiva de los rojiblancos, paupérrima. A un solitario remate, de Berenguer, se redujo el balance en ataque del anfitrión. Tampoco antes la cosa fue para tirar cohetes. De la actuación del novato Mamardashvili lo más destacable fue una pifia a cesión de un compañero.

No estuvo el Athletic a la altura. La dinámica del encuentro le engulló, incapaz de replicar con sus argumentos a la áspera y anunciada propuesta del Valencia. La mayoría de las piezas llamadas a activar los resortes que permiten cargar con la iniciativa y dotar de profundidad a su fútbol, no comparecieron. Al menos, no con el peso preciso. Se salva Raúl García, los demás, Muniain, Yuri, Berenguer o Williams, apenas aportaron lo que de ellos se espera. El tesón y la agresividad visitantes difuminaron su imprescindible contribución al trabajo colectivo, esa sin la cual el Athletic encuentra grandes dificultades para beneficiarse de su estimable balance sin balón.

el colegiado

Por supuesto que para que la valoración sea completa ha de juzgarse la labor del árbitro. Munuera Montero no es ajeno al perfil de los contendientes. Sabía de sobra que le tocaba dirigir un choque de trenes, en cuanto a que tanto Athletic como Valencia basan buena parte de su fútbol en el derroche físico. Si a ello se agrega la singular personalidad del cuadro visitante, su querencia hacia la pelea cuerpo a cuerpo y el provecho que intenta extraer de las interrupciones, entonces solo puede reconocerse que no acertó a la hora de establecer el criterio idóneo a fin de facilitar que el juego fluyese. Dicho sin rodeos, perjudicó al Athletic. Transigió en exceso con ese catálogo de trucos que por mucho que forme parte de este juego se ha de modular. Esa es su principal función.

Se dice que agua pasada, no mueve molino. La ida ya es historia, pero brinda una magnífica lección de cara a la vuelta. Luego, igual el partido se resuelve con holgura y discurre por otros derroteros, pero el Athletic debe tomar buena nota.

2022-02-13T08:22:02+01:00
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