Aunque haya sido sufriendo, con mucho dolor y buscando soluciones a los imprevistos, Mauri Imaz, Turkiolo, ha logrado su objetivo. El durangarra completaba el camino de unir Urkiola con la catedral de Santiago de Compostela, y lo hacía corriendo 223 kilómetros, hasta que su tobillo no pudo más. Todavía le faltaban 490 kilómetros para llegar a su destino y cambió el recorrido a pie por otro en bicicleta. “La verdad que ha sido muy duro, pero he podido llegar. Turkiolo ayuda y se adapta, lo ha vuelto a demostrar. Las cosas vienen como vienen y hay que intentar darles respuesta; no queda otra. Lo he hecho por Durango, mis sobrinos y todos los niños. Está muy claro que necesitamos un hospital y espero que los que toman las decisiones se den cuenta de ello y actúen”, defendió el durangarra insistiendo en su ruego de que la localidad cuente con un centro hospitalario.
El objetivo era completar su reto corriendo y hacerlo en una plazo de siete días. Sin embargo, una lesión de tobillo le obligó a completarlo en bicicleta y finalmente, llegó a la catedral de Santiago de Compostela en un tiempo de cuatro días y diez horas. Todo comenzó en la madrugada del pasado día 12. Con la niebla presente en el Santuario de Urkiola y un frontal para poder ver, Turkiolo inició su carrera a las 03.30 horas. En la primera etapa completó 105 kilómetros llegando a tierras burgalesas, en la segunda se detuvo en la catedral de Burgos para seguir y realizar un total de 93 kilómetros. Esa madrugada inicio su tercera etapa con problemas en su tobillo izquierdo para realizar 25 kilómetros cojeando. Tras darse cuenta de que era imposible continuar así, Turkiolo habló con Joaquín Areso, más conocido como Notariolo y su apoyo con la furgoneta desde el inicio de la aventura. “Me animó para seguir en bicicleta porque tenía el tobillo muy hinchado y era imposible seguir corriendo. Lloramos, nos despedimos y le pedí que se marchara porque quería seguir solo en bicicleta”, reconoció Turkiolo.
Dormir 18 horas en cuatro días
En la cuarta etapa del durangarra, la primera subido a la bicicleta, completó 220 kilómetros, la quinta otros 190 kilómetros para terminar la sexta con los últimos 80 kilómetros que le permitieron llegar el domingo a las 13.00 horas, a la catedral de Santiago de Compostela. Objetivo cumplido. “En esos cuatro días dormí 18 horas repartidas en descansos de tres, tres, seis y seis horas. Ha sido muy duro en lo físico y sobre todo en lo psicológico”, repasó sobre la exigencia del reto.
Tras unir Urkiola y Santiago de Compostela, Mauri Imaz se desplazó al hospital de Vigo para valorar el alcance de la lesión de su tobillo izquierdo. “Me dijeron que no había nada roto. Lo tenía súper hinchado, parecía el tobillo de una embarazada. En ningún momento me torcí el tobillo; la inflamación fue por el exceso de esfuerzo. Los baños en el mar a 14 grados me han venido fenomenal y estoy mucho mejor”, reconoció tras completar su reto y ya con mejores sensaciones.
El pasado miércoles, día que en un principio pretendía llegar Turkiolo a la catedral, varios amigos se desplazaron a Santiago de Compostela con la idea de recibirle y acompañarle en un momento tan emotivo. Esta vez fue él quien les esperaba ansioso de abrazarles y contarles la experiencia vivida. Ese día, una buena mariscada regada de fresco Ribeiro sirvieron para disfrutar de una merecida comida con su gente.
Una vez más, lo más sorprendente de todo ha sido que en este segundo desafío Turkiolo tampoco tenía mucha experiencia con las carreras a pie. Y es que en el primero, no había montado nunca en bicicleta y completó durante un año las ascensiones a Urkiola, arrancando a las 06.30 horas para poder compaginarlo con su jornada laboral.
Recuperándose en su Durango natal del esfuerzo físico y psicológico, Turkiolo pone punto y final a su segundo reto. Ahora tienen muy claro que estar tranquilo. “Yo ya he hecho bastante durante todo este tiempo. Es el turno ahora de los que toman decisiones; son ellos los que tienen que actuar. Quiero insistir en la importancia de fomentar el turkiolismo, que es actuar sin pereza ni egoísmo”, zanjó Turkiolo.