Fue de forma inconsciente o, cuanto menos, inesperada, porque –tal y como ellas mismas reconocen– casi lo habían olvidado. Pero consiguieron hacer historia y es que en la mente de pocas personas queda ya la figura de las madrinas en los Sanfermines, aquellas mujeres elegidas por los socios de los círculos taurinos de Pamplona y las peñas que, durante las fiestas, acompañaban al delegado o presidente cuando éste era invitado a actos oficiales. Un rol que se remonta a los años 30 del pasado siglo en un contexto muy concreto: el de las becerradas organizadas por Los Irunshemes a beneficio de las colonias y cantinas escolares.
Las madrinas sólo podían asistir a las becerradas y participar en los bailes que organizaba cada agrupación, representaban a las peñas pero ni siquiera podían ser socias de pleno derecho. Y ese era el papel al que se reducía la participación femenina en las fiestas en tiempos en los que tenían que vestir, eso sí, de acuerdo con los “cánones de la elegancia” de la época (tal y como luce una de las imágenes que acompañan esta información); bien con mantón y peineta, bien con vestidos camperos o elegantes sombreros para “encajar” en un escenario que no las tenía en cuenta. En el que no podían participar, hasta que algunas dijeron basta.
Socias de pleno derecho
Explican que ya por aquel entonces había mujeres que, en las peñas, demandaban entrar como socias de pleno derecho. “Y también había gente en contra de la elección de madrinas, sabían que era algo como de otra época. Se unió todo”. Así que pensaron que esa pequeña maniobra había pasado totalmente desapercibida –reconocen que fue un año complicado, “pasó todo lo de Germán”–, pero lo cierto es que ya en el 79 La Única no eligió madrina. Fue la primera en renunciar. “Y la primera que, más tarde, eligió presidenta”, recuerdan.
La ceremonia de selección solo se celebró otra vez en el 79, “con un acto en la plaza del Castillo, más discreto”. Al año siguiente nada. Y asumen que tampoco se lo esperaban pero gracias a ellas, pioneras, el cuestionamiento ciudadano sobre la figura de la madrina recibió un impulso que resultó definitivo para su desaparición dos años después.
Lamentan eso sí, que 40 años más tarde, ese “no a las agresiones” que defendieron en su pancarta siga siendo necesario. “Poco han cambiado las cosas para el tiempo que ha pasado”, denuncian. También reclamaban más participación y reconocen que aún hoy el espacio público “sigue siendo complicado” de conquistar. “El desfile de las peñas era para ellos, era de chicos. Hasta que no llegaban a la altura del Bar Espejo no se podían meter las mujeres. Incluso había un día del marido suelto, el ‘dimasu’: llevaban un cartel firmado por ‘la parienta’, como le llamaban ellos, que les daba permiso para bailar con otras mujeres”.
Tenían 20 años entonces pero había muchas cosas que les chirriaban. Que no les gustaban, y por las que sabían que merecía la pena luchar. Buscar ese cambio.
“Estábamos tan convencidas de lo que decíamos… Para nosotras era muy injusto: en muchos sitios no teníamos cabida y había muchas mujeres que pensaban lo mismo. Contábamos con el apoyo del grupo, lo habíamos discutido, pensado, no teníamos apuro porque sabíamos que teníamos razón. Aunque tampoco esperábamos que la reacción fuera positiva, estábamos tan acostumbradas a no pintar nada en ningún sitio...”, dicen. Al año siguiente se encerraron en el ayuntamiento “por la despenalización del aborto”. Ya para entonces les habían sacado “de los pelos” de alguna que otra manifestación. Pero eran (y son) incansables. Menos mal.