La represión desatada en Donostia tras su ocupación por las tropas fascistas en septiembre de 1936 se cebó no solo en las personas sino también en los símbolos que mejor representaban el carácter de la ciudad y sus habitantes. Una de las primeras medidas tomadas por las nuevas autoridades fue la prohibición de la tradicional Tamborrada del día de San Sebastián. La prohibición se mantuvo durante los tres años que duró la guerra (1936-1939) en los que solo se celebraron los actos religiosos correspondientes a la festividad del patrón de la ciudad.
No era la primera vez que, por unas u otras razones, los donostiarras se quedaban sin su Tamborrada. Lo excepcional fue que la Tamborrada de 1937, prohibida en Donostia por las nuevas autoridades fascistas, se celebrara en Bilbao, llenando de animación y ambiente festivo la Gran Vía, El Arenal y el Casco Viejo de la capital de la Euskadi republicana.
Con la guerra, el paseo de El Arenal no solo mantuvo su cualidad de punto neurálgico de la vida bilbaina, sino que su condición de mentidero se acentuó con la contienda. Flanqueado por cafés tan frecuentados como el Arriaga o el Boulevard y hoteles como el Arana, el de Inglaterra o el Torróntegui –en el que se alojaban los corresponsales de la prensa extranjera– El Arenal se convirtió en caja de resonancia de los principales acontecimientos que tenían que ver con la guerra.
Por allí solían desfilar camino del frente muchos batallones que, tras cruzar el puente sobre la ría, se dirigían a la estación de Atxuri para tomar el tren que habría de acercarles a sus posiciones de combate. También desfilaban por allí, de regreso de primera línea, los batallones relevados del frente que, en este caso, solían marchar en sentido contrario: puente de El Arenal arriba por la calle de la Estación [la actual calle Navarra] hasta llegar a sus acuartelamientos del Ensanche, no sin desviarse algunas veces para desfilar por la Plaza Elíptica, donde se encontraba el Hotel Carlton, sede oficial del Gobierno vasco y residencia del lehendakari Aguirre. Estas circunstancias acentuaron la función de El Arenal como altavoz de los asuntos relacionados con la guerra. Los refugiados guipuzcoanos, que habían llegado por miles a la capital vizcaina empujados por la marea bélica, adquirieron muy pronto la costumbre de frecuentar e El Arenal para enterarse tanto de las últimas noticias –y bulos– sobre la guerra como de las novedades que el goteo de refugiados procedentes de la zona franquista podía proporcionarles acerca de lo sucedido en sus pueblos de origen.
Fue seguramente en uno de estos conciliábulos informales de refugiados donde debió fraguar la idea, entre vindicativa y nostálgica, de celebrar la popular Tamborrada del día de San Sebastián en la capital vizcaina. Por los periódicos de la época sabemos que la idea cuajó y que quienes se encargaron de llevarla a cabo fueron miembros de las MAOC de Gipuzkoa, que poseían un arma esencial para ganar la alegre e incruenta batalla que se proponían ganar: una banda de música.
Las MAOC (Milicias Antifascistas Obreras y Campesinas) fueron en sus orígenes una fuerza paramilitar de orientación comunista creada en 1933. Tomaron parte en la Revolución de Octubre de 1934 y fueron disueltas tras el fracaso de esta, pero fueron reorganizadas a comienzos de 1936, en vísperas de la victoria electoral del Frente Popular para –entre otros cometidos– dar protección a dirigentes socialistas y comunistas, y defender los locales y las manifestaciones de las organizaciones de izquierdas de las actuaciones violentas de Falange Española y otras formaciones de extrema derecha.
Ideario comunista
Muchos de los miembros de las MAOC formaban parte, a su vez, de las JSU (Juventudes Socialistas Unificadas), la organización en la que en marzo de 1936 se habían fusionado las Juventudes Socialistas y la Unión de Juventudes Comunistas de España. Gran parte de los militantes y los cuadros del Partido Comunista de Euskadi procedían de las JSU y las MAOC. Durante la guerra, organizaron dos batallones, el ‘1º de las MAOC’ (Batallón Larrañaga/3º de Euzkadi) y el ‘2º de las MAOC’ (Batallón Gipuzkoa/60º de Euzkadi).
Fieles a su ideario comunista, los organizadores de la tamborrada decidieron aprovechar la oportunidad para recaudar fondos para la campaña pro Komsomol. El Komsomol era un mercante soviético que el 14 de diciembre de 1936, en el curso de su tercer viaje a España con provisiones para el gobierno republicano, fue interceptado y hundido por el crucero franquista Canarias en aguas internacionales, a medio camino entre Cartagena y Argel. Este acto de piratería contra un buque soviético –en teoría neutral– tuvo importantes consecuencias ya que, a partir del hundimiento del Komsomol, la Unión Soviética dejó de utilizar su flota mercante para el transporte de armas y otros suministros a la España republicana. Para asegurar los fletes de víveres y material de guerra, el gobierno de la República tuvo que recurrir a la contratación de barcos mercantes de terceros países. Para compensar la pérdida del Komsomol, el PCE y el resto de las organizaciones y partidos republicanos de izquierdas iniciaron una campaña de recaudación de fondos con los que adquirir otro barco con el fin de entregarlo como regalo de desagravio a la Unión Soviética.
En todo el territorio leal a la República se crearon comités interpartidistas para llevar adelante esta campaña. En la Euskadi republicana se puso en marcha el Comité Nacional de Euzkadi pro-KOMSOMOL, que tenía su sede en Bilbao y cuyo secretario general era Antonio Bueno Fernández. En este comité estaban representadas todas las fuerzas del abanico político de la izquierda vasca, desde los anarquistas hasta Acción Nacionalista Vasca.
Así las cosas, el 20 de enero de 1937, festividad de San Sebastián, El Arenal de Bilbao se convirtió por unas horas en el equivalente a la Plaza de la Constitución donostiarra. Una multitud acompañó a la tamborrada de las MAOC durante su desfile Gran Vía abajo después de hacer los honores al lehendakari Aguirre, que según relató el diario Euzkadi Roja, salió al balcón de la Presidencia para presenciar la actuación de los cocineros, tambores y barrileros donostiarras. Junto a ellos, recordaba el mismo diario, “figuraba una carroza alegórica de Donostia con una gran concha en la que iba una lindísima camarada koxkera”.
Reflejo en prensa
A mediodía, tras llegar la comitiva a El Arenal, la tamborrada y la banda de música de las MAOC actuaron en el kiosco del paseo bilbaino y, ya por la tarde, en una kalejira que, como informaron en sus respectivas portadas el vespertino La Tarde y el diario Eguna, hizo un alto a su paso por el Casco Viejo de la capital vizcaina ante el número 17 de la calle Correo –donde estaban situadas las redacciones de los diarios nacionalistas La Tarde, Eguna, Euzkadi y el deportivo Excelsius– para interpretar, entre otras piezas, el Eusko Abendaren Ereserkia. Los doce diarios que se editaban en Bilbao durante la guerra, incluido el deportivo Excelsius se hicieron eco del acontecimiento. Algunos, como La Gaceta del Norte, El Noticiero Bilbaíno, Euzkadi Roja, La Tarde y Eguna incluyeron fotos de la Tamborrada. La foto de la actuación de la Tamborrada en El Arenal que publicaron La Tarde y Eguna parece, por su ángulo de tiro, que fue tomada desde uno de los pisos altos o la terraza del Hotel Torróntegui, que se encontraba al fondo de El Arenal, junto a la plaza de San Nicolás. El Noticiero Bilbaíno fue más allá y publicó en su portada tres fotos de la Tamborrada a su paso por las calles bilbainas. En una de ellas se veía la carroza alegórica con la gran concha que citaba Euzkadi Roja. Este último diario y La Gaceta del Norte llevaron el acontecimiento a sus portadas, con fotos muy parecidas de la Tamborrada durante su bajada por el puente de El Arenal. El periódico de los comunistas vascos también informó de la realización de actos similares en Amorebieta, Durango, Gernika, Bermeo y Lekeitio, entre otras localidades.
La festividad de San Sebastián también se celebró en las trincheras, donde los combatientes guipuzcoanos aprovecharon la relativa calma del frente en esos días de enero para realizar improvisadas tamborradas, empleando para ello cajas, cacerolas, sartenes y todo tipo de objetos susceptibles de ser utilizados como ocasionales instrumentos de percusión.
En contraste con la celebración de la insólita Tamborrada de Bilbao, en Donostia –donde las nuevas autoridades franquistas trataron de justificar como pudieron la prohibición de la Tamborrada– la nota dominante de la jornada fue el silencio. Así lo atestiguó el vespertino falangista Unidad en su edición del 20 de enero de 1937: “Con sobriedad sin zaragatas, ruidos y músicas callejeras, desterrando por una vez las tamborradas y banquetazos clásicos en este día, concentrándose en sí misma como corresponde al momento trascendental en que vivimos, San Sebastián ha celebrado hoy la festividad de su Santo Patrón con solemnidad y brillantez...”
Los donostiarras no estaban para celebraciones, ni solemnes ni brillantes. La entrada de los franquistas en Donostia en el mes de septiembre de 1936 desencadenó en la ciudad una oleada de represión sin precedentes: 380 donostiarras fueron asesinados por los franquistas entre septiembre de 1936 y enero de 1942. Miles de vecinos de la ciudad fueron detenidos. De los 80.000 habitantes que la ciudad tenía en 1936, más de la mitad habían huido para evitar caer en manos de los franquistas. Según cálculos efectuados por las autoridades ocupantes, en el momento de la “liberación” solo quedaban en Donostia entre 30.000 y 35.000 de sus habitantes habituales, unas cifras aterradoras que desmienten el empeño de los ocupantes por subrayar la pretendida normalidad de la celebración.
El autor: Iñaki Berazategi
Periodista de larga trayectoria vinculada a la radio y a la prensa escrita. Trabajó en Herri Irratia y como corresponsal en Euskadi de diferentes publicaciones de la oposición antifranquista. Fue corresponsal en París de ‘Diario 16’ y ‘Cambio 16’. De regreso a Euskadi, se incorporó como director de Informativos al equipo fundacional de Radio Euskadi, donde también ha sido jefe de programas y editor, y presentador de diferentes programas y espacios informativos, culturales y de entretenimiento como ‘Euskal Graffiti’ o ‘El Altavoz de la Memoria’. También ha sido columnista de los diarios ‘Egin’ y ‘Gara’. Durante años ha investigado la memoria sonora de la II República, la Guerra Civil y la Resistencia Antifranquista, sobre la cual tiene un archivo personal único de gran valor documental. También es autor del libro ‘1936. Memoria de un conflicto’, escrito junto a Javier Domínguez y editado por EITB.