El Kutxabank Araski inicia hoy (20.30 horas) oficialmente una nueva campaña. Lo hace ejerciendo como anfitrión de la Supercopa en Mendizorroza ante el Spar Girona y en busca de una final que significaría empezar el curso con una sonrisa. Una alegría que llenaría de ilusión a todos los araskizales, en especial a muchos integrantes de este proyecto que llevan toda su vida en el club, como es José Antonio Molinuevo.
Parece mentira que cuando alguien menciona la palabra Araski, venga a la mente ese gigante en el que se ha convertido aquel proyecto que comenzó en 2010. Un club que no ha parado de crecer desde que sus integrantes iniciales pusieran las primeras piedras. Los avances se han dado gracias, en parte, al esfuerzo y trabajo de muchas personas que están en la sombra. Molinuevo es miembro de la directiva del club desde sus inicios y aún recuerda con nostalgia aquellos duros inicios. “Es imposible olvidar esas reuniones hasta altas horas de la mañana en las oficinas de Olaranbe para que finalmente el Abaroa y el equipo de la Universidad del País Vasco unieran sus caminos”, rememora el directivo.
Prácticamente 12 años donde se ha podido vivir de todo y. A día de hoy cuando se echa la mirada atrás, destaca, “nos viene todo ese camino recorrido, ese esfuerzo empleado y todas las satisfacciones por nuestro trabajo. Además, es muy bonito ver cómo la gran mayoría que comenzamos este proyecto continuamos en el barco”. Al mismo tiempo se acuerda también de esos miembros que tuvieron que marcharse y “dar un paso a un lado por diferentes cuestiones, como Livia López, a quien guardo un gran cariño”. Es más, Molinuevo valora toda esta evolución con una metáfora. “Antes decían que vendíamos humo cuando íbamos a buscar colaboradores o patrocinadores y ahora ya vendemos una marca de confianza. Ahora hay gente que se identifica con nuestros valores y eso es muy bonito para nosotros”, remarca.
Por mucho que sea de los veteranos y lleve a sus espaldas una trayectoria tan longeva dentro del Araski, Molinuevo es de los que más trabaja y nunca para hasta que todo está en orden. Prueba de ello es que la frase, “el primero que llega y el último que se va” le viene como anillo al dedo, ya que es una definición de su personalidad.
Fama de gruñón
A pesar de ello, el directivo se sonroja cuando recibe halagos. “Tengo fama de gruñón y de echar la bronca a todo el mundo, pero es algo normal, ya que con tanto trabajo hay días que te estresas. Además, me gusta llevar las cosas muy bien organizadas y que los imprevistos sean los menos posibles”, enfatiza.
Aunque siempre se mencione que hay mucho trabajo por detrás que no se ve, el buen hacer de Molinuevo sí se puede apreciar a diario. Como el día de la presentación de la plantilla, donde fue el último en irse tras recoger todo lo organizado. Sin embargo, esa dedicación casi espartana no resulta fácil. “Si hay un partido, tienes que montar todo con anterioridad y si ha habido algún otro encuentro, monta y desmonta. A todo eso hay que añadirle viajes, llamadas, negociaciones y mucho más. Eso sí, todo esto es algo que yo hago contento. El día que vea que no aporto nada o no me reporta todo lo que estoy haciendo, barajaré otras posibilidades, pero de momento estoy muy feliz con el grupo que tenemos”, admite.
En ese sentido, Molinuevo subraya de forma rotunda que él solo no podría sacar todo el trabajo que hay. “Toda la gente que hay detrás y que me apoya hace una labor increíble y les estoy eternamente agradecido”. Eso sí, no desaprovecha la ocasión para admitir que los tiempos sí han cambiado a la hora de encontrar manos derechas. “Cada vez hay menos y se nota que antes había más compromiso. Es algo en lo que estamos trabajando y estos días tenemos charlas de voluntariado en la UPV para mostrarles a los universitarios lo que es nuestro proyecto”, afirma.
En cuanto a todas sus vivencias, es muy difícil resumir tantos años en una charla. Eso sí, cuando piensa en todos esos momentos alegres, es inevitable referirse “a Cáceres, Girona, Salamanca o Avilés, o la fase de ascenso a LF2 Zaragoza en el Campeonato de España cadete o el Campeonato de España júnior en Canarias. Con todo esto quiero comentar que las alegrías no solo las dan las del primer equipo, también nuestra cantera”, destaca el directivo del Araski.
Orgulloso de su hija
Por otro lado y como es lógico, el nombre de Cristina Molinuevo, su hija que ha pasado por todas las categorías inferiores del club, sale a relucir. “Me siento muy feliz cuando pienso en todos los momentos vividos con la selección española. Yo, como padre, solo puedo decir que me siento orgulloso del esfuerzo de mi hija por haber podido compaginar su carrera de medicina con el baloncesto. Ahora lo único que espero es que haya servido de ejemplo para muchas niñas, y vean que es posible hacerlo”.
Eso sí, el directivo también quiere recordar todos esos momentos duros en los que, asegura, “yo me iba a la cama y al acostarme, la luz debajo de su puerta me indicaba que no podía despedirme ni decirle buenas noches; he de admitir que me siento disgustado porque las chicas no puedan dedicarse a jugar a baloncesto, ya que económicamente no es posible y no les permite vivir de ello”.
En el otro lado de la moneda están los aspectos negativos. El directivo admite que “no acabo de acostumbrarme, a pesar de que forman parte de este deporte, de las lesiones de las jugadoras; en las mayores afectan a su carrera, pero están bien atendidas, gracias a sus contratos y las mutuas. El problema es en las más pequeñas, que se frustran sus ilusiones y moralmente les afecta más. Además, luego está la atención médica, ya que entre el seguro y Osakidetza se trabaja muy despacio”. A pesar de esas sombras, Molinuevo tiene claro que en “la balanza gana el positivismo y por eso mismo continuo trabajando día a día. Además, el ver en qué se ha convertido el proyecto y lo que es Araski en la actualidad me hace seguir adelante”.
El gran crecimiento del club en todos estos años no evita que el directivo tenga sus miedos. “Mi mayor temor es que este gran proyecto se apoya en tres patas y la sillas deben tener mínimo cuatro. Hay tanto papeleo y burocracia con las instituciones para pedir ayudas y subvenciones que por eso mismo, me da miedo que algún día falle alguien y que no podamos darle continuidad a todo esto. Y no me refiero solo a lo deportivo, sino que hago referencia a toda esa administración y economía”.
Por último, Molinuevo tiene claro dónde está la tecla para que el Araski continúe dando pasos hacia adelante. “El nivel de exigencia cada año es mayor y el club debería estudiar fórmulas para que las niñas pudieran compaginar sus estudios con los entrenamientos. Luego, combinar el trabajo con el baloncesto profesional es imposible, por eso habría que asentar todo eso para poder crecer”. l