Las obras que el Ayuntamiento de Bermeo viene realizando en las calles Frantzisko Deuna y Segundo tar Ispizua, en pleno centro de la villa marinera, han deparado una destacada sorpresa. Y es que en un tajo abierto por los operarios –y por donde en un futuro no muy lejano deberían de pasar los automóviles– se ha hallado un tramo de la vieja muralla de la localidad. No es esta la primera vez que unos trabajos –sobre todo en el casco antiguo– hacen salir a la luz parte de los restos del antiguo muro defensivo de Bermeo, cuya construcción arrancó hace ya algunos siglos, concretamente en 1334, aunque tardó años en concluir. Como es habitual, el Servicio de Patrimonio de la Diputación Foral de Bizkaia, una vez alertada del hallazgo, ha activado el indispensable protocolo para su asegurar su conservación.
En todo caso, todavía es pronto para conocer qué sucederá con este tramo que ha salido a la luz. Aún se debe de conocer el informe que están realizando los arqueólogos antes de tomar las decisiones. Por lo pronto, además del pedazo del antiguo muro defensivo también destacan los restos de lo que puede ser un camino intramuros. Fuentes consultadas apuntan que podría estar cerca de la que era la puerta de San Francisco, “también llamada puerta de los Herreros y en el siglo XIX como portal de Nuestra Señora del Socorro y de Nuestra Señora de Guadalupe”, tal y como apunta Asier Romero Andonegi –decano de la facultad de Educación de Bilbao de la UPV y siempre presto para recopilar y difundir el patrimonio material e inmaterial de Bermeo a través de la web Itsosupeteko ondarea–. “Es una importante puerta ya que además de llegar a ella el camino de Gernika, dejando extramuros el convento de San Francisco, daba acceso a toda la ensenada del puerto mayor. El nombre de puerta de los Herreros, le viene lógicamente por la presencia de estos profesionales en su cercanía”, agrega. Asimismo, sería la puerta más cercana al castillo-palacio de Zarragoitxi, “que era un alcázar de los señores de Bizkaia”, asevera Anton Erkoreka, otro bermeano que es profundo conocedor del patrimonio de su localidad –ha publicado en cinco libros dedicados a la etnografía, la medicina popular, las leyendas, San Juan de Gaztelugatxe e Izaro y que también ha publicado multitud de artículos y libros sobre historia de las pandemias, etnografía, medicina e historia–.
Siete puertas
No en vano, y aunque hoy parezca imposible, Bermeo disponía de una larga muralla defensiva entorno a su casco antiguo con siete puertas. En su interior, de unas siete hectáreas, llegaron a agolparse innumerables casas. Hoy en día tan solo se mantiene en pie una de ellas; la de San Juan, que recibe este nombre “por salir desde esa puerta el camino que conducía a la ermita de San Juan de Gaztelugatxe”, apunta Erkoreka, quién ha tratado en varios de sus libros –Historias y secretos de San Juan de Gaztelugatx, por ejemplo– algunos de las circunstancias que rodearon la construcción o el devenir de la vieja muralla. “Los trabajos que ha venido realizando el equipo arqueológico de la Diputación Foral desde los años 90 ha permitido localizar todos los portales y reconstruir el trazado exacto de la muralla de forma definitiva en los lados norte y oeste, y con algunas dudas, pocas, en el lado sur, en la parte final de la Lamera, desvela Romero Andonegi. “Además, de las catas y hallazgos arqueológicos, tenemos también los planos topográficos de la villa de Juan Bautista Belaunza de 1820, el de Victor Munibe de 1837, el que nos dibuja el bermeotarra Yradi en 1844 o el de Francisco Coello de 1857, y que nos dan una información fundamental para terminar de entender la dimensión de esta muralla”, tal y como apunta.
Siete eran las puertas que tenía Bermeo: la de San Juan –la única que he llegado hasta nuestros días “gracias al empeño del arquitecto Anasagasti”, alude Erkoreka– la de Bacas o Labradores o Bekoportale, la de Santa Bárbara, la de San Francisco, la de San Miguel o la de Rentería. La mayoría de ellas “fueron demolidas en el siglo XIX ante el empuje que experimentaba Bermeo. El casco antiguo se iba quedando pequeño para absorber a la cantidad de población y la necesidad de ir ensanchando el pueblo”, asegura Erkoreka. Y pese a que se fueron tirando abajo, aún quedan restos. Unos restos que en pleno siglo XXI siguen saliendo de vez en cuando.