Un estudio realizado por investigadores de las facultades de Psicología y Medicina de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) sobre el comportamiento suicida de los adolescentes de 25 centros de acogida en Bizkaia, Gipuzkoa y Nafarroa indica que un tercio de los usuarios ha tenido alguna vez ideas suicidas. Además, un cuarto ha intentado suicidarse y la mitad de los jóvenes se ha autolesionado alguna vez sin ánimo suicida. Asimismo, la investigación ha aflorado un dato alarmante: la mayoría de los profesionales que trabajan con este colectivo carece de los conocimientos necesarios para detectar y gestionar comportamientos suicidas.
El suicidio de adolescentes y jóvenes es un problema público universal, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). El suicidio es la principal causa de las muertes no naturales en el Estado de las y los jóvenes de 15 a 29 años, y la segunda causa de todas las muertes tras los tumores malignos. Según el equipo investigador, entre los adolescentes, son las personas que viven en centros de acogida quienes tienen más factores de riesgo de comportamientos suicidas, “motivados por vivencias traumáticas de la infancia, baja autoestima, escasa capacidad social, etc”. Por ello, dicen, “es necesario elaborar estrategias y recursos para trabajar con este colectivo concreto”. Sin embargo, la preparación de las intervenciones adecuadas requiere información sobre la situación y, por el momento, se ha analizado muy poco.
25 centros de acogida de Bizkaia, Gipuzkoa y Nafarroa
Para hacer frente a la falta de información, este equipo multidisciplinar de la UPV/EHU ha analizado la conducta suicida y la tendencia a las autolesiones sin finalidad suicida en 185 adolescentes internos en 25 centros de acogida de Hegoalde. “Como hasta ahora teníamos muy pocos datos, hemos realizado una investigación innovadora cuyos resultados evidencian la necesidad de realizar tareas preventivas, así como la necesidad de que los profesionales reciban más formación”, explica el doctor en Psicología Alexander Muela.
Por un lado, el trabajo concluye que el 26,5% de estos adolescentes señalan que han intentado suicidarse en alguna ocasión. En cuanto a las ideas suicidas, el 36,2 % de los adolescentes afirman haberlas tenido alguna vez, y cabe destacar que de ellos únicamente el 37,6% han solicitado ayuda. Sin embargo, más de la mitad sienten que no pueden recurrir a nadie para pedir ayuda. Por otro lado, la mitad de los adolescentes de los centros de acogida estudiados manifiestan que se autolesionan sin ánimo de suicidio.
Estrategia de regulación emocional
En cuanto a los motivos que los llevan a autolesionarse, el 92% afirman haberlo utilizado como una estrategia de regulación emocional. “Esto pone de manifiesto la necesidad de trabajar la educación emocional. Tenemos que dotar a los jóvenes de estrategias y recursos para regular las emociones”, expone el profesor Muela.
Además, el estudio de la UPV/EHU muestra diferencias significativas en función del género. Por ejemplo, el 53,8% de las chicas participantes confiesan haber tenido alguna vez ideas suicidas. Entre los chicos, en cambio, el porcentaje baja al 18%. Y el 69,9% de los que se han autolesionado sin finalidad suicida son chicas, el 28% son chicos y el 2,1 % adolescentes de género no binario.
A pesar de lo elevado de estas cifras de las tentativas de suicidio y autolesiones que se producen en estos centros, la investigación pone de relieve que los profesionales que atienden a estos chavales no tienen formación específica para abordar este grave problema de salud pública. El equipo de investigación ha preguntado a 225 trabajadores si se sienten preparados para identificar y responder adecuadamente estas conductas de riesgo y la mayoría “ha reconocido que tienen conocimientos limitados, sobre todo para detectar señales de riesgo de suicidio o para saber cómo hablar o preguntar a jóvenes con ideas suicidas”, asegura Muela.
FALTA DE FORMACIÓN ENTRE LOS PROFESIONALES
Solo el 22,8% de los profesionales que trabajan en los centros de acogida de Bizkaia, Gipuzkoa y Nafarroa considera que tiene un grado de conocimientos suficiente o alto para prevebir o actuar ante una conducta suicida. Según el doctor en Psicología de la UPV/EHU, coautor del estudio, Alexander Muela, resulta “sorprendente” la falta de formación de quienes trabajan con jóvenes en situación de riesgo. “Los datos demuestran claramente que no tienen formación para trabajar de forma preventiva. Su respuesta principal es acudir a los centros de salud en caso de emergencia, pero no podemos dejarlo todo en manos del sistema sanitario; tenemos que trabajar en materia de prevención para que los jóvenes no lleguen a ese punto”, señala. Por este motivo, considera que el primer paso para trabajar en la prevención es la formación de profesionales que trabajan con jóvenes, tanto en los centros de acogida como en la educación formal e informal.