El verano pasado los talibanes afganos entraron victoriosos en Kabul. Tras la retirada estadounidense bastó una campaña rápida para que tomaran el control del país y la ficción de un estado de derecho posible se consumiera más rápido que una cerilla.
Los talibanes, por prudencia o por táctica oportunista, quién sabe porqué, prometieron respetar los derechos de las mujeres: “nuestras mujeres son musulmanas y también estarán contentas de vivir bajo la sharía (…) podrán trabajar en la sanidad y otros sectores donde se las necesite”. Entre las tareas permitidas a las mujeres por la infinita sabiduría y la condescendencia de quienes conocen por vía directa la voluntad de Dios, estaba el acceso a la educación (segregadas del grupo principal, por supuesto, con el adecuado código de vestimenta, faltaría más, y con limitación de determinadas materias moralmente delicadas, para mejor proteger su virtud).
Hasta ese momento se habían aumentado considerablemente las cifras de acceso de niñas y mujeres a la educación. En solo tres meses desde la vuelta de los talibanes, las niñas solo tenían permitido el acceso a la educación secundaria en 7 de las 34 provincias del país. Por lo visto su Dios ve mal que las niñas se eduquen, pero no que los líderes mientan.
“ Que la próxima Navidad las familias ucranianas puedan reconstruir su país sin ser agredidas y las mujeres afganas estudiar ”
Esta semana se ha confirmado que las niñas y mujeres tendrán vetado el acceso a la educación secundaria y universitaria en todo el país. Se han visto videos de estudiantes llorando, con el alma desgarrada por la certeza de una vida rota y miserable, y de algunos hombres que han abandonado la universidad en solidaridad con sus compañeras. Por lo visto su Dios ve mal que las mujeres se eduquen, pero no que sufran.
Mientras tanto, en Irán la represión contra los manifestantes que en los últimos meses han reclamado derechos, democracia y libertad han provocado ya 18.000 detenidos y 458 muertos. Dos jóvenes han sido ahorcados y otros veinte aguardan similar suerte, condenados por ofender a Dios y al Estado. Por lo visto su Dios ve mal que te manifiestes por los derechos de las mujeres, pero no que te maten por ello colgándote de una grúa.
Es Irán, por cierto, el gran aliado militar que le queda a Rusia en su crimen de agresión contra Ucrania. Irán le facilita las armas necesarias para aterrorizar a la población civil ucraniana y matarla. A cambio Rusia protege a Irán en las Naciones Unidas. Una alianza ejemplar que algunos despistados en nuestro entorno ven con esperanza como la promesa de un mundo alternativo que hará frente a la opresión de las decadentes y corruptas democracias liberales.
La visita prenavideña de Zelensky a los Estados Unidos ha puesto a prueba su estatura de estadista, así como la solidez del apoyo norteamericano. Los únicos que allí han criticado la visita y la solidaridad norteamericana con la causa ucraniana son, cómo no, los trumpistas más radicales e irredentos.
Me gustaría decir, especialmente en Navidad, que la paz puede construirse solo con buenos deseos, buenas palabras y buenas intenciones. Pero me temo que en ocasiones, cuando son agredidos, la paz, la democracia, las libertades y los derechos humanos necesitan del respaldo de cierta fuerza para no sucumbir.
Mientras escribo esto escucho de fondo El Mesías de Haendel. El coro canta jubiloso el texto de Isaias: for unto us a child is born, unto us a son is given, and his name shall be called the Prince of Peace. Deseemos que las próximas navidades las mujeres afganas puedan estudiar lo que quieran; que los jóvenes iraníes puedan bailar, cantar y vestir como quieran; que las familias ucranianas estén ocupadas en reconstruir su país con justicia sin ser agredidas; y que las familias rusas puedan celebrar sus navidades en un país en justa paz que respete los derechos de los demás pueblos y los de sus propios ciudadanos, que no necesite, para reivindicarse o reconocerse, invadir, oprimir, matar, robar o dominar a nadie. A todos ellos les deseamos hoy lo mejor for unto us a child is born.