El lehendakari ha respondido este lunes a una pregunta que flota en el ambiente desde que el PNV sufrió un bache electoral en las elecciones municipales y forales, que se repitió dos meses más tarde en las generales. ¿La gestión del Gobierno vasco les está pasando factura a los jeltzales en otras instituciones? ¿Es esa la causa del retroceso, que sería tanto como decir que le corresponde a Urkullu implementar un revulsivo? El lehendakari admitió que existe un malestar y que él mismo ha realizado ejercicios de autocrítica en el Parlamento Vasco, que después “no se reconocen” y se utilizan para hacer “catastrofismo”. De hecho, Urkullu situó la clave del desgaste del Gobierno vasco en que hay una serie de agentes que tienen una estrategia de “contrapoder”. Por un lado, habló de EH Bildu, que se decanta por una posición más “buenista” en el Parlamento Vasco para aparentar moderación, y que en privado se dedicaría a agitar el avispero movilizando a colectivos sociales para “acosar y desgastar” al Gobierno. También habló de los sindicatos, sobre todo de ELA, con una estrategia de huelgas que considera que son preventivas.
En la entrevista con Radio Euskadi, Urkullu se refirió en varias ocasiones a EH Bildu como el “socialismo vasco radical”, y le afeó su estrategia “dual”, de la que puso dos ejemplos. Primero se refirió al tiempo más duro de la pandemia, todavía con el confinamiento en vigor, cuando EH Bildu incluso planteó ser más estrictos y cerrar las fábricas para anteponer la salud de los trabajadores a los intereses económicos. También cuestionó las garantías que pudieran tener las elecciones de julio de 2020 por celebrarse con la pandemia aún activa. Pero, mientras tanto, según repasó Urkullu, alentó la insumisión a las medidas. No dijo más, pero parece que se refiere a las manifestaciones de las juventudes de la izquierda abertzale, Ernai, quienes interpretaron las restricciones sanitarias como una excusa para vulnerar derechos; o incluso revisando la hemeroteca se puede encontrar el desliz que tuvo el alcalde de Galdakao al celebrar una reunión en la calle con los hosteleros en pleno estado de alarma.
“Es un ejercicio de, aparentemente, en el ámbito público institucional hacer un discurso buenista, pero luego una activación de todo tipo de colectivos con un objetivo que es acosar y desgastar al Gobierno vasco”, dijo.
¿Pero qué traducción tendría esa estrategia que ve Urkullu en este momento en el que ya no hay restricciones sanitarias? Es ahí donde cita el segundo ejemplo, las protestas sindicales. Plantea hacer una “reflexión municipio a municipio, comarca a comarca de Euskadi, y ver cuáles han sido las protestas, las manifestaciones solamente este año desde el 1 de enero hasta las elecciones municipales y forales, y ver qué clima han creado”. Este contrapoder lo impulsaría, a su juicio, el sindicato con representación mayoritaria en Euskadi, ELA, que anuncia “constantemente un otoño caliente o huelgas preventivas”. Más allá de lo sindical, aseguró que hay “todo tipo de colectivos” que implementan protestas.
Exigencia extrema
Dicho esto, sí admitió que existe una “exigencia extrema” con respecto a la calidad de los servicios públicos y que esa exigencia recae en el PNV, que ha realizado un análisis “certero”. Por ello, tiene confianza en su capacidad para sobreponerse, además de que, tal y como quiso puntualizar, las elecciones que se han celebrado se han visto también influenciadas por el clima de polarización entre el PP y el PSOE a nivel estatal.