Como ha reconocido él mismo en alguna ocasión, dicen de Iñigo Urkullu que es un líder previsible. Quizás por ello, el cambio de imagen del lehendakari, con la barba que luce desde que regresó de las vacaciones y que supone su primer cambio de estilismo en una larga trayectoria política, ha hecho correr ríos de tinta. Se ha prestado a todo tipo de interpretaciones, hasta el punto de que este miércoles se le ha preguntado al respecto en la entrevista en Radio Euskadi. El lehendakari ha vuelto a encuadrar el asunto en una mera decisión personal (“responde a la trayectoria vital, estilos de vida...”), frente a quienes creen que puede estar lanzando un mensaje o buscando otra imagen en un momento difícil para la clase política por la crisis energética y la subida de precios, que genera inquietud social.
Este cambio llega también con Urkullu a punto de cumplir diez años como lehendakari. Cuando se le planteó que podría llegar a superar los 14 años de José Antonio Ardanza (lo haría si optara a una cuarta legislatura en las elecciones que tendrán lugar dentro de dos años), evitó especular en ese sentido, dejó claro que su compromiso “es con los cuatro años” de la presente legislatura y que nadie es dueño de su propia trayectoria, que dependerá de cómo termine este mandato y de los “deseos de la organización” a la que pertenece, el PNV. Aun así, añadió que tampoco entiende que en algunos casos se diga desde el principio que alguien se presenta para ocho años. Cuando se le preguntó si tiene fuerzas, reconoció que en estos diez años ha afrontado circunstancias difíciles como la pandemia del coronavirus y la actual guerra en Ucrania, pero evitó “victimizarse” y se siente “con todas las fuerzas, como el primer día”.
Puede considerarse una respuesta de manual, porque lo que hace Urkullu es ponerse a disposición del PNV para lo que sea necesario y, además, evita presentarse como un líder quemado o en la línea de salida cuando la legislatura aún se encuentra a la mitad de su recorrido, lo que podría poner los dientes largos a los adversarios de los jeltzales. De hecho, el PNV ya frenó hace unos meses a nivel interno la tentación de comenzar a realizar en público quinielas sobre los próximos candidatos a las elecciones municipales y forales, cuando Markel Olano confirmó que no se presentaría a la reelección en Gipuzkoa.
Ese proceso sí se retomará tras el Alderdi Eguna de finales de septiembre porque los comicios locales están cerca y serán en mayo, pero en el caso de Lehendakaritza y las elecciones autonómicas, aún queda un largo recorrido. En el proceso interno, le corresponde al Euzkadi Buru Batzar del PNV elevar una propuesta de candidato a lehendakari, y las bases tienen la última palabra.
Relación con el PSE
En materia de alianzas, se le pidió que pusiera nota a su relación con el PSE. Le dio un 8, un notable alto, pero añadió que, si hablara de su relación con los consejeros socialistas en el Gobierno vasco, sería un 10. ¿Significa esto que se lleva mejor con Idoia Mendia, vicelehendakari socialista y exlíder del PSE, que con su actual secretario general, Eneko Andueza? Urkullu no entró en el terreno de lo personal y aclaró que cada uno tiene una responsabilidad y un cargo distinto. Aclaró que esta nota se debe a que en la cúpula del PSE hay “manifestaciones públicas matizables” que tuvieron como consecuencia una reunión entre él mismo y Andueza.
Añadió que la relación parlamentaria es buena, pero que, teniendo en cuenta “esos chispazos”, tiene que calificarla con un 8. Se refería sin citarlo a la forma en que Andueza amagó con desmarcarse del pacto educativo, y sus críticas contra el discurso de Urkullu sobre el modelo de Estado en la asamblea corsa. El lehendakari se propone preservar la estabilidad y evitar choques.
Cuando se le preguntó si defiende repetir coalición, dijo que llevan legislaturas en Euskadi con una representación plural y que, más allá de las diferencias ideológicas, han buscado “en el dial” y han llegado a “sintonizar” en una relación “muy sólida”.