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Urtasun, un brindis al sol

El ministro de Cultura y portavoz de Sumar, Ernest Urtasun / E.P.

Detesto las corridas de toros con todo mi ser. Desde que llevaba pantalones cortos me han parecido un espectáculo cruel e innecesariamente sanguinario. Y a pesar de que tengo muchos amigos y conocidos que, en un intolerable error semántico, se hacen llamar taurófilos, jamás he conseguido que ninguno me aportara una razón medianamente aceptable que validara el maltrato inmisericorde de un pobre bicho de más de media tonelada como algo asimilable al arte, a la cultura, o a la pretendida fiesta. Ni de coña cuelan esas gachupinadas de que el toro de lidia se habría extinguido si no fuera porque se crían para ser sometidos a banderillazos, puyazos con una vara manejada por un psicópata sin matices y, finalmente, asesinados de un espadazo asestado por un tiparraco que pasa por valiente cuando no es más que un iluminado matarife ególatra que, por demás, en la mayoría de las ocasiones, no es capaz de dibujar una o con un canuto. Y casi peor, cuando el tauricida tiene algunos estudios y varias lecturas, como cierto rejoneador de fama que me confesó que entendía perfectamente a los que reclaman la prohibición de estos siniestros ceremoniales.

Hablaba de prohibición el torero a caballo, no de brindis al sol como la última tontuna del ministro español de Cultura, Ernest Urtasun (es la releche que el gachó yolandista haya hecho bueno a la medianía simpática que atiende por Miquel Iceta), anunciando que se dejará de conceder el Premio Nacional de Tauromaquia. Todo lo que ha conseguido el lenguaraz fulano necesitado de focos es regalar munición a la legión de partidarios del martirio animal, provocar que se sientan cargados de razón, multiplicar por ene la instauración de nuevos premios con vitola autonómica -es graciosa y significativa la competencia entre Page y Ayuso- y, en definitiva, revivir la mal llamada fiesta nacional española.

06/05/2024