Polideportivo

Valentin Paret-Peintre se regala su primera montaña

El francés, excelso, abre su palmarés en el Giro con una actuación colosal en Bocca della Selva en un día de asueto para Pogacar
Valentin Paret Peintre festeja la victoria, la primera de su palmarés. / Giro de Italia

De regreso a la competición tras el día de descanso, la carrera contó varias bajas. En ocasiones, el reposo no sienta bien. La holganza no tuvo efectos perversos en Pogacar, el rosa que no cesa en una jornada que levantaba el cuello y lo estiraba para encontrarse con Bocca della Selva, otro final en la azotea del Giro.

En esa terraza bailó, espasmódico, Valentin Paret-Peintre. Valiente. El francés arrancó la victoria de las entrañas de la montaña en un día para los mineros. Joven, apenas 23 años, perfil de hilo, un esqueleto de piel (1,76 metros, 52 kilos) y determinación, sometió a todos camino de la cumbre. Revolución francesa.

Paret-Peintre derribó la resistencia del rocoso Jan Tratnik y después mató a su padre deportivo, Romain Bardet, sensacional, a medio minuto de su compatriota. De pequeño, Valentin soñaba con ser Bardet en el Tour y fue su pesadilla en el Giro. Su verdugo. La vida y sus caprichos.

“Le veía de pequeño en el Tour y le he podido ganar”, se felicitó Paret-Peintre, que abrió la vitrina en el Giro arrobado por la emoción. Nada supera el estreno. El bautismo. La primera vez. Una Epifanía para el galo, descorchado en la montaña tras un logro que siempre recordará. Para siempre. Un día inolvidable que celebró abrazado con su hermano Aurelien.

Para el líder esloveno, en modo ahorro, destensado, la jornada trascurrió sin sobresaltos ni respingos. Otro día de hamaca para él. Asueto rosa. Contemporizó el UAE, que descontó los kilómetros sin ánimo de lucro.

A Pogacar el tesoro le espera en Roma. Se retrató el Giro para el recuerdo en el anfiteatro de Pompeya, sumergido siglos atrás por la fuerza salvaje del Vesubio, el volcán que escupió su rabia de fuego, su océano de lava y las montañas de ceniza.

No se subirá el Stelvio

Pogacar y unos cuantos elegidos posaron en sus gradas el mismo día en el que la organización de la carrera borraba el Stelvio del futuro, sepultado por la nieve. El gran puerto, el de las 48 curvas y los 24 kilómetros que apuntan al cielo, que pinchan su barriga desde los 2.700 metros, está abrazado por toneladas de nieve. Un fortaleza de paredes inestables. Demasiado riesgo de avalanchas.

La Corsa rosa, que este curso ha rapado varias crestas y ha aligerado el peso de las cumbres, modelando el recorrido a las características de Pogacar, pierde un mito, el coloso que asfixia. El Stelvio es el hombre contra la naturaleza.

Unas paredes que erigen un monumento al ciclismo. Un panteón. El frontispicio de nieve que ciega la vista. No habrá infierno blanco. En su lugar, asomará en la ruta el Giogo di Santa Maria/Umbrailpass será la Cima Coppi con 2.489 metros de altitud.

“Las recientes nevadas en el Paso Stelvio, seguidas del aumento de las temperaturas, aumentan el riesgo de avalanchas. La organización del Giro de Italia, para salvaguardar la seguridad de la caravana rosa, ha decidido modificar el recorrido de la 16ª etapa, Livigno-Santa Cristina Val Gardena/St. Cristina en Gröden (Monte Pana)", rezaba el comunicado de la organización del Giro.

Por el botín que no removía a Pogacar, comodísimo en su chaise longue, feliz con los dividendos que le concede su deposito a plazo fijo, se peleaba en cada palmo de la fuga, dispuesta a hacer negocio con la urgencia de los criptobros o los emprendedores que tratan de dar con un unicornio. Para eso había que minar a los demás, que eran muchos. Veinticinco dorsales se arremolinaron en un trazado montañoso.

Fuga numerosa

De ese remolino, nació el duelo estupendo entre Tratnik, un solista, con Bardet y Paret-Peintre, representantes del ciclismo francés, que se despojaron de Frigo y Bagioli. El esloveno, rocoso, tomó la renta en un descenso. Bajar para subir a través del bello y fatigoso Bocca della Selva entre parajes lisérgicos.

Abierto el paisaje con penachos de roca descubierta entre el manto verde, Tratnik cincelaba cada metro con esfuerzo y esperanza. La ilusión en las alforjas. Bardet, danzante, y Paret-Peintre le rastreaban cada vez más cerca. La montaña se le apelmazó al esloveno, forzado el ritmo, rígido.

Paret-Peintre, ligero y aparatoso, se impulsó en la pértiga de Bardet y descompuso a Tratnik, boqueante, con el motor revolucionado. En la zona roja. El estirón del francés desgarró a Bardet, que le perdió de vista. Juventud al poder. Relevo generacional. Paret-Peintre es una década más joven que Bardet.

En esa montaña Bardet envejeció, arrugado y encorvado ante la exuberancia y el hambre de Paret-Peintre, que en un mes, el 14 de junio, cumple 24. En Bocca della Selva adelantó la celebración. Abrió el champán, la bebida de la victoria. San Valentin. Paret-Peintre se regala su primera montaña en el Giro.

15/05/2024