Vida y estilo

Valle de Arratia, a la sombra del Anboto y el Gorbeia

Sigue siendo el corredor que une Bizkaia con Araba para quienes notiene más prisa por viajar que el de conocewr su entrono, su magia y su patrimonio histórico
El frontón de Artea. / Juan Miguel Ochoa de Olza | NTM

Aunque en cuestión de viajeros por carretera quizá cruzar el valle de Arratia en Bizkaia hacia Araba haya perdido notoriedad en favor de otras vías más rápidas, darse un tiempo para recorrerlo con calma permite descubrir que no solo sigue siendo una importante vía comercial sino que se atraviesa el corazón de una comarca que es el escenario de parte importante de la mitología vasca.

Este valle se articula entorno a los cursos casi paralelos de los ríos Arratia e Indusi, y separa dos de los parques naturales más importantes de Euskadi, el de Urkiola y el de Gorbeia, que albergan respectivamente las dos cumbres más simbólicas, la de Amboto y la de Gorbeia, donde paganismo y cristianismo conviven.

Iglesia de Santa María de Igorre. Juan Miguel Ochoa de Olza | NTM

De Igorre a Areatza

En la cabecera del lado norte del valle se encuentra Igorre, donde los ríos Arratia e Indusi confluyen detrás del campo de fútbol. De origen medieval sufrió los embates de las guerras banderizas que asolaron la comarca. Son numerosas las casas torre que se fueron levantando y reconstruyendo a lo largo del tiempo.

En su casco histórico destaca la iglesia parroquial de Santa María, un templo del siglo XIII que mantiene su esplendor y demuestra la importancia de esta villa, capital del valle y paso casi obligado del comercio entre el Cantábrico y la meseta castellana. A ella se unen numerosas ermitas en los diferentes barrios, como la de los Santos Antonios, próxima al Ayuntamiento y al frontón en Goikoplaza, o las de San Andrés, en el barrio de Urkizu; la de San Cristóbal, con su cementerio medieval, o San Juan Bautista, en Egia.

Remontando el curso del Arratia se llega a la localidad de Artea recorriendo un paisaje de prados, bosques y alguna zona industrial. El Parque Natural Gorbeia ya se hace presente y desde esta localidad salen numerosos paseos que se internan en él. Aunque en su entramado urbano destacan numerosos caseríos tradicionales muy bien conservados, también las nuevas tendencias urbanas se integran con armonía.

Llama la atención la iglesia de San Miguel, una pequeña parroquia rural de planta rectangular simple, edificada a principios del siglo XVI y ubicada al pie de la carretera.

La siguiente parada es Areatza, otro de los municipios importantes del valle y punto de partida para el acceso directo por carretera hasta el macizo de Itxina y el monte Gorbea con su mítica cruz que domina todo su entorno.

La fuente de la Alcachofa de Areatza. Juan Miguel Ochoa de Olza | NTM

Todo su casco histórico es un conjunto monumental en el que se pueden encontrar tanto edificios civiles como religiosos, que hacen patente la importancia histórica de esta localidad a lo largo de la Edad Media.

La iglesia de San Bartolomé, del siglo XIV, es prácticamente paso obligado para entrar en el casco antiguo e inmediatamente llama la atención una campana a pie de calle. Al parecer, en algún momento cayó y allí se ha quedado. El paseo por las calles desembocará en la amplia Gudarien plaza, donde se congregan algunos de los edificios más señalados, como el Ayuntamiento, el palacio Gortazar, el centro de información del Gorbeia o la fuente de la Alcachofa. No hay que dejar de visitar el convento de Santa Isabel y la casa Mudéjar, uno de los pocos ejemplos de este estilo en la zona.

Si se quiere hacer un alto para comer, se puede salir de la ruta hacia Pagomakurre por la carretera de Gorbeia y detenerse en alguno de los merenderos que salpican el ascenso.

Por la carretera del Parque Natural Gorbeia, camino de Pagomakurre y el merendero de Upo. Juan Miguel Ochoa de Olza | NTM

Gorbeia y Urkiola

El Parque Natural Gorbeia se encuentra ubicado entre las provincias de Álava y Bizkaia, y es el más grande de todo el País Vasco. Los amantes de la naturaleza no pueden dejar de visitar este impresionante enclave de la naturaleza. Su larga red de senderos balizados para todos los niveles lo hacen ideal para toda clase de excursionistas, desde la ascensión a la cima más alta del parque, el monte Gorbeia con sus 1.480 metros de altitud, pasando por los senderos más sencillos como la visita a la cascada de Gujuli. Es una cascada de más de 100 metros de altura que en época de lluvias es de visita obligada. Otra de sus joyas es el biotopo protegido de Itxina, 450 hectáreas de formación kárstica. Entre sus más de 500 cavidades excavadas por el agua destaca la cueva de Superlegor.

El Parque Natural de Urkiola es otra de las joyas naturales de Euskadi. Gran parte de su encanto y belleza está en el contraste entre sus profundos y mágicos bosques con las agrestes paredes. El contraste entre bosques de abedules y sus rocosas y calizas cimas que lo coronan.

Uno de sus objetivos principales es la mítica cumbre del Anboto, en la sierra de Aramotz, la cumbre más alta y hogar de Mari, la Dama de Anboto, la diosa madre.

En el Centro de Interpretación del parque, Toki Alai, podrás informarte de las innumerables opciones para disfrutar del lugar. Y una de ellas será una visita al Santuario de Urkiola, en el alto del mismo nombre, erigido en honor de San Antonio Abad, patrón de los animales, y San Antonio de Padua, docto predicador.

Zeanuri y Otxandio

Repuestas las fuerzas, el viaje continúa hasta Zeanuri. Con un núcleo muy compacto con las características casas de piedra tradicionales de la zona, es también un diseminado que salpica los laderas de un paisaje embutido entre montes.

Tras visitar su plaza mayor, enfrente del Ayuntamiento, donde además del frontón se puede ver el probadero de bueyes, subir hasta la iglesia de Andra Mari es el siguiente paso. Desde allí se obtiene una espectacular vista de esta zona del valle en la que al fondo se alza el Gorbeia con su cruz recortándose contra el cielo.

La arquitectura tradicional es el principal atractivo de Zeanuri. Juan Miguel Ochoa de Olza | NTM

Otxandio es la salida sur del valle, la villa que custodia el acceso desde Álava. En la Edad Media la convirtió en un importante punto de comunicación, pero también en objetivo estratégico en caso de conflicto militar. Y se demostró dramáticamente en la Guerra Civil de 1936, al convertirse en la primera víctima de un bombardeo contra la población civil. La plaza Andikona fue el centro del ataque.

A pesar de ello, Otxandio conserva un valor patrimonial de gran interés, con un patrimonio arquitectónico interesante. Es a las iglesias a las que se pone nombre, pero los edificios donde viven sus vecinos conservan todo el sabor y riqueza histórica. La iglesia de San Martín se alza en la plaza Mayor. El edifico porticado del Ayuntamiento le hace seria competencia en cuanto a interés arquitectónico, pero el espacio se lo llevan el sencillo frontón de piedra y el Pasealeku, una construcción de dos niveles, que en la parte superior, a la altura de la plaza, se muestra porticada y sirve de refugio en caso de mal tiempo, mientras que la parte inferior tiene un bolatoki, y ahora es una sala de exposiciones.

Monumento a las víctimas del bombardeo de la localidad de Otxandio en 1936 Juan Miguel Ochoa de Olza | NTM

El bombardeo de Otxandio

Otxandio se fundó como una villa defensiva en un emplazamiento estratégico, en el límite con el territorio alavés de la ruta que unía la meseta castellana con la costa cantábrica a través del puerto de Urkiola. Y esto tuvo un precio.

El 18 de julio de 1936 comenzó la Guerra Civil. La villa se mantuvo fiel a la República mientras que la cercana Álava se unió a los golpistas. En dos días llegaron tropas desde Bilbao para proteger la localidad. El 22 de julio, dos aviones de la base militar de Recajo, en La Rioja, y todavía luciendo emblemas de la República, bombardearon la plaza de Andikona a las 9.30 de la mañana, en plena celebración de las fiestas patronales de Santa María, causando 61 muertos, muchos de ellos niños, entre la población civil además de multitud de heridos.

Desde entonces, la plaza Andikona siempre ha sido un lugar de tristes recuerdos. Hoy en día alberga la escultura Heriotza zerutik etorri jakun (La muerte nos vino desde el cielo), del artista vasco Nestor Basterretxea, en recuerdo de las víctimas.

19/10/2024