Polideportivo

Van der Poel vive en el arcoíris

El neerlandés conquista en Liévin su séptimo Mundial de ciclocross tras otra apabullante exhibición por delante de Van Aert, plata, y Nys, bronce
Van der Poel celebra la victoria mostrando siete dedos.
Van der Poel celebra la victoria mostrando siete dedos. / UCI CX

Roger de Vlaeminck fue el hombre que encontró oro en el barro en la década de los 70. Medio siglo después de aquello, de sus siete Mundiales, el barro es propiedad de Mathieu van der Poel, el hombre arcoíris. Alcanzó el neerlandés el séptimo cielo y se emparejó en el histórico con De Vlaeminck. No se baja de las alturas Van der Poel, otra vez inalcanzable, en otra dimensión. Incontestable su superioridad.

En Liévin, en Francia, agitó la bandera de su jerarquía en la especialidad. Coronado por séptima vez. Rey de reyes. Emperador Van der Poel. El neerlandés respira instalado en el arcoíris, su morada. 2015, 2019, 2020, 2021, 2023, 2024 y 2025 son sus años. Se perpetuó Van der Poel en el arcoíris. Wout Van Aert se visitó de plata y Thibau Nys, de bronce.

En el Mundial de ciclocross los hombres se convierte en barro. Van der Poel es de mármol. Catedralicio. En él se mezclan todos los colores, a modo de las vidrieras que iluminan los templos que elevan el espíritu. En Liévin su maillot orange, prensado sobre su hercúlea arquitectura, se advertía su espalda de boxeador, su brutalismo.

Inaccesible para el resto. Agarró el Mundial por la solapa desde la salida y apagó cualquier chispa de emoción desde el comienzo. Vigoroso, aró el trazado con la velocidad de un Lamborghini, la marca de la que es embajador, y la tracción de un tractor. El bólido neerlandés se despegó del velcro de sus rivales con un tirón.

Dominio aplastante

Desencadenado, Van der Poel era un solista. Nadie distrajo su marcha triunfal. No crece la hierba por donde pisa Van der Poel, fulgurante a cada pedalada. Van der Poel se subió al arcoíris en Tábor por primera vez y en el mismo lugar se vistió de nuevo con el maillot de campeón del mundo. Entre Tábor, 2015, y Liévin, 2025, el neerlandés se posó sobre Bogense (2019), Dübendorf (2020), Ostende (2021) y Hoogerheide (2023) y Tábor 2024.

Van der Poel, victorioso en el Mundial.

Van der Poel, victorioso en el Mundial. UCI CX

Nadie pudo sombrearle, aplastante su dominio. En el primer pellizco, trataron de perseguirle su compatriota Nieuwenhuis y los mejores belgas, el ganador de la Copa del Mundo, Michael Vanthourenthout, el campeón de Europa Thibau Nys, Laurens Sweeks y Toom Aerts. No sirvió de nada.

Tampoco pudo presionarle Van Aert, relegado desde sus posición en la parrilla de salida, demasiado alejado del fenómeno neerlandés como para poder seguir su estela, la de una cometa, el sol que alumbra la modalidad. Van der Poel supo de inmediato que el Mundial sería suyo.

Arrancó al galope, con las piernas de dinamitero. Se desbocó desde el amanecer y fue completando un recital vuelta a vuelta. Soberbio. En el primer giro se había destacado y Van Aert tenía demasiado tráfico por sortear aún por delante. El belga fue descontando rivales hasta instalarse en la segunda posición. La tercera plaza la conquistó Thibau Nys, otro fenómeno belga.

Remontada de Van Aert

Acercarse a Van der Poel era un asunto quimérico. Solo una avería mecánica o un pinchazo podría alejar al neerlandés de su destino. Ese era su temor. “Tenía miedo a una avería o a un pinchazo”, dijo tras su séptimo laurel con el gesto sosegado después de firmar una nueva exhibición.

Van der Poel se fijó en la carrera de la víspera para saber que el mejor método para continuar de arcoíris era largarse desde el despertar del Mundial. “Lo mejor era ir por delante porque el circuito estaba complicado. Quería distanciar a los rivales y lo he conseguido”, desentrañó Van der Poel, un punto naranja abriéndose paso por el barro sin pestañear.

Únicamente un pinchazo en la rueda delantera rebajó la potencia de su pedaleo en uno de los giros. Apenas una anécdota, un asterisco en su relato, en su saga. Van der Poel es una dinastía en sí mismo. A modo de un metrónomo, mantuvo la distancia, alrededor de los 45 segundos, respecto a Van Aert, que empujaba con el corazón, tras repasar a numerosos rivales.

Es un ciclista excepcional el belga, que no se abandona. Posee el espíritu competitivo de los grandes. Esa actitud la mantiene inalterable en la derrota. Hizo el gesto de quitarse el sombre después de que su rival festejara su séptima conquista. Fue el modo de homenajear a un ciclista que corre contra la historia, que busca el infinito. En Liévin contó su séptimo Mundial con los dedos de las manos. Van der Poel vive en el arcoíris.

2025-02-03T14:02:43+01:00
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