Cultura

Vanguardia enraizada en la artesanía

Los hermanos Muñoz, escayolistas pamploneses, participaron en la creación de la obra con la que el artista navarro Alberto Odériz obtuvo en ARCO el Premio Cervezas Alhambra de Arte Emergente
Los hermanos Muñoz, junto a Alberto Odériz (en el centro).

Los hermanos Muñoz llevan décadas trabajando sin grandes pretensiones en su pequeño taller de Pamplona, pero la pasada semana esta pareja de escayolistas coronaron ARCO, la feria de arte contemporáneo más importante de España, como parte fundamental de Si se pareciera a algo, ya no sería el todo, propuesta del arquitecto y artista navarro Alberto Odériz.

Se trata de la obra ganadora del VII Premio Cervezas Alhambra de Arte Emergente ARCO, un certamen caracterizado por fomentar el encuentro entre jóvenes artistas y artesanos que ha unido en un pequeño local del barrio de la Txantrea el arte más vanguardista con la tradición de un oficio puramente manual que prácticamente no ha evolucionado con el tiempo.

En su día a día, señala Miguel Muñoz, se dedican a realizar trabajos en techos de baños y cocinas, hacer y colocar molduras, arreglar desperfectos y en ocasiones fabricar algunas piezas más especiales para fachadas, "el trabajo de pegotero que se decía antes", pero "ahora hemos subido de escalón, ahora somos artesanos", bromea la otra pieza de este negocio familiar, Javier Muñoz.

Para Alberto Odériz, sin embargo, fue desde el primer momento "muy evidente que esto era un taller de artesano porque no hay ninguna herramienta eléctrica, lo hacen todo con las manos y están todo el tiempo resolviendo trabajo manuales, con moldes y con su conocimiento sobre los tiempos de la escayola".

Tanto Odériz como Miguel Muñoz, principal encargado de la fabricación de las piezas que componen la obra, coinciden en un encuentro en este taller en lo fructífero que ha resultado para ellos este proceso y la posibilidad de compartir trabajo durante semanas aportándoles nuevas perspectivas y conocimientos para sus respectivos campos de trabajo.

"Fui aprendiendo de ellos -comenta Alberto Odériz-, tienen un montón de formas de trabajar la escayola y conforme estaba aquí iba viendo nuevas soluciones". En una ocasión, recuerda, Miguel le planteó usar una pieza como base para la siguiente descubriendo el arquitecto que se podía enjabonar para evitar que se rompiese.

"Al descubrir que la propia escayola sirve de molde es cuando empezamos a pensar el puzzle completo haciendo la segunda pieza apoyándonos en la primera" hasta crear un conjunto que colocado de la manera correcta forma un cubo, recuerda el artista, una concepción que a su juicio fue uno de los aspectos que valoró positivamente el jurado del concurso.

El título Si se pareciera a algo, ya no sería el todo, señala, "es una manera que tiene el mundo árabe de cubrir el espacio", una totalidad que "puedes poner como caos o como orden" al igual que sucede con este conjunto de piezas.

Proceso enriquecedor

También para los escayolistas ha sido un proceso enriquecedor. "Yo a veces pensaba que estaba loco, me pedía piezas con piedras en un extremo y poliespan en el otro para quitarle peso en el interior y con eso conseguía hacer contrapesos para que la pieza se mantuviese en pie", comenta Miguel.

Para el arquitecto es un valor importante que "la artesanía aun sigue viva en muchos oficios" aunque estos, lamenta, se van perdiendo con el tiempo. Ese parece ser el caso también de este taller de escayola, el único que resiste en la comarca de Pamplona pero que se encuentra sin relevo generacional.

El negocio, comenta Javier, no ha cambiado prácticamente nada desde que comenzase en él su padre. "El único adelanto fue cuando hace 30 años inventaron el pegamento" para escayola, pero en este oficio "el material es muy barato y las empresas que lo fabrican no se dedican a investigar" para avanzar en nuevas herramientas.

De esta manera la pieza más corriente de trabajo que tienen es un "palo con una cuchilla para desgastar las pieza" y la única evolución es que "ahora esos cepillos los hace una fábrica y antes cada uno se hacía el suyo", apunta.

Lo que sí ha cambiado con el tiempo es una demanda que "va por ciclos", explica Javier: "Cuando empecé teníamos trabajo pero no era una barbaridad, luego hubo una época de un montón de trabajo y ahora estamos otra vez de capa caída" sobre todo por el cambio de la moda hacia el minimalismo y la entrada del pladur.

A pesar de ser un negocio abierto por su padre, Miguel reconoce que prefiere que no continúe esta tradición familiar. "No veo claro poder vivir de esto dentro de 20 años. Quizás esa pieza que me cuesta hora y media hacerla y ahora vale 40 euros dentro de unos años valga 400, pero no me hubiera gustado que mis hijos se quedasen aquí".

05/03/2023