Le aplaudieron de salida por su planta de Adán y los dos alfanjes que coronaban su testa, amenazantes como sendas medias lunas prestas a darse un baño de gloria o de sangre, según se terciase, como si fuese el protagonista de una novela negra. Su muerte partió en dos las opiniones: los aplausos de quienes ensalzan la resistencia a la muerte (no siempre es así, pero en fin...) y los corazones sensibles que no soportan la contemplación de una agonía. El toro de Garcigrande se llamaba Pupilo y era un titán de 638 kilos con el que hubo de medirse Ginés Marín. Esa fue una de las historias que pudieron encontrarse en las variadas lecturas para la media tarde que se desplegaron sobre Vista Alegre. Enseguida entro en detalles.
Hubo, como hilo conductor ganadero, una carencia de raza en las embestidas, graves faltas de ortografía en los toros bravos. De la nobleza de merengue de Siciliano, el toro que abría plaza, hasta la descarada rendición y las constantes desatenciones a la muleta de Fantasmón, el toro del estreno de Ángel Téllez en Bilbao (llamó la atención para bien su ponerse con el pecho por delante al torear al natural, con la izquierda, que por lo que se vio es la mano que más aprecia...), pasando por los chirriantes riñones –ñiiac, niiac...– de Pulio, el citado gigantón, la sosez de Majadero, que en ningún momento invitó a la locura de las embestidas o la bandera blanca de Veleto, un toro al que un mal aire le llevó demasiado pronto a sacar la bandera blanca, a juego con su capa amelocotonada.
Una de las grandezas de las lecturas es que cobran sentido según lo entienda cada cual. No faltaron voces que criticaron una toreo mecánico (no en el jardín botánico, puntualizo...) de Miguel Ángel Perera frente a otras que elogiaron el vuelo de vals de su muleta, acompasada al ritmo y repetición del animal del hierro salmantino. Como quiera que tuviesen mando y largura varios de los vuelos del percal manejado por el extremeño, muy encajado y ajustado con la embestida del toro, esas otras voces hablaron de terciopelo. Quizás la verdad, si es que se puede llamar así, esté en el punto medio. La veteranía que gasta Miguel Ángel puede ser trampolín o puede ser sofá. Lo que cada uno quiera leer. Vista Alegre estaba más cerca de los trofeos cuando en lugar del as de espadas de la baraja salió un triste dos. Ya en el cuarto, con un toro de fe protestante, todo pasó como por encima. Fueron páginas de relleno.
A Ángel Téllez, el debutante, cabía pedirle entrega. ¡Y con qué buen pulso escribió, créanme! Primero, cuando su toro de estrenos resultó ser uno de esos jóvenes aristócratas diletantes que no quieren saber nada de la vida. Le acosó Ángel con saña y con la izquierda y de ese tesón fueron brotando, a cuentagotas, naturales de berbiquí. Se dejó el corazón el hombre.
El toro que cerraba plaza fue otro noble, en esta ocasión en la versión vaga de ese escalafón social. El toro no quiso meterse en la faena de embestir y a cada embestida elegante le sucedía una huida de las telas. De nuevo Ángel entró a fondo y de nuevo pesó en su trabajo el plomo de los imposibles.
Vayamos, entonces, a la hora punta, al quinto de la tarde de arranque y muerte ya descritos. El animal perdía la manos con facilidad, no por costumbre sino tal vez por tonelaje, pero se reponía en un santiamén. Se diría que le dolían los riñones al embestir. En los amaneceres de la faena esa impresión dio. Ginés Marín se encontró con una sarta de embestidas alborotadas ante las que opuso firmeza. Parecía un sargento de hierro con la muleta y todo apuntaba a un cambio de guardia sin más. Mediada la faena, y sin dudarlo por obra y gracias de los tejemanejes del diestro, el toro fue encontrando su temple. Todo cambió en aquella tanda al natural, ¿cuál fue?, en la que Ginés se hartó y no perdió pasos, obligándole al toro a seguir el engaño. Hubo una sucesión de otras dos tandas en redondo, con el torero diciéndole al toro que el aquí estoy yo tan propio del héroe por sorpresa de algunos libros, y llevando muy toreado al animal para sacarle el fondo que tenía en su interior. Había visto la luz entre las tinieblas y Vista Alegre se lo agradeció apretando los pulgares del “Me gusta” propio del Tik Tok con su flamear de pañuelos.
La corrida de hoy
l Ganadería . Toros de Domingo Hernández que llevan un tiempo merodeando por los grandes carteles
l El Juli. Su todopoderoso mando y el toreo mandón tiene imán en Vista Alegre.
l Alejandro Talavante. Vista Alegre aguarda su regreso de toreo impávido tras su paso entre brumas por Bilbao en junio.
l Tomás Rufo. El joven abrocha un cartel de máxima expectación entre dos figuras del toreo.
l Toros de Garcigrande. Bien presentados pero de juego desigual, con escasa raza en líneas generales, en la tarde
l Miguel Ángel Perera, de nazareno y oro. Pinchazo hondo y estocada (ovación). Estocada baja (silencio).
l Ginés Marín, de rosa anaranjado y oro. Estoconazo (petición y vuelta). Estoconazo perpendicular (oreja).
l Ángel Téllez, de tabaco y oro. Pinchazo, estocada y descabello (ovación). Estocada desprendida (ovación)