Fue una tarde –y noche– larga en Mendigorria. Un aparatoso fuego declarado a eso de las tres de la tarde en un paraje camino de Artajona puso en guardia a los vecinos, que tenían demasiado fresco el horror que se vivió en la zona ahora hace un año. El calor extremo que ha recocido la zona todos estos días, la sequedad y el viento, que cambiaba a capricho, cebaron unas llamas que, por suerte, solo metieron miedo. No hubo ni desalojos ni heridos entre los vecinos. El campo cosechado y la rápida reacción de medios, con un centenar de bomberos y muchísimo medio aéreo –helicópteros navarros y focas de Medio Ambiente– mantuvieron a raya el incendio. También en los peores momentos, cuando los cambios de viento amenazaban con poner el fuego “muy cerca de casa”.
La zona más expuesta fue el barrio de Txantrea, al este, cerca del cementerio. Concretamente la calle Tomás Gutiérrez Lozano. Es una zona de chalets del año 2001. Hay 16 familias que este jueves por la tarde hacían guardia en la calle. La urbanización está en una pequeña loma desde la que se veía bien el origen: según los vecinos, las llamas aparecieron en la ermita de Santiago y avanzaron por el monte de la cadena. Por si acaso, hubo que roturar en tiempo récord el prao, un campo de labranza pegado a esas casas.
Mangueras preparadas
Lo contaba Ana Muru, vecina de una de tres casas pegadas al prao y en la esquina de la Txantrea. La zona más vulnerable, en fin. “Estábamos pasando el día en Getaria y nos hemos tenido que volver. Nos habíamos marchado precisamente por el calor que hacía, y nos han avisado y hemos vuelto”, comentaba Muru, sobre una lomica desde la que se veía bien, a última hora de la tarde, los alrededores todavía humeantes. Por el cielo, en un ir y venir constante, los medios aéreos apurando las horas de sol. Y por la acera de la calle Tomás Gutiérrez Lozano alguna manguera saliendo de las alcantarillas. “Nos han dicho que no usáramos mangueras particulares, porque les quita la presión a las grandes”, apuntaba Carlos Merino, pendiente de cómo evolucionaba todo.
El Ayuntamiento preparó, en coordinación con los bomberos, tres mangueras grandes conectadas a la red por si acaso las llamas llegaban hasta el prao. Era uno de los temores de Ainara Bermejo, vecina de la Txantrea y concejala del pueblo. Estaba pendiente de las mangueras mientras otros miembros de la corporación echaban una mano en el puesto de mando. “Aquí ha habido un momento que por los cambios de viento hemos tenido el fuego muy cerca de casa. Y nos preocupaba mucho esta zona, porque un poco más allá hay un depósito de gas”.
Las llamas no llegaron hasta allá, y pese al cambio de viento de las ocho menos cinco de la tarde –que llenó el pueblo de humo–, no hubo más riesgos. También por la actuación, otra vez, de vecinos con máquinas agrícolas. “Todos los del pueblo que tienen tractor están con los cortafuegos. Y también ha venido gente con máquinas de otros pueblos”, indicaba Muru, que en veinte años de vecina recuerda tres incendios. Los dos últimos, seguidos.