En las previas, todos los técnicos reparan en los datos estadísticos para atribuir al Athletic un potencial físico fuera de lo normal. La intensidad con que se emplea, el ritmo sostenido que imprime a sus evoluciones le convertirían en un enemigo de cuidado. Imanol Alguacil añadió ayer que además de correr y presionar, realiza un buen juego. No anda descaminado porque en sus dos últimos compromisos ha sacado a relucir una versión más incisiva y atractiva, aunque en realidad el técnico de la Real habló de que ese fútbol de altura no es de ahora, que ya era así la temporada anterior. Ahí ya no se le puede hacer caso, su opinión suena a viejo recurso al que los de su gremio recurren habitualmente para cubrirse ante un eventual tropiezo. O acaso fuese solo un intento por rebajar en unos grados la euforia que percibe alrededor de los suyos. Da lo mismo, lo importante es que el derbi de esta noche se anuncia competido, es como lo ven en ambos lados.
Desde la óptica del Athletic se espera un partido equilibrado. Marcelino presume que será complicado para uno y otro, lo que es una forma de catalogarlo como abierto. Y se dirá que un derbi siempre nace abierto a cualquier desenlace, pues su naturaleza rebaja la trascendencia de la trayectoria, el momento de forma, la clasificación y todos esos factores que tanta atención merecen en las citas exentas de rivalidad vecinal. El asunto de la imprevisibilidad de los derbis es un tópico más, basta con revisar los antecedentes para darse cuenta. Esta vez, la igualdad y por tanto la inexistencia de un favorito sin discusión obedece a que Real y Athletic han demostrado ser duros de pelar. La derrota es una anécdota en sus balances y protagonizan sendas rachas positivas.
Ligado a lo dicho iría la reflexión de Marcelino al aludir a la final copera de abril. Lógicamente optó por pasar página, prefiere centrarse en el presente, que sin ningún género de dudas asoma como un período bastante más amable para sus intereses y expectativas. Ve a los suyos inmersos en una propuesta que aumenta las opciones de victoria después de meses donde los marcadores ajustados con finales inquietantes y los numerosos empates exigían un esfuerzo enorme a su tropa, un desproporcionado desgaste físico y también mental en cada actuación.
Desde luego que los rojiblancos no han bajado el pistón, siguen metiéndole tralla a sus encuentros, aunque poco a poco empiezan a desplegar un sugestivo repertorio con la pelota. Esta evolución viene muy probablemente impulsada por la confianza que otorga el encadenado de jornadas con resultados favorables. El equipo se va soltando, hace más cosas, se observa mayor atrevimiento y variedad a la hora de escoger vías para profundizar, y lo único que se echa de menos es el acierto. Claro que tampoco puede pretenderse que la versión de los últimos duelos se traduzca de inmediato en registros muy alejados en el capítulo goleador de los que han caracterizado al equipo durante varios años. Al menos, se asiste al paso previo a una mejora en la puntería: la creación frecuente de oportunidades.
CUATRO CAMBIOS
Para variar, no se esperan novedades llamativas en la alineación. Marcelino recupera a Iñigo Martínez, aquejado de un virus estomacal el pasado martes, y repetirá Yeray al no estar disponible Vivian, cuya baja parece que irá para largo. Además, regresarán al once Balenziaga, Dani García y Berenguer, reservados entre semana, el centrocampista a fin de evitar la suspensión por hallarse a una tarjeta de cumplir ciclo. Comentar que Lekue tendrá ocasión en Anoeta de aproximarse al número total de minutos de que dispuso a lo largo de la temporada anterior. Le faltarán sesenta si juega completo el derbi. Y se antoja razonable apostar por la presencia en la delantera de Oihan Sancet junto a Iñaki Williams. Le avalaría su nivel frente al Espanyol.