Festejos y danzantes regresaron ayer a Muskilda, y hasta las hayas que rodean la ermita vibraron con sus palos y gaitas. Así es el rito que se repite cada 8 de septiembre, en el que Otsagabia vive a lo grande devoción y fiesta, interrumpido por la pandemia y recuperado en este 2022, el año del Mayordomo, Marcelo Otsoa de Etxaguen, que encabezó ayer la comitiva a la romería con el Patronato, danzantes, gaiteros y el pueblo.
Por vez primera, la tradicional visita se vivió fuera del programa de las fiestas patronales, por decisión en anterior consulta popular. Pero brilló igualmente, y ayer en Otsagabía fue día grande. El protocolo se inició temprano con los desayunos en la casa del Mayordomo, el Patronato (Ayuntamiento, cura y Mayordomo) primero, seguido de los danzantes. Después, se dirigieron hacia el camino viejo de Muskilda para llegar al templo. Y sonaron de nuevo los palos en la piedra. Paloteados y Jota para la xerora (cuidadora) Jone Villanueva, que ya había vestido previamente a la Virgen y preparado el caldo del almuerzo para los danzantes (caldo y costillas de cordero a la brasa como manda la tradición). La jota Se bailó de nuevo, esta vez delante de la talla de la Virgen a hombros, tras las procesión que da la vuelta a la ermita. Y con la misa, se completó la soleada mañana.
Siguiendo el protocolo, de regreso al pueblo los 8 danzantes acompañaron al Mayordomo a su casa y posteriormente al Ayuntamiento hasta la casa consistorial, con el correspondiente aperitivo. Por la tarde, café en casa del Mayordomo y actuación de los grupos de danzas en la plaza Blankoa.
Inolvidable
Rayaban las ocho, cuando Marcelo Otsoa de Etxaguen dio por concluida su intensa jornada de 24 horas de Mayordomo (desde la Salve del día anterior). Una jornada para el recuerdo que, sin duda, nunca olvidará. Alegre y rebosante de energía se entregó a la tarea cumplidos los 66 años y la vivió como “un honor porque solo se es Mayordomo una vez en la vida. Formar parte de esta tradición antigua, de más de 200 años, en los que nadie ha repetido, da la idea del vínculo de Otsagabia con Muskilda, expresó.
Ha sido un año natural de trabajo que comenzó y finalizará en diciembre, con el paso a Santi Goienetxe. Y ayer, en su día, se pudo subir a la ermita con la fiesta y los danzantes, el alma de Muskilda. “El Mayordomo se va, pero los danzantes se quedan”, sintetizaba Marcelo. Esa permanencia es arraigo y provoca una atracción que acerca al turismo amante de las danzas. “Hay seis grupos o más y la tradición está, por ahora, asegurada”, auguraba con auténtica satisfacción.