Media Europa ardía en mitad de la Primera Guerra Mundial, en Rusia se comenzaba a gestar una revolución y en Muruastráin –un pequeño pueblo navarro situado al pie del Perdón– venía al mundo en abril de 1916 Vicenta Irurita, una mujer centenaria cuyos ojos han sido testigos de los cambios que el mundo y, en especial, su barrio de la Txantrea han sufrido en el último siglo.
Vicenta está a punto de cumplir 107 años y asegura no tener ninguna receta para haberse convertido en una mujer centenaria, algo que ni siquiera se había llegado a plantear: “Ni por el forro había pensado yo cumplir 107 años porque antes no había nadie que pasara de los 100. Además, yo no he hecho nada para llegar a esta edad. Pero aquí estamos, qué le vamos a hacer...”.
“Trabajar mucho, eso es lo que has hecho, mamá”, le replica su hija Begoña Armendáriz, que acompaña a su madre en la cita con DIARIO DE NOTICIAS. “Sí, eso también”, asiente ésta. Es la una y cuarto del mediodía y Vicenta saluda a casi todos los vecinos con los que se cruza. “Me conoce todo el mundo”, señala con una sonrisa y recuerda que el año pasado fue la encargada de dar inicio a las fiestas: “Tiré el chupinazo y canté una canción”.
Aunque reconoce tener algunas lagunas porque “los años no perdonan”, no ha olvidado ni una de las jotas que aprendió cuando era joven en la escuela Irabia y que, por supuesto, sigue cantando. “Más que a nada en este mundo a una madre hay que querer...”, entona, de repente, Vicenta. “Le canta a todo el mundo. Cuando alguien se acerca a saludarla ella siempre suele sorprender con alguna canción”, comenta Begoña, que es una de sus cuatro hijos –uno falleció– y quien vive y cuida de ella. “Solemos salir a pasear los días que hace bueno entre la una y las tres, que es cuando mejor temperatura hace. Sino nos quedamos en casa”, detalla.
“Mamá, ¿qué te gusta más el sofá de casa o la calle?”, le cuestiona Begoña. “¡Qué preguntas! Pues la calle”, contesta con salero la mujer de 107 años, aunque reconoce que también disfruta viendo la tele, en especial dos programas: La ruleta de la suerte y First dates. “Siempre que hace bueno intentamos salir, además en la calle siempre está más lúcida. Este invierno ha estado bastante pocha, no quería comer y devolvía todo... Pensaba que se nos iba, pero ha vuelto a remontar”, comenta su hija.
“La Txantrea ha cambiado mucho”
Vicenta reconoce tener “muy lejanos” los recuerdos de su niñez, pero no tarda ni un segundo en contestar, con cierto tono de orgullo, al ser preguntada por el pueblo en el que nació: “En Muruastráin”. “¿Y dónde está, mamá?”, le hace recordar Begoña. “Pues en el mismo sitio en el que estaba antes”, responde Vicenta con esa gracia que solo se tiene al pasar de cierta edad.
En su memoria hay imágenes “de cuando íbamos a la escuela” y “de cuando jugábamos por las calles del pueblo” y después sus recuerdos se van reduciendo a la Txantrea, el barrio en el que ha vivido casi toda su vida. “Esto ha cambiado mucho, antes no había casi ni carreteras”.
A Vicenta le tocó trabajar de lo lindo y encima “sin contrato y sin asegurar”, como les ocurría a muchas mujeres. “Mi madre trabajó en muchos sitios: limpiando casas de maestros, en Argal, en el Casino Eslava... Allí donde pudo”, relata su hija que añade que, pese a algunos sinsabores, Vicenta ha sido y es una mujer feliz: “Ya jubilada se pegó 20 años viajando de un lado para otro, fue su mejor época. También participó en el programa El precio justo en 1999 y ganó la ruleta final. Ha sido una mujer muy alegre siempre y yo creo que eso es un factor que le ha hecho llegar a la edad que tiene”.