El proceso del final de la violencia terrorista en Euskadi ha tenido uno de sus capítulos más destacados en la evolución personal que protagonizaron cerca de una treintena de presos de ETA hacia una ruptura con la banda, una autocrítica con sus propios actos pasados que tanto dolor habían generado y un compromiso con la construcción de una sociedad en paz y convivencia.
Este trayecto, bautizado de forma genérica como vía Nanclares y transitado en muchos de sus tramos en una absoluta soledad y con el desamparo de las instituciones y del propio entorno al que pertenecían, confluyó en un momento dado con el propio proceso que estaban haciendo las víctimas de sus acciones. La unión más íntima e intensa de ambos mundos se produjo con los denominados encuentros restaurativos, en los que presos y víctimas se reunían cara a cara en absoluta libertad y con conocimiento de causa, en soledad o con la compañía de un mediador. Mañana, 25 de mayo, se cumple el décimo aniversario del primero de esos encuentros.