O Gran Vingegaard. Esa podría ser la nueva nomenclatura de la carrera gallega, convertida en el reino del danés. En la Galicia ciclista, todos los caminos conducen, irremediablemente, a Vingegaard, patrón de Galicia en el final de febrero. El peregrino que colecciona victorias, que camina por el cielo gallego, húmedo, negro, pendenciero.
Es tempestad y vendaval el danés imparable, que no se cansa de besar el anillo de enamorado. Con O Gran Camiño lo suyo fue amor a primera vista. Ese flechazo con la prueba gallega continúa plenamente vigente. Corre extasiado Vingegaard, vencedor de tres etapas y de la general por derribo.
En la etapa definitiva, recortada por el mal tiempo, un día de perros, Vingegaard evidenció su estatus. Imperial, recordó alto y claro su jerarquía en una carrera que ha dominado de punta a punta.
Lenny Martínez, segundo en Monte Aloia, acumuló un retraso de 1:55 en la general y Egan Bernal, estupenda su carrera, completó el podio a 2:11 del portento danés, muy por encima del resto de competidores. Nada se le resiste. Acumula 31 victorias en su vitrina. En Galicia encontró un vivero.
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Descartada la crono inaugural, que no contaba a efectos de la general salvo para elegir el primer líder, Vingegaard arrasó con todo. Es un Atila con el perfil de hilo. Ligero con un pegada de peso pesado. Atroz.
Envió a todos sus rivales a la lona sin solución de continuidad. Cada directo, una conquista. Sus tres victorias, en el tempestuoso cierre, deshilachó a Lenny Martínez en la ascensión a Monte Aloia, siempre posó en solitario.
No espera a nadie Vingegaard. Corajudo, el gran danés, calcó la actuación del pasado curso y lanzó un mensaje nítido de su fortaleza de cara al Tour. Está lejos julio, pero no tanto y de algún modo, el influjo de la carrera francesa llega siempre está presente. El danés espantó cualquiera duda a cañonazos. .
Cruzó Galicia tronando victorias. Telegrafió su enorme ambición. No dejó ni las migas. Galicia caníbal. El bicampeón de la Grande Boucle evidenció que ni la más furiosa de las tormentas puede con él. En una jornada que era una tempestad, en medio de la borrasca decorada por el viento, la lluvia y el frío, Vingegaard alumbró otra soberbia actuación.
Recortado el recorrido por el pésimo tiempo, ni el avión que sirve para repetir la señal pudo volar, a tientas, el danés volador decretó otra victoria incontestable. Todos los caminos conducen a Vingegaard.