Pogacar conoció a Vingegaard en la Luna. Supo de él cuando la ley de la gravedad tiraba fuerte de ellos y el danés, de repente, flotó. Asistió el esloveno a la levitación de Vingegaard en la montaña del viento, en el Mont Ventoux. Allí, en una ascensión mitológica, en la que pereció Tom Simpson víctima de los excesos, el danés se desprendió de Pogacar con suavidad, como el vuelo de un pañuelo de seda que resbala por la mano y se pierde irremediablemente en el tiempo. Se deshilachó el esloveno, camino de su segundo Tour. El Mont Ventoux mostró el futuro pero nadie lo vio. Sólo los ojos claros, transparentes del danés de piel traslúcida, espectral, supieron el significado de aquello. El resto lo metió en el cajón de anécdotas de la mesilla de noche. Nada presagiaba que aquello fuera una visión.
La etapa, en 2021, no concluía en las antenas que señalan la cumbre del gigante de la Provenza, la montaña calva, afeitada de vegetación, donde el aspecto lunar, el paisaje inhóspito se deja aullar por el ulular del viento. La meta estaba más abajo. En el descenso, Pogacar cerró la grieta y días después soldó su segunda corona sin un rasguño de más en los Campos Elíseos. En el Granon, un año después, en una montaña dura, de aspecto añejo y carretera picada por la viruela del tiempo, Vingegaard le recordó el pasaje del Ventoux. El danés fue más cruel. Pogacar, el invencible, mordió el asfalto descarnado. Se quedó mudo. Sin respuesta ni eco ante el socavón provocado por el Danés. Pogacar se pasó persiguiendo a Vingegaard el resto del Tour, atacándole en cada rincón para reponerse. No lo logró. El danés se entronizó en París.
Su duelo, enconado en lo deportivo, pero respetuoso en lo personal, alcanza su tercera entrega en el Tour que se enciende en Bilbao y continúa por las arterias de Euskal Herria con dos jornadas más: Gasteiz-Donostia y Amorebieta-Baiona. Es el suyo un asunto íntimo. Un vis a vis sin más invitados salvo accidentes, caídas o pasajes extraños. El Tour de este tiempo les pertenece. A la cita con la historia se presentan desde orillas distintas. Jonas Vingegaard, el campeón en curso, accede a la vía amarilla haciendo escala en el calendario que deseaba. “He crecido, he evolucionado en las ascensiones cortas. Siento que he mejorado”, expone el danés. Pogacar le califica como el gran favorito. Guerra psicológica. “Da igual quién dice quién es el favorito. Dependerá de quién se encuentra en mejor forma física. Yo también puedo decir que Pogacar es el gran favorito”, apuna el vigente campeón, que espera que el esloveno salga en tromba desde el primer día. “Sí, espero que Pogacar intente hacer diferencias”.
Pogacar ha tenido que reconstruirse. Su preparación saltó por los aires con la caída en la Lieja-Bastoña-Lieja. Se fracturó la muñeca izquierda. “No estoy al 100%. No he competido previamente al Tour. Me ha faltado entrenamiento, preparación para estar al 100%”, expone el esloveno. Restañada la herida, se concentró en altura en Sierra Nevada y Sestriere para alienarse de cara al Tour. Retornó a la competición el pasado fin de semana, dos meses después de su lesión para conquistar el campeonato esloveno de ruta y de contrarreloj. “La muñeca no está tan bien. Me siento bien sobre la bicicleta, no siento dolor, pero solo tengo una movilidad del 60 o el 70%. El lunes me hicieron un TAC y solo dos de cada tres huesos se han curado bien”. Durante ese periodo, tras la exhibición en el Dauphiné, el danés preparó el Tour en la altura de Tignes.
La ruta hasta Bilbao ha subrayado el poder omnívoro de ambos. Siempre hambrientos. Vingegaard desperezó la campaña en O Gran Camiño. Arrasó. También en la Itzulia, campeón por aplastamiento. En el Dauphiné lo devoró todo. Pogacar llenó el estómago de triunfos contundentes. Levantó la persiana del curso en Jaén con victoria. Despachó a todos en la Vuelta a Andalucía. Enroscó la Amstel. Conquistó el Tour de Flandes después de una demostración antológica y se subió de un respingo al muro de Huy para dar en la diana de la Flecha Valona. Nadie pudo rivalizar con él en las Ardenas. Después se rompió con la caída en Lieja. Busca su tercer Tour, su campo de los sueños desde aquella lisérgica remontada en la Planche des Belles Filles.
El encontronazo de marzo
El ensayo entre ambos, el preludio, ocurrió en marzo. La París-Niza convocó a los dos astros. Desde el UAE querían ese encuentro desde la desazón que provocó la derrota en la Grande Boucle. Alteraron el calendario de carreras Pogacar para que Vingegaard, más rígido en la planificación, se midiera al esloveno. Se examinaron cara a cara. El reencuentro tras los fastos del Tour. Pogacar no tuvo piedad del danés. Rabioso, poderoso, exuberante, mostró en cada palmo de la carretera su superioridad. Le recordó que es un campeón de cuerpo entero. A Vingegaard no le quedó otra que elevar los hombros, agachar la cabeza, reconocer la derrota y plegarse sobre sí mismo. En la carrera del sol, el Rey Sol fue Pogacar, que ensombreció al danés. Entre las miradas de ambos se coló David Gaudu. La de la París-Niza es la única referencia que hay en el presente curso entre los dos fenómenos. Sucede que marzo no es julio. Nadie sabe cómo se encontraban los dos de formas. Dio la impresión de que Pogacar ondeó en su apogeo y que a Vingegaard aún le faltaba escalar hacia la plenitud. Gaudu se intercaló entre ambos.
Nadie discute la jerarquía de Vingegaard y Pogacar, inaccesibles para el resto. Todos asumen que el estatus de ambos es inalcanzable. La duda que existe es quién de los dos se impondrá. En la victoria del danés en el Tour no puede sustraerse la importancia y desequilibrio que generó su formación, el Jumbo. Fue la pértiga que impulsó a Vingegaard, rescatado por el todopoderoso Van Aert cuando entró en pánico el día de los adoquines camino de Roubaix. En esa etapa se fue al suelo Roglic y quedó herido. El esloveno, empero, participó en el derrocamiento de Pogacar, que era líder. Entre Vingegaard y Roglic desarticularon al impetuoso esloveno que cayó en la trampa propuesta por el Jumbo con el señuelo de Roglic. Se equivocó Pogacar, con suficiencia, hasta que tuvo que arrodillarse en el Granon. En Hautacam, en los Pirineos, propulsado por un bestial Van Aert, Vingegaard dejó en los huesos a Pogacar. La crono de cierre antes de París evidenció la fortaleza del danés, ligero colibrí pero con instinto de rapaz. En la Grande Boucle que prende hoy desde Euskadi, no estará Roglic y el UAE ha fortalecido el blindaje de Pogacar. Se espera un mano a mano sin intermediarios por las montañas y en la única crono, de apenas 22 kms. Un pulso cerradísimo. A bocajarro. Dos estilos frente a una obsesión: el Tour. Vingegaard y Pogacar se retan desde Bilbao al cielo.
Jonas Vingegaard
- Edad. 26 años. Nació el 10 de diciembre de 1996 en Dinamarca.
- Altura y peso. Mide 1,75 metros y pesa 60 kilogramos.
- Palmarés del curso. El danés ha sumado 11 triunfos. Sobresale la victoria en el Critérium du Dauphiné y en la Itzulia. También se hizo con O Gran Camiño.
- Antecedentes en el Tour. El ciclista danés sólo ha disputado dos ediciones de la Grande Boucle. En 2021 fue segundo por detrás de Pogacar. El año pasado consiguió superar al esloveno.
- Palmarés. El danés ha logrado 23 victorias desde el salto al profesionalismo.
Tadej Pogacar
- Edad. 24 años. Nació el 21 de septiembre de 1998 en Eslovenia.
- Altura y peso. Mide 1,76 metros y pesa 66 kilogramos.
- Palmarés del curso. El esloveno ha conseguido 14 victorias. Destaca la París-Niza, el Tour de Flandes, la Amstel o la Flecha Valona. Una caída en la Lieja le rompió el calendario.
- Antecedentes en el Tour. Ha disputado tres ediciones de la carrera francesa. Venció en 2020 y 2021. El pasado curso fue segundo.
- Palmarés. Ha sumado la friolera de 60 victorias.